un taxi para dirigirse a Argo City. -Habia hecho un gesto en direccion a la entrada.- Tengo fuera un Ford de alquiler.

Se habian dirigido al sudoeste atravesando los verdes y extensos campos con las relucientes hileras de los canales de riego antes de llegar a la vasta amplitud del desierto. Habian estado viajando un buen rato en direccion a la frontera mexicana.

Finalmente, habian llegado al letrero amarillo de senalizacion en el que podia leerse en letras negras:

ARGO CITY

Poblacion: 14.000 habitantes

sede de altos hornos y refinerias argo

Radenbaugh, que se sentaba al volante, habia senalado hacia el otro lado de Collins.

– Alli la tiene usted: la mina de cobre. Dos kilometros y medio de anchura y aproximadamente unos ciento ochenta metros de profundidad. Ahi es donde trabaja la mayoria de la poblacion masculina.

A los pocos minutos habian llegado al centro de Argo City: una sola calle principal asfaltada con cuatro o cinco travesias. Collins habia podido identificar varios de los pulcros y bien conservados edificios. Habia unos grandes almacenes de fachada de cristal; la oficina de Correos, el teatro de Argo City, algo llamado Taller de Conservacion de la Ciudad, un pequeno y cuidado parque cuyos paseos conducian a la biblioteca publica de Argo City, un templo de la iglesia episcopal, de afilada aguja, un edificio de ladrillo de dos plantas identificado como la sede del Bugle de Argo City, probablemente el periodico local…

El edificio mas elevado era precisamente el hotel Constellation, de cuatro plantas, en muy buen estado de conservacion y, a pesar de su nombre, construido en estilo arquitectonico de reminiscencias hispanicas.

Tras dejar el coche en el aparcamiento de al lado y pasar frente a un comercio indio en el que vendian munecas, cestos, objetos de cuero y plata y ceramica, habian entrado en el embaldosado vestibulo del hotel, que rodeaba un patio central abierto.

– Parece el edificio J. Edgar Hoover en miniatura -habia comentado Collins en voz baja-. Probablemente lo construyo Tynan.

Radenbaugh se habia llevado un dedo a los labios.

– Ya basta, senor Cutshaw -habia dicho sin apenas mover la boca.

En la recepcion habian dado los apellidos de Cutshaw y Schiller, ambos de Bisbee, Arizona. Habian pedido unas habitaciones contiguas solo hasta ultima hora de la tarde en que tenian previsto marcharse.

Un botones habia cogido la cartera de Radenbaugh y el maletin de Collins y les habia acompanado en el ascensor hasta el tercer piso. Una vez alli, les habia conducido a sus habitaciones, situadas al fondo del fresco pasillo, y habia abierto la puerta que separaba a ambas, examinando el aparato del aire acondicionado y esperando la propina. Recibida esta, se acababa de marchar.

Ahora se encontraban solos en la habitacion de Collins.

Habian acordado que esperarian la llegada de Maynard antes de salir a efectuar un recorrido por la ciudad.

– Cuando llegue despedira el taxi -dijo Collins-. Regresaremos a Phoenix los tres juntos. Entonces ya dara lo mismo. -Se rasco la cabeza.- La ciudad me parece de lo mas corriente. Todo lo que he visto me ha parecido perfectamente normal.

– Espere a ver otras cosas -dijo Radenbaugh abriendo su cartera de documentos-. Anoche hice una lista de todo lo que pude recordar que Noah Baxter me hubiera dicho acerca de este lugar al hablarme del Documento R.

– Y yo dispongo tambien de una lista de las cosas que tenemos que visitar o examinar, preparada por mi equipo de investigacion -dijo Collins-. Juntemos las dos listas. Cuando llegue Maynard decidiremos que es lo que resulta mas prometedor y nos distribuiremos los cometidos.

Se pasaron un cuarto de hora preparando una lista general de lo que habia en Argo City. Al terminar, se mostraron satisfechos de su labor.

– Solo espero que en cuatro horas podamos averiguar lo que queremos -dijo Collins.

