– Si, el ambicioso chico del pueblo y el aristocrata forastero con dinero y encanto. Dos estilos destinados a despertar fuertes reacciones en la gente. Admiracion, respeto…

– Envidia, odio…

– Si -dije-, y politicos los dos, nada timidos a la hora de ponerse en evidencia. Sabemos lo habilidoso que era Clodio para conectar con el vulgo; hizo un arte de ello. Milon, que realmente tenia raices humildes, ha sido, al parecer, muy torpe al respecto.

– Eso dice nuestra mesonera, papa, pero es evidente que tiene sus preferencias. Ademas, ?que es todo eso acerca de Clodio talando arboles sagrados, echando a las virgenes vestales de la region…?

De una patada se abrio la puerta de atras y nuestra mesonera regreso con una fuente humeante. La seguia una figura alta y corpulenta que llevaba un cuenco humeante. El individuo era tan voluminoso que senti algo de aprension, hasta que me di cuenta de quien se trataba.

– ?Davo! ?Que estas haciendo? Se supone que tendrias que estar vigilando los caballos. Seria estupendo que cuando acabaramos de comer no los encontraramos en su sitio. No quiero volver caminando doce millas hasta Roma.

– No te preocupes -dijo la mujer-. He enviado a uno de mis chicos para que le sustituya. Tus caballos estaran seguros, te doy mi palabra. ?No te parece bien que entre tu esclavo? Las nubes estan empezando a bajar de la cima de la montana y puede coger un resfriado sentado al aire libre. Dejale que se caliente un poco. -Miro a Davo como muy rara vez me han mirado a mi las mujeres. Solo porque da la casualidad de que el amigo tiene diecinueve anos, cabello negro ondulado, hombros de buey y una figura propia de una estatua griega…

– Lo ha traido dentro para poder mirarlo a su antojo -dijo Eco por la comisura de la boca.

– Evidentemente -dije-. Es la mujer que prefiere a Clodio y no a Milon, recuerda.

La mujer coloco los platos y los cubiertos delante de los tres y lleno las copas. La fuente humeante resulto ser el conejo asado. El conejo no es mi carne favorita (muy grasa y llena de huesos), pero estaba bien Cocinada y yo tenia mucha hambre. El cuenco humeante rebosaba des nabos glaseados. Felicite a nuestra anfitriona por la salsa.

– Oh, es muy sencilla. Una pizca de comino, un poco de ajo, miel, vinagre, aceite y un pellizco de ruda. Mi madre siempre dijo que los tuberculos piden salsa picante.

– Es realmente deliciosa -dije con absoluta sinceridad. Pero era hora de recordarle la muerte de Clodio-. ?Cocinabas mucho aqui en la taberna antes del desafortunado dia?

– Oh, cada dos por tres, sobre todo despues de que mi hermana tuviera el nino.

– Pero tu no estabas aqui aquel dia.

– No; como ya os he dicho, estaba mi hermana, trabajando en el piso de arriba, y Marco.

– ?El dia anterior habia pasado Clodio por Bovilas?

– Eso me dijo mi hermana, pero no entro. Vio desfilar a su sequito, pero paso tan rapido que solo pudo ver a Clodio de refilon encabezando el desfile a caballo con su hijito al lado y un par de amigos.

– Y el dia del incidente, Milon debio de pasar por aqui no mucho antes de la batalla campal.

– Oh, si, mi hermana lo recuerda con toda nitidez, recuerda todo lo que sucedio aquel dia como una pesadilla que nunca se olvida. Milon se detuvo un rato para dar de beber a los caballos, pero ninguno de sus hombres entro en la taberna. Aun asi, dice que no se pudo perder el acompanamiento que llevaba. Parecia interminable, como aquellas procesiones triunfales de la ciudad. Asi es como suele viajar, al menos cuando ella va con el.

– Te refieres a Fausta Cornelia.

– Si. Cualquiera creeria que es incapaz de salir de casa sin diez esclavas que la maquillen por la manana y otras diez que la metan en la cama. Y supongo que a Cayo Papio (Milon, si lo prefieres) le encanta presumir de todos esos eslavos y guardaespaldas delante de sus amigos y familiares cuando vuelve a Lanuvio. «?Miradme! ?Parece que no pueda salir de casa sin que un centenar de guardaespaldas me sigan!»

– ?Un centenar? ?Habia tantos en la comitiva aquel dia?

Se encogio de hombros.

– Vaya, no se la cantidad. Como ya os he dicho, no lo vi con mis propios ojos, fue mi hermana. Pero dice que mientras Milon daba de beber a los caballos en las cuadras, toda su gente se fue arremolinando y llenaron la carretera como se llena el Foro de Roma con la multitud y, cuando finalmente se volvieron a poner en marcha, parecia que la procesion no fuera a acabarse nunca. Marco bromeo. ?Conque tan solo Milon hubiese dado de beber a sus esclavos lo que dio a sus caballos, habrian podido vender cada gota de vino almacenado y pagarse un nuevo tejado!

– Entonces ?el grupo de Milon era mas numeroso que el que paso con Clodio el dia anterior?

– ?Eres tonto o es que no escuchas? Si, de lejos. Muchisimo mas numeroso.

– Pero el grupo de Clodio se componia en su totalidad de hombres armados (por lo que he oido), mientras que da la impresion de que Milon viajaba con peluqueras y maquilladoras.

– Las esclavas de Fausta formaban parte del grupo, si, pero Milon siempre viajaba con muchisimos gladiadores, algunos muy famosos. ?No habeis oido hablar de Eudamo y Birria?

– Si, desde luego. ?Estaban en el grupo de Milon?

– Eran de su propiedad. ?No es eso propio de el, comprar un par de famosos gladiadores simplemente para presumir de ellos? Hasta yo he oido hablar de Eudamo y Birria y tenga casi tanto interes en ver a los hombres matarse en la arena como en ver a un escarabajo empujar una boniga por la carretera. Aunque hay gladiadores a los que da gusto mirar… -La mujer lanzo una mirada a Davo, que andaba ocupado en arrancar un trozo de carne al conejo-. En cambio, Eudamo y Birria son tan guapos como el trasero de un burro y son dificiles de perder de vista. Siempre cerraban la comitiva de Milon por la retaguardia. Enormes como troncos andantes. Nunca se ve a uno sin el otro. Mi esposo dice que solian luchar en equipo en la arena.

– Si, dos contra dos, a veces dos contra cuatro -dijo Davo, sacandose un hueso de conejo de la boca. Eco y yo lo miramos sorprendidos. -Continua, Davo -dije.

Se aclaro la garganta.

Nada, que cuando era un chaval, mi antiguo amo solia llevarnos a todos a ver las luchas -explico-. El mismo poseia algunos gladiadores. Penso en entrenarme a mi para la arena, pero al final le parecio que era demasiado pequeno y que podia hacer mejor negocio vendiendome como guardaespaldas. Siempre decia que nadie perdio nunca dinero apostando por Eudamo y Birria. No importaba el tipo de armas que usaran o en que combinacion: el tridente y la red, la espada corta, el hacha, con escudo o sin el. Eran capaces de paralizar a cualquiera de miedo con solo clavarle la mirada. Los dos hombres mas aterradores que haya habido jamas; asi los llamaba mi antiguo amo.

Pinche un nabo con el tenedor y lo moje en la salsa.

– Y estos gladiadores, ?estaban con Milon cuando pasaron por aqui aquel dia?

La mujer asintio con la cabeza.

– De eso estoy segurisima, porque fueron los primeros que llegaron persiguiendo a Clodio. Mi hermana los vio desde una ventana de arriba.

– ?Fue alli donde permanecio durante el ataque, en el piso de arriba?

– Asi es como lo cuenta ella: oyo ruido cuando Clodio y sus hombres irrumpieron de prisa y empezo a bajar. Solo le dio tiempo a echar un rapido vistazo, porque Marco le grito en seguida que volviera arriba.

– ?Cuantos hombres vio?

– No muchos. Cinco o seis, dijo, y Clodio tirado en este mostrador, agarrandose el hombro y rechinando los dientes mientras daba ordenes a los demas.

– ?Daba ordenes?

– Si, les decia que cerraran los postigos y cosas asi.

– Entonces, estaba herido pero todavia consciente.

– Oh, si, muy consciente. Decidido, esa fue la palabra que empleo mi hermana. Todos sus hombres recurrian a el para recibir indicaciones suyas. Pero la expresion de sus caras…

– ?Que expresion tenian?

– La del hombre con la muerte en los talones, que se prepara para darse la vuelta y se topa con ella. Asi fue precisamente como me lo conto mi hermana. Estaban muertos de miedo, jadeantes. Cuando oyeron a mi hermana en las escaleras, todos dieron un respingo y la miraron como conejos asustados. Todos excepto Clodio,

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