– Completamente. No hay la menor duda. Ha telefoneado la propia senora Baxter a la centralita del Departamento y me han pasado la comunicacion al automovil. Al recuperar el conocimiento, las primeras palabras del coronel Baxter han sido que deseaba verle a usted. Ha dicho que tiene que verle, que se trata de algo urgente, que quiere comunicarle algo importante. La senora Baxter me ha pedido que le dijera a usted que acuda junto a su lecho antes de que sea demasiado tarde.
Collins tomo a Karen del brazo y salio al pasillo.
– Muy bien, vamos a Bethesda. Sera mejor que no perdamos ni un minuto. -Miro a Karen.- Me pregunto de que demonios se tratara.
El Cadillac habia avanzado a toda velocidad por la avenida Wisconsin en direccion norte, habia cruzado la frontera de Maryland, habia pasado frente al campo de golf del Club de Campo Chevy Chase, habia aminorado la marcha al llegar a la zona comercial de Bethesda, habia enfilado la tortuosa carretera que conducia al centro hospitalario y, finalmente, se habia detenido frente a la entrada de la blanca torre que constituia el principal edificio del Centro Medico Naval Nacional de Bethesda.
Rogandole a Karen que permaneciera en el automovil en compania de Hogan y de Pagano, el chofer, Collins corrio hacia el edificio. Al entrar, un oficial de Marina que lucia dos galones en su camisa de cuello abierto le salio rapidamente al encuentro y le pregunto:
– ?El Secretario de Justicia Collins?
– Si.
– Sigame, senor. Es en la quinta planta.
Mientras subian en el ascensor, Collins pregunto:
– ?Como esta el coronel Baxter?
– Lamento decirle que, cuando baje hace veinte minutos, su vida estaba pendiente de un hilo.
– Espero llegar a tiempo. ?Quien esta con el?
– Su senora, claro. Y su nietecito, Rick Baxter, que vive ahora con sus abuelos porque sus padres se encuentran de viaje en Kenya por no se que asunto de gobierno. Hemos intentado ponernos en contacto con ellos esta misma noche, pero no ha habido suerte. Despues hay dos medicos y la enfermera que le atiende. Ah, y tambien esta el padre Dubinski, casi no me acordaba. Pertenece a la iglesia de la Santisima Trinidad de Georgetown, la iglesia que solian frecuentar los Kennedy… Ya hemos llegado, senor.
Mientras avanzaban rapidamente por el pasillo, se cruzaron con varios oficiales medicos uniformados que debian estar a punto de celebrar una consulta. A Collins, Bethesda se le antojaba mas una instalacion militar que un hospital.
Al llegar a una de las habitaciones particulares cuya puerta permanecia abierta, el acompanante de Collins la senalo con un gesto.
– Por aqui, senor. El coronel ocupa dos habitaciones contiguas y esta se utiliza como sala de espera. El se encuentra en la otra.
Al entrar en la sala de espera improvisada, que estaba vacia, Collins escucho unos ahogados sollozos; se dio la vuelta y observo que la puerta de la otra habitacion no estaba cerrada. Solo podia ver una parte de la cama, pero despues distinguio a un grupo de personas en un rincon medio a oscuras. Vio a Hannah Baxter, por quien Collins sentia un gran respeto, con su cabello entrecano, sentada con gesto abatido y llevandose un panuelo a los ojos mientras lloraba desconsoladamente. A su lado se encontraba el muchacho, su nieto Rick -Collins recordo que tenia doce anos-, tomandola del brazo, el rostro palido, confuso y lloroso. Junto a ellos estaba el sacerdote, vestido de negro.
– Por favor, espere aqui, senor -dijo el oficial que habia escoltado a Collins-. Voy a comunicarles su llegada.
Desaparecio en la habitacion de al lado, cerrando la puerta tras de si.
Collins busco un cigarrillo, lo encendio y empezo a pasear nerviosamente por la triste y pequena estancia. Una vez mas, se pregunto que seria aquello tan urgente que el coronel Baxter tenia que decirle en su ultima noche en la Tierra. Aunque Collins habia llegado a conocer bastante bien al coronel Baxter y a su mujer a traves de las ocasionales invitaciones sociales, jamas le habia unido con ellos relaciones de estrecha amistad, y la mayoria de los contactos que habia mantenido con el coronel habian sido de caracter profesional. ?Que podria querer decirle en estos confusos momentos?
