fiesta de Eva Maria, todos ellos armados con cirios.

Mientras avanzabamos, sumisos, por la arcada superior, siguiendo el rastro del incienso y del cantico en latin de fray Lorenzo, busque a Alessandro, pero no lo vi. Al notarme distraida, Eva Maria me cogio del brazo y me susurro:

– Se que estas cansada. ?Por que no te vas a la cama? La procesion aun durara un rato. Tu y yo hablaremos manana, cuando todo esto haya terminado.

No rechiste. Estaba deseando meterme en mi espectacular cama y hacerme un ovillo, aunque con ello me perdiera el resto de la extrana fiesta de Eva Maria. Asi que, cuando volvimos a pasar por delante de mi puerta, me escape con disimulo del grupo y me cole dentro.

Mi cama aun estaba humeda del agua bendita con que la habia rociado fray Lorenzo, pero me daba igual. Sin quitarme siquiera los zapatos, me desplome -boca abajo- sobre la colcha, segura de que no tardaria ni un minuto en quedarme dormida. Aun notaba el sabor del amargo sangiovese de Eva Maria en la boca, pero ya no tenia fuerzas para ir a lavarme los dientes.

Sin embargo, alli tumbada, esperando a quedarme traspuesta, note que mi aturdimiento remitia de pronto hasta permitirme verlo todo claro otra vez. La habitacion dejo de darme vueltas y pude enfocar el anillo que llevaba en el dedo, que seguia sin poder quitarme y que parecia emanar una energia propia. Al principio, esa sensacion me asusto, pero luego -al ver que seguia viva y su poder destructivo no me habia afectado- el miedo se convirtio en cosquilleo. Ignoraba de que. De pronto supe que no podria relajarme hasta que hablara con Alessandro. Con suerte, el podria darme una explicacion logica de los sucesos de esa noche; en caso contrario, me bastaria con que me envolviera en sus brazos y me dejase acurrucarme alli un rato.

Me quite los zapatos y sali al balcon que compartiamos con la esperanza de encontrarlo en su habitacion. Seguramente aun no se habria acostado y, a pesar de todo lo sucedido esa noche, estaria dispuesto a seguir donde lo habiamos dejado antes.

Resulto que estaba asomado al balcon, vestido, con las manos apoyadas en la baranda, contemplando abatido la vista nocturna.

Aunque me oyo salir y sabia bien que estaba alli, no se volvio. Suspiro profundamente y dijo:

– Debes de pensar que estamos chiflados.

– ?Estabas al tanto de todo esto? -pregunte-. ?Sabias que vendrian… fray Lorenzo y los monjes esta noche?

Por fin se volvio hacia mi y me dedico una mirada mas oscura que el cielo estrellado que tenia a su espalda.

– De haberlo sabido, no te habria traido. -Hizo una pausa, luego anadio-: Lo siento.

– No lo sientas… -dije, confiando en tranquilizarlo-. Lo estoy pasando en grande. ?Como no iba a ser asi? Todas esas personas…, fray Lorenzo…, la senora Chiara… la persecucion de fantasmas… Es el sueno de cualquiera.

Alessandro nego con la cabeza, pero solo una vez.

– El mio, no.

– Ademas, ?mira! -levante la mano-. He recuperado mi anillo. Siguio sin sonreir.

– Eso no era lo que tu querias. Viniste a Siena en busca de un tesoro, ?no?

– Quiza el fin de la maldicion de Lorenzo sea el tesoro mas valioso que podia encontrar -replique-. Sospecho que el oro y las joyas no valen de mucho en el fondo de la tumba.

– Entonces, ?es eso lo que quieres? -Me escudrino sin saber bien a que me referia-. ?Acabar con la maldicion?

– ?No es para eso para lo que hemos venido? -Me acerque-. ?A reparar los males del pasado? ?Para escribir un final feliz? Corrigeme si me equivoco, pero acabamos de casarnos… o algo asi.

– ?Ay, Dios! -Se paso ambas manos por el pelo-. ?Lo siento muchisimo!

Al verlo tan avergonzado, no pude evitar reirme.

– Pues si esta es nuestra noche de bodas, no se a que esperas para irrumpir en mi alcoba y darme unos azotes al estilo medieval. Voy a bajar ahora mismo a protestarle a fray Lorenzo… -Hice ademan de salir, pero me agarro por la muneca y me retuvo.

