– Pertenecemos a la junta escolar de Bisbee. Estamos realizando un estudio acerca del sistema escolar de Argo City. Estabamos hablando con el administrador de la ciudad cuando este nos ha mencionado su caso. Ha dicho que se habia usted desviado…
– ?Que me habia desviado? -repitio ella perpleja-. Estaba cumpliendo con mi deber. Estaba ensenando historia norteamericana.
– Sea como fuere, le han comunicado el despido.
– Si, hoy es mi ultimo dia de clase.
– ?Puede decirnos que ocurrio? -pregunto Radenbaugh.
– Casi me averguenza decirlo -repuso ella-. Es demasiado ridiculo. Mi clase estaba a punto de iniciar un estudio acerca de los padres de la patria. Para animar un poco el estudio, me acorde de un viejo recorte de periodico que conservaba en Wyoming, donde vivia antes de trasladarme aqui. -Rebusco en su bolso, saco un amarillento recorte de periodico y se lo entrego a Collins.- Se lo lei a mis alumnos…
Collins y Radenbaugh leyeron la noticia de la Associated Press:«Solo una persona de cada cincuenta abordadas en las calles de Miami por un reportero accedio a firmar una copia mecanografiada de la Declaracion de Independencia. Dos personas le calificaron de ‘basura comunista’, otra amenazo con llamar a la policia… -La senorita Watkins les senalo la ultima parte del escrito.- Otras personas que se molestaron en leer los tres primeros parrafos hicieron comentarios parecidos. Una de ellas dijo: ‘Eso es obra de un chalado.’ Otra comento: ‘Habria que llamar al FBI para que se enterara de estas tonterias.’ Y otra califico al autor de la Declaracion de ‘revolucionario exaltado’. Y cuando el reportero distribuyo un cuestionario entre trescientos miembros de un joven grupo religioso con un resumen de la Declaracion de Independencia, un veintiocho por ciento de ellos contesto que aquel resumen habia sido escrito por Lenin.»
La senorita Watkins volvio a guardarse el recorte en el bolso.
– Tras haberselo leido, les dije a mis alumnos que no permitiria que pasaran por mi curso sin haber leido como Dios manda la Declaracion de Independencia y la Constitucion y sin haber comprendido estos dos documentos fundamentales.
– ?Se refirio usted a la Ley de Derechos? -pregunto Collins.
– Pues claro. