y hundidas por el paso de infinidad de pies a lo largo de los anos. Habia sido alli adonde, segun Fulvia, Clodio habia huido cuando los hombres de Milon lo atacaron. Se habia refugiado en la taberna. Los hombres de Milon habian asaltado el local. Fulvia no conocia ningun detalle del enfrentamiento, unicamente que, al final, un senador que por alli pasaba en direccion a Roma se encontro con el cuerpo de Clodio que yacia en la carretera enfrente de la taberna y lo transporto a Roma en su litera.

Davo engancho los caballos a un poste que habia debajo de una arboleda cercana. Habia un abrevadero para los caballos y un banco en donde Davo se sento mientras los observaba.

Antes de entrar, Eco y yo echamos un rapido vistazo a los cuatro laterales del edificio, con el objeto de ver lo defendible que parecia. En la planta superior habia grandes ventanales con los postigos cerrados, inaccesibles, ya que no habia manera de trepar hasta ellos. Las ventanas con postigos de la planta baja situadas en la parte trasera y en los muros laterales eran pequenas y altas. Un hombre podria deslizarse por ellas, pero solo si alguien lo aupa y no hay nadie dentro que le impida la entrada. La puerta trasera, que en aquel instante permanecia abierta, estaba tambien hecha de madera maciza. La entrada era tan estrecha que Eco y yo tuvimos que virar de perfil y entrar de uno en uno. Las ventanas que habia a ambos lados de la puerta frontal eran ligeramente mas grandes y estaban situadas a un nivel una pizca mas bajo que las otras ventanas de la planta baja, pero un hombre habria pasado igualmente por una situacion bastante embarazosa entrando y saliendo a gatas.

Con todo, la posada parecia razonablemente defendible. Aun asi, percibi senales de una reciente lucha perdida.

A Eco no le pasaron tampoco inadvertidas.

– Papa, ?has notado la diferencia entre los postigos?

– Si.

– Los del piso superior estan todos hechos de madera vieja de color gris…

– … mientras que los postigos de todas las ventanas de la planta baja son visiblemente nuevos, lo mismo que las puertas frontal y posterior de la casa. Igualmente, hay muchisimo yeso fresco por todo el umbral. Tu y yo sabemos demasiado bien que las puertas se pueden romper y puede ser necesario sustituirlas.

– ?Donde crees que esta todo el mundo, papa?

– ?A quien esperabas encontrar? Esta manana no ha habido mas viajeros por la carretera. Probablemente hayamos llegado muy temprano con respecto a la clientela regular del mediodia. -Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra, distingui un cuarto rustico y sencillo con algunas mesas y bancos. En el rincon de la izquierda, al otro extremo, empezaba la escalera, vertiginosamente empinada. Debajo de las escaleras, un mostrador bloqueaba el paso a la parte posterior de la estancia. En la pared situada detras del mostrador habia un pequeno arco con una cortina de tela recogida que comunicaba con una sombreada despensa que daba a la puerta trasera. Despues de un instante, la puerta crujio y se abrio mostrandonos la voluminosa silueta de una mujer, bordeada por la brillante luz del sol. Cerro la puerta tras ella y se acerco contoneandose hasta la barra mientras se secaba las manos en la pechera de su tosco vestido. Olia a pan cocido y a carne asada.

Me parecio ver que alguien entraba. -los miro con ojos entornados, mirada que yo considere casi hostil hasta que me percate de que esperaba a que sus ojos se adaptaran a la oscuridad. Era una mujer de aspecto fuerte, con brazos carnosos y cara redonda y franca, enmarcada por una marana de cabellos rojos entrecanos-. ?El que esta con los caballos en el abrevadero es companero vuestro?

– Si -dije.

– Sois tres, ?no?

– Si, somos tres viajeros.

– Tres viajeros hambrientos -anadio Eco apoyandose en la barra. Esbozo un atisbo de sonrisa.

– Podremos solucionar eso, siempre que tengais algo que tintinee. Eco hizo sonar su bolsa de monedas. La mujer movio la cabeza en senal de aceptacion.

– Tengo un par de conejos asandose. Falta un poco para que esten hechos, pero puedo traeros pan con queso mientras tanto. -Alargo el brazo debajo de la barra y saco dos copas, se fue a la despensa y regreso con una jarra de vino y otra de agua.