– Tu no vas a ninguna parte -dijo siguiendome el juego por fin-. Ven aqui, mujer… -Me estrecho entre sus brazos y me beso hasta que deje de reir.

Solo cuando empece a desabrocharle la camisa volvio a hablar.

– ?Crees en «el amor eterno»? -pregunto sujetandome las manos un instante.

Lo mire a los ojos, asombrada de su sinceridad y, alzando el sello del aguila entre ambos, me limite a decir:

– Esa eternidad empezo hace mucho.

– Si quieres, puedo llevarte a Siena y… dejarte en paz. Ahora mismo.

– ?Y luego que?

Enterro el rostro en mi pelo.

– Se acabo perseguir fantasmas.

– Si me dejas marchar ahora -le susurre apretandome contra el-, puede que tardes otros seiscientos anos en encontrarme de nuevo. ?Estas dispuesto a correr ese riesgo?

Desperte cuando aun no era de dia, sola, enredada en una marana de sabanas revueltas. En el jardin se oia el canto incesante de algun pajaro, que debia de haberse colado en mis suenos para despertarme. Segun mi reloj, no eran mas que las tres de la manana y las velas se habian consumido hacia rato. Tan solo iluminaba la estancia el resplandor de la luna llena que se filtraba por el balcon.

Quiza era una boba, pero me chocaba que Alessandro se hubiera ido de mi cama asi la primera noche que pasabamos juntos. El modo en que me habia abrazado antes de dormirnos me habia hecho pensar que jamas volveria a dejarme escapar.

Sin embargo, alli estaba yo, sola y sin saber por que, muerta de sed y resacosa de lo que fuese que me habia tomado esa noche. Para confundirme aun mas, la ropa de Alessandro seguia -como la mia- tirada en el suelo, junto a la cama. Encendi la lampara y, al mirar la mesilla, descubri que incluso se habia dejado el colgante de cuero con la bala, que yo misma le habia sacado por la cabeza hacia unas horas.

Me envolvi en una de las sabanas, asustada de ver como habiamos puesto la ropa de cama de epoca de Eva Maria. Ademas, entre las sabanas blancas, habia un fardo de delicada seda azul en el que no habia reparado hasta entonces. Mientras lo desplegaba, me costo identificarlo, quiza porque no esperaba volver a verlo. Y menos aun en mi cama.

Era elcencio de 1340.

Dado que no lo habia visto hasta entonces, alguien empenado en que durmiese encima de aquel objeto tan valioso debia de haberlo ocultado entre las sabanas. Pero ?quien? ?Y por que?

Hacia veinte anos, mi madre habia hecho lo imposible por proteger elcencio y legarmelo; yo lo habia perdido al poco de encontrarlo y, sin embargo, alli estaba otra vez, debajo de mi, como una sombra de la que no pudiera librarme. El dia anterior, sin ir mas lejos, le habia preguntado a Alessandro directamente si sabia donde estaba. Su criptica respuesta habia sido que, estuviera donde estuviese, carecia de valor sin mi. De pronto, mientras lo sostenia en mis manos, alli sentada, todo empezo a encajar.

Segun el diario del maestro Ambrogio, Romeo habia jurado que, si ganaba el Palio de 1340, cubriria con elcencio su lecho nupcial, pero el malvado Salimbeni habia hecho todo lo posible por evitar que Romeo y Giulietta pasaran una noche juntos, y lo habia conseguido.

Hasta entonces.

Quiza por eso -pense, asustada de mi lucidez a las tres de la manana- olia a incienso en mi cuarto cuando habia vuelto de la piscina el dia anterior; tal vez fray Lorenzo y sus monjes habian querido asegurarse personalmente de que elcencio estaba donde debia, en la cama donde suponian que me acostaria con Alessandro.

Bien mirado, resultaba todo muy romantico. Era evidente que la Hermandad de Lorenzo se habia propuesto lograr que los Tolomei y los Salimbeni «enmendaran» sus errores pasados para poder acabar por fin con la maldicion de fray Lorenzo, de ahi la ceremonia de esa noche destinada a calzarle de nuevo a Giulietta el anillo de Romeo y limpiar la daga de este de todo mal. Ni siquiera me importaba que hubiesen puesto elcencio en mi cama; si la version de los hechos del maestro Ambrogio era cierta y Shakespeare se equivocaba, Romeo y Julieta llevaban muchisimo tiempo queriendo consumar su matrimonio. ?Quien iba a oponerse

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