Poco despues se abrio la puerta de la habitacion contigua y Collins apago automaticamente el cigarrillo y se quedo inmovil. Salio el oficial, que no volvio a mirarle, seguido de una enfermera y del pequeno Rick. Pasaron junto a Collins sin el menor gesto y salieron al pasillo. Segundos mas tarde, el espacio de la puerta de la habitacion contigua fue ocupado por una figura vestida de negro. Se trataba evidentemente del padre Dubinski, de la iglesia de la Santisima Trinidad.
Mientras cerraba cuidadosamente a su espalda la puerta de la habitacion, el sacerdote saludo a Collins con un movimiento de cabeza; despues cruzo la estancia con el fin de cerrar la puerta quedaba al pasillo. Collins le observo: un hombre fuerte y de baja estatura, con el cabello negro azabache, ojos de un sorprendente azul claro, mejillas hundidas y boca serena; debia de tener unos cuarenta y tantos anos.
– ?Senor Collins? Soy el padre Dubinski -dijo acercandose a Collins y bajando por unos instantes la mirada.
– Si, lo se -dijo Collins-. Estaba en la Casa Blanca cuando he recibido el mensaje de Hannah… de la senora Baxter, en el sentido de que el coronel se estaba muriendo y deseaba verme con urgencia porque tenia algo importante que decirme. He venido con la maxima rapidez posible. ?Esta consciente? ?Puedo verle ahora?
El sacerdote carraspeo.
Me temo que no. Lamento decirle que ya es demasiado tarde. El coronel Baxter ha muerto hace apenas diez minutos. -Se detuvo.- Que su alma descanse en paz por toda la eternidad.
Collins no sabia que decir.
– Es… es una tragedia -dijo finalmente-. ?Ha muerto hace diez minutos? No… no puedo creerlo.
– Pues es cierto. Noah Baxter era un hombre excelente. Se lo que usted siente porque se lo que siento yo. Pero… cumplase la voluntad de Dios.
– Si -dijo Collins.
No sabia si resultaria adecuado, en aquellos primeros momentos de duelo, intentar averiguar la causa de que el coronel Baxter hubiera mandado llamarle. Pero, adecuado o no, sabia que tenia que preguntar.
– Oigame, padre, ?conservaba el coronel la lucidez en el momento de morir? ?Pudo hablar?
– Hablo un poco.
?Le dijo a alguien, a usted o a la senora Baxter, por que deseaba verme?
No, me temo que no. Se limito a decirle a su esposa que necesitaba verle a usted con urgencia, que tenia que hablar con usted.
?Y no dijo nada mas?
El sacerdote jugueteo con el rosario.
– Bueno, despues hablo un poco conmigo. Le dije que me encontraba aqui con el fin de administrarle los sacramentos de la reconciliacion, la extremauncion y el viatico, si asi lo deseaba. Me rogo que le administrara dichos sacramentos y pude hacerlo a tiempo para que pudiera reconciliarse con Dios Todopoderoso como un buen catolico. Casi inmediatamente despues, cerro los ojos para siempre.
Collins deseaba abreviar aquella conversacion de tipo espiritual.
Padre, ?me esta usted diciendo que se ha confesado en su lecho de muerte?
– En efecto. He escuchado su ultima confesion.
Bueno, ?ha habido algo en la confesion que pueda darme alguna idea… alguna idea de lo que con tanta urgencia deseaba decirme?
– Senor Collins -dijo el padre Dubinski frunciendo los labios-, la confesion es materia confidencial.
– Pero, ?y si le dijo a usted algo que deseaba que yo supiera…?
– No esta en mi mano establecer lo que iba destinado a usted y lo que iba destinado al Senor. Se lo repito, la confesion del coronel Baxter debe permanecer en secreto. No puedo revelarle ninguna parte de la misma. Ahora sera mejor que regrese junto a la senora Baxter. -Se detuvo unos instantes.- Le repito que lo siento, senor Collins.
El sacerdote se dirigio hacia la habitacion contigua y Collins se encamino lentamente hacia el pasillo.