precipicio.
La estridente cantinela prosiguio, pero repentinamente se adhirio a ella un ruido mas parecido a un chillido que a una carcajada. Un temblor palpable e invisible se dejo sentir entre la muchedumbre, un estremecimiento de ansiedad. Las cabezas se volvian, consternadas, tratando de descubrir el origen. Un murmullo de aprension fue seguido rapidamente por una ola de terror.
?Como habia descrito Milon la emboscada en la Via Apia? «Confusion, gritos, sangre… Si hubiera podido sobrevolar la zona como un pajaro, quizas ahora podria contaros con exactitud lo que alli sucedio…, pero todo comenzo en un abrir y cerrar de ojos…»
Asi ocurrio en el Foro aquel dia, cuando los clodianos cayeron sobre el
Capitulo 9
Nunca he sido militar, pero las batallas no me son del todo desconocidas. El ano en que Ciceron fue consul, yo estaba con mi hijo Meton, que luchaba al lado de Catilina en la batalla de Pistoia. Yo portaba una espada y veia a los romanos matandose unos a otros.
He visto batallas. Se como son, como suenan, como huelen. Lo que ocurrio aquel dia en el Foro no fue nada parecido a una batalla. Fue una matanza.
Durante la matanza no tuve tiempo de pensar en nada mas que en escapar. Solo despues estuve en condiciones de considerar con exactitud lo ocurrido.
Unos decian que el ataque de los clodianos fue espontaneo, incitado por las informaciones que Celio y Milon andaban divulgando en el
Premeditado o no, el ataque estuvo bien organizado. Los clodianos llegaron armados hasta los dientes. No trataron de ocultar sus armas. Portaban espadas cortas, dagas y garrotes. Unos acarreaban sacos de piedras. Otros llevaban antorchas. Parecia que llegaran de todas partes al mismo tiempo. La aterrorizada multitud se contrajo de manera que al principio existia el gran peligro tanto de ser aplastado o pisoteado por los amigos como de ser abierto en canal o matado a garrote limpio por los enemigos.
Por supuesto, a pesar de que la ley prohibe portar armas dentro del recinto amurallado de la ciudad, muchos de los reunidos en el
Los partidarios de Milon tambien denunciarian despues que la fuerza atacante se componia en su gran mayoria de esclavos. Los lugartenientes de Clodio, manifestaban, comandaban ejercitos enteros de esclavos y antiguos esclavos que les debian lealtad gracias a las radicales innovaciones de Clodio, como el reparto del grano. Ese fue el verdadero crimen de aquel dia, decia la gente de Milon, que los esclavos y los ex esclavos hubieran interrumpido una publica y pacifica asamblea de ciudadanos que se ocupaba de asuntos de Estado. ?En que se habia convertido la Republica cuando semejante populacho de bajo origen gobernaba las calles?
Pero, como ya digo, todas estas consideraciones venian como ideas tardias. En aquel momento gobernaba el panico.
Eco y yo presentimos el peligro a la vez, aunque todavia no habia nada que ver. Intento coger mi brazo, yo intente coger el suyo. Sus guardaespaldas giraron hacia fuera en un circulo e intentaron coger las dagas que llevaban ocultas en las tunicas.
Eco acerco la boca a mi oido:
– Ocurra lo que ocurra, papa, quedate cerca de mi.
Mas facil decirlo que hacerlo, pense, cuando los cuerpos se apretujan y se ven arrastrados a un lado y otro, como los eslabones de una cadena sometidos a la prueba del herrero. Verse apresado en tales multitudes debe de dar la misma impresion que ahogarse en aguas agitadas. Un mar de cuerpos es algo solido y angustioso que te oprime mientras lucha como tu para seguir vivo.
El ruido se hizo ensordecedor: juramentos, maldiciones, chillidos, grunidos, agudos quejidos repentinos, sonidos guturales de asfixia. El abatanador aparecio a mi lado de repente con su esclavo. Iba vociferando, a nadie en particular:
– ?Sabia que esto sucederia! ?Lo sabia!
Subitamente se abrio un espacio entre la muchedumbre cerca de alli, como un desgarron en un trozo de tela. Los clodianos se abrieron paso. Hombres de mirada salvaje con los punales en alto se precipitaron contra mi. Tenian los labios contraidos y los dientes apretados. Aullaban como perros.
Los guardaespaldas de Eco parecian haberse esfumado junto con Eco. La aterrorizada multitud estaba a mis espaldas como un muro solido; no podia fundirme con ella como tampoco me es posible fundirme con la piedra.
– ?Ese de ahi! -grito uno de los atacantes apuntando con su cuchillo-. ?Coged al bastardo! -Se precipito sobre mi.
Me prepare, venciendo el impulso que senti de dar media vuelta y salir por pies. Me he jurado a mi mismo que nunca acabaria como esos cadaveres encontrados con heridas en la espalda. Me quede mirando fijamente a la cara del hombre tratando de mirarle a los ojos
Me meti entre la multitud que huia, tratando de fundirme de nuevo en el anonimato, tratando de no mirar. Un impulso aun mayor me obligo a mirar atras.
Las dagas subian y bajaban sin cesar y chocaban con otras dagas. Torrentes de sangre brotaban disparados como chorros que se hielan en el frio aire. En medio del tumulto vi al hombre que habia tomado por prestamista, el mismo al que los clodianos habian atacado. Habian abierto una brecha en el grupo de guardaespaldas y los habian reducido a la minima expresion. Los esclavos que cayeron mientras lo defendian estaban desplomados a su alrededor, con los cuerpos ensangrentados aprisionandole las piernas, impidiendole asi la huida. Los clodianos lo rodearon como buitres, con los cuchillos como picos que no cesan de picotear. Lo apunalaron una y otra vez. Mientras se doblaba y se retorcia, sin que un sonido saliera de su boca entreabierta, manos avariciosas intentaban arrancar el collar de plata que llevaba al cuello y sacarle la bolsa de monedas que portaba dentro de la toga.
Los agresores volvieron a rodearle por un instante y despues prosiguieron su camino como un torbellino. Por algun milagro, el prestamista permanecia erguido, con los
El ladron podia haber acabado ahi, pero al haber regresado para terminar el asunto, decidio dar el ultimo golpe. Se deslizo por detras del estupefacto prestamista y levanto el punal bien alto sujetandolo con ambas manos. Me encogi y me prepare como si el golpe fuera dirigido a mi.
Pero nunca lo vi caer. Una mano fuerte me agarro del hombro y me hizo girar en redondo. Me di de morros con un joven musculoso de ojos