– Todo lo que podemos hacer es intentarlo -dijo Radenbaugh-. En realidad, todo dependera de la forma en que la gente que veamos acoja nuestra historia. ?Tiene usted la carta?

– Aqui la tengo -repuso Collins dandose unas palmadas sobre el bolsillo superior de la chaqueta-. No hay problema. De la noche a la manana, alguien del Departamento de Justicia consiguio proporcionarme papel de cartas con el membrete de las Industrias Phillips. No se como pero el caso es que lo consiguio. Entonces yo redacte una carta de presentacion.

Revisaron y ensayaron de nuevo la historia que les iba a servir de tapadera y se dirigieron el uno al otro preguntas dificiles y sospechosas. La base de la falsa historia era que habian acudido a Argo City como representantes de las Industrias Phillips y que habian obtenido autorizacion de la compania de Altos Hornos y Refinerias Argo para inspeccionar ciertas mejoras civicas que se habian llevado a cabo en la ciudad. Las Industrias Phillips se podrian basar posteriormente en aquellas mejoras para la planificacion de una reforma que se tenia el proposito de realizar muy pronto en Bisbee, Arizona.

– ?Cual va a ser el pretexto de Maynard? -pregunto Radenbaugh.

– La suya es una historia totalmente distinta. Nosotros hemos dicho que ibamos a marcharnos esta tarde. El dira que se queda a pasar la noche aqui, aunque en realidad luego se vaya con nosotros. Es un turista. Un abogado retirado de Los Angeles. Viaja desde Los Angeles a Tucson para visitar a su hijo y a su nuera y para ver a su nieto recien nacido. Si se ha detenido a pasar la noche en Argo City no es solo para descansar un poco del largo viaje, sino tambien para estudiar la posibilidad de adquirir una casa aqui. Ya visito en otra ocasion esta poblacion y le parecio encantadora. Ahora esta considerando la idea de quedarse a vivir aqui una buena temporada.

– No estoy muy seguro de que eso de resultado -dijo Radenbaugh arrugando la hinchada nariz.

– Basta con que lo de durante cuatro horas. Intentar convertirse en un habitante de Argo City, ?se da cuenta? Eso nos permitira averiguar un monton de cosas.

– Tal vez.

A Collins se le habia ocurrido otra cosa.

– ?Cree usted posible que alguien de aqui, no se, el administrador de la ciudad, el director del periodico, el jefe de policia… quien sea, haya oido hablar del Documento R?

– Nadie. Ni siquiera la junta directiva de la Argo. Nadie sabe que son unos conejillos de Indias en el magistral plan que Tynan ha urdido para el proximo ano y los anos venideros en los Estados Unidos. El Documento R solo puede conocerlo Vernon Tynan, y posiblemente su ayudante… nunca recuerdo como se llama…

– Harry Adcock.

– Si, Adcock… Y, tambien, como es logico, el difunto Noah Baxter. Despues estamos mi hija, el sacerdote que le hablo a usted de ello, usted y yo mismo. Dudo que haya alguna otra persona que lo haya oido nombrar.

– Usted me dijo que Argo City no era mas que una parte del Documento R. Quiero conocer el resto. Abrigo la esperanza de que aqui podamos descubrir alguna pista.

– Es posible. Pero yo de usted no contaria demasiado con ello.

– Bueno, supongo que lo que importa es lo que hoy podamos averiguar aqui -dijo Collins.

– ?Con vistas a la derrota de la Enmienda XXXV en California quiere usted decir?

– Si. Caso de que no averiguemos nada…

– O de que seamos descubiertos y apresados…

– …me temo que tendre que arrojar la toalla. Esa es la cuestion, Donald. Vamos a vivir una tarde de mucha tension.

– Lo se.

Collins se miro el reloj.

– John Maynard ya deberia estar aqui.

Diez minutos mas tarde Maynard llamaba a la puerta y entraba en la habitacion de Collins. Lo parecia todo menos el digno e impresionante presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Con su sombrero marron de ala ancha, sus gafas de sol, su camisa con los botones desabrochados, sus arrugados pantalones de color caqui y sus botas de media cana, parecia un viejo explorador que acabara de llegar a la ciudad tras pasarse dos

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