El ladron alzo la mano y la agito.
– ?Que, esto? ?Quien ha dicho que la justicia deberia ser gratuita, eh? Merecemos que nos paguen, ?o no? Tanto como estos ricachones se merecen sus cosas preciosas. -Puso una cara tan espantosa que crei que se nos iba a echar encima con el punal. En vez de eso, nos tiro el punado de joyas a los pies. La plata tintineo al chocar contra los adoquines del pavimento y la hilera de perlas se deshizo. Baratijas rosas y blancas rebotaban por doquier como bolas de granizo. Los hombres que aguardaban a sus espaldas vociferaban y maldecian-. ?A quien le importa? -grito-. Habra muchisimas mas en el sitio de donde proceden. -Se dio media vuelta y se alejo con su pandilla de alborotadores calle abajo, hacia la siguiente casa.
Me empezo a latir con fuerza el corazon. Si se encaminaban en direccion opuesta, eso queria decir que ya habian estado en mi casa…
Senti que la cabeza se me iba. Empece a ver chiribitas. Cuando me enfrentaba a la posibilidad de mi propia muerte, una parte de mi siempre reaccionaba con esceptica resignacion. Pero cuando afrontaba la posibilidad de que algo terrible pudiera ocurrirles a Bethesda y a Diana, sentia un terror irresistible.
Eco lo comprendio. Me agarro la mano y la estrujo. Mientras nos ibamos acercando a la casa, busque senales de fuego o humo y no vi nada. Divise las dobles puertas de la entrada. Estaban abiertas de par en par. Habian roto el cerrojo. Lo mismo habian hecho con la tranca, que yacia en el umbral partida en dos.
Entre en el vestibulo, que parecia muy oscuro despues de la luz de la calle. 'Al precipitarme hacia delante, tropece con algo grande y solido. Eco y Davo me ayudaron a levantarme.
– Papa -dijo Eco.
Segui avanzando a toda prisa:
– ?Bethesda! ?Diana!
Nadie respondio. Corri de habitacion en habitacion, solo vagamente consciente de que Eco y sus hombres seguian detras de mi. Habian volcado sillas y triclinios. Los armarios yacian ladeados con las puertas abiertas.
En mi dormitorio habian desgarrado el lecho insensatamente y habian sacado el relleno a punados. Un charco de algo oscuro y resbaladizo brillaba en el suelo delante de la comoda de Bethesda. ?Sangre? Me estremeci a punto de llorar y luego me di cuenta de que era solo unguento de un frasco roto que habia caido al suelo.
No habia nadie en las cocinas, ni en los cuartos de los esclavos. ?Donde estaban?
Fui corriendo a la habitacion de Diana. La puerta del ropero estaba abierta y sus ropas desparramadas por el suelo. La cajita de plata donde guardaba sus pocas joyas habia desaparecido. Grite su nombre. No hubo respuesta.
Fui hasta mi despacho. Los archivadores estaban vacios. Habian sacado todos los rollos de papiro de sus casillas, probablemente en busca de objetos de valor escondidos. Al no encontrar nada, habian dejado intactos por lo menos mis rollos de papiro y mis utiles de escritura. ?De que les iba a servir a los ladrones? Todo yacia amontonado en el suelo, desperdigado pero no estropeado, los rollos de papiro seguian bien enrollados y atados con cintas.
Me llego una rafaga de aire que apestaba. Arrugue la nariz y segui el olor hasta el rincon de la habitacion. Alguien habia defecado en el suelo y se habia limpiado con un trozo de pergamino. Cogi con cuidado el recorte por una punta para ver que era y lei unos versos:
?Pobre Antigona! ?Pobre Euripides!
Pase del despacho al jardin, que esta en el centro de la casa. La estatua de bronce de Minerva, que habia heredado de mi querido amigo Lucio Claudio junto con la casa, que habia sido su orgullo y mi gozo, que habia provocado la envidia del propio Ciceron, habia sido arrancada de su pedestal. ?Acaso creyeron que encontrarian alguna camara secreta debajo con tesoros dentro o actuaron por el puro y desenfrenado afan de destruir? El bronce tendria que haber sobrevivido a la caida, pero debia de tener algun defecto oculto en la fundicion de la pieza. La virgen diosa de la sabiduria yacia partida en dos.
?Papa!
– ?Si, Eco? ?Las has encontrado?
– No, papa. Ni a Bethesda ni a Diana. Pero en el vestibulo…, deberias venir a verlo por ti mismo.
– ?Ver que!
Antes de que pudiera responder, una voz procedente del cielo nos llamaba a los dos por nuestros nombres. Levante la mirada y vi a Diana que asomaba por el borde del tejado. Senti un nudo en la garganta y casi me eche a llorar de alivio.
– ?Diana! ?Oh, Diana! Pero ?que… como te has subido ahi arriba?
– Con la escalera, claro esta. Despues de subir, tiramos de ella hasta arriba. Luego nos mantuvimos fuera de la vista y permanecimos callados. Los ladrones no se enteraron de que estabamos aqui.
– ?Tu madre tambien?
– Si. ?No ha tenido ningun miedo de subir por la escalera! Los esclavos tambien estan aqui. Fue idea mia.
– Y muy brillante, por cierto. -Se me inundaron los ojos de lagrimas hasta que Diana se hizo borrosa.
?Y mira, papa! Hasta se me ocurrio salvar mi joyero. -Lo sostenia orgullosamente.
– Si, estupendo. Ahora ve a por tu madre -dije impaciente por ver con mis propios ojos que Bethesda estaba sana y salva-. Dile a Belbo que venga tambien.
Eco me hablo quedamente al oido:
– Papa, ven al vestibulo.
– ?Que?
– ?Que vengas! Me cogio del brazo y me condujo hasta alli.
Cuando entre corriendo en la casa, habia tropezado con algo grande y pesado. Habia tropezado con un cuerpo. Los hombres de Eco lo habian puesto boca arriba y lo habian llevado hasta la luz.
La cara de Belbo, generalmente tan bovina y sumisa, se habia quedado congelada en una mueca de fiera determinacion. En la mano derecha tenia agarrada una daga ensangrentada. La parte delantera de su tunica palida tenia grandes manchas rojas.
Habia muerto inmediatamente detras de la puerta desvencijada, defendiendo la brecha, luchando por mantenerlos fuera. Su daga daba testimonio de que al menos habia infligido una herida, pero el habia recibido muchas mas.
Las lagrimas que habia estado reprimiendo, las que habia soltado por el alivio de ver a Diana, llegaban ahora en un
SEGUNDA PARTE.
Capitulo 10
Los saqueos e incendios continuaron durante dias.
Roma era un caos absoluto. Los incendios estallaban o eran deliberadamente provocados por toda la ciudad. Una nebulosa de humo se instalo en el interior de los valles, entre las colinas. Grupos de esclavos y de libertos