– ?Podrias llevar tambien algo de comida al companero que esta a la sombra de los arboles? -dije-. Desde aqui puedo oir como le crujen las tripas.

– Desde luego. Enviare a uno de mis chicos para que se encargue de el. Esta atras en la cocina, vigilando el fuego. Con mi esposo -anadio como queriendo hacernos saber que no era una mujer sola-. Viajeros, decis. ?Vais al norte o al sur? -Al sur.

– ?Venis de Roma, entonces? -Sirvio generosas cantidades de vino y anadio unos chorros de agua.

– Salimos esta manana temprano.

– ?Como se esta en la ciudad?

– En un completo caos. Nos alegramos de haber salido de alli.

– Pues por aqui tambien ha habido un lio tremendo. Desde aquel condenado dia… -Suspiro y movio la cabeza.

– Ah, si, debemos de estar cerca de donde ocurrio… la pelea en la carretera.

Solto un bufido.

– Llamalo pelea si quieres, pero yo lo llamaria una batalla campal, a juzgar por los danos y los cadaveres que habia tirados por todas partes. Y puede que comenzara en la carretera, pero fue aqui mismo donde acabo. -Dio una palmada encima del mostrador.

– ?Que quieres decir?

– ?No estamos hablando de lo mismo? ?Milon y Clodio y toda la sangre que se derramo?

Movi afirmativamente la cabeza.

– Nadie en Roma habla de otra cosa estos dias. Pero todo esta muy confuso y embrollado… Cada nueva version contradice la anterior. Algo ocurrio en la Via Apia y Clodio acabo muerto…, eso es en lo unico en que coinciden todas las historias. Nadie sabe con seguridad donde ni cuando ni como ocurrio.

La mujer puso los ojos en blanco.

– Con tanto sufrimiento y tanta destruccion, creeriais acaso que la gente se molestaria, al menos, en averiguar lo que sucedio exactamente, aunque fuera solo para alegrarse de que no les ocurriera a ellos. Pero me habeis dicho que teniais hambre. Os traere pan calentito, recien salido del horno.

Eco abrio la boca para hacerla volver, pero yo se lo impedi con un pellizco en el brazo y un movimiento de cabeza.

– La mujer ya esta lo bastante ansiosa por contarnos lo que: sabe -dije en voz baja-. Deja que lo haga a su ritmo.

Regreso con una humeante hogaza de pan y un trozo de queso del tamano de un ladrillo, se fue a la despensa y retorno con un cuenco lleno de aceitunas negras y verdes. Puso los codos en la barra, se inclino hacia nosotros y relato su historia sin necesitar que la animaramos

– El propietario de esta taberna era mi cunado, el esposo de mi hermana pequena. Un tipo muy trabajador, procedente de una familia numerosa de esforzados trabajadores. Heredo el terreno de su padre; la familia ha tenido esta posada durante generaciones. Lloro de alegria el dia que mi hermana le dio un hijo al que dejarselo todo. -Suspiro-. ?Quien iba a sospechar lo pronto que nos dejaria? El nino es aun un crio; y ahora que su padre esta muerto no hay ningun otro adulto, en ninguna de las ramas de la familia, que dirija el local. Asi que nos encargamos mi esposo y yo con ayuda de nuestros hijos, mientras mi pobre hermana viuda se queda con el pequeno. ?Ah, pobre Marco! Asi se llamaba su esposo. Siempre hay algun peligro cuando se lleva un estableci miento como este en la carretera, siempre corriendo el riesgo de que nos asalten los bandidos o los esclavos fugitivos, que te cortarian el pescuezo sin pensarlo dos veces. Pero Marco era un tipo grande y fornido, que no le tenia miedo a nada y esta posada era toda su vida. Siempre lo fue, desde que era un muchacho. Creo que no se dio cuenta del peligro aquel dia en que los hombres de Clodio entraron corriendo, todos ensangrentados y sin aliento. No los echo fuera, se limito a preguntarles que podia hacer para ayudarles. Clodio entro trastabillando, herido y sangrando, y le dijo que atrancara las puertas. Despues, tumbaron a Clodio aqui mismo, boca arriba. -Dio una palmada en el mostrador, lo bastante fuerte para hacer que nuestras copas temblasen. Con aquella tenue luz observe la superficie veteada y manchada de la vieja madera. Mucho vino debia de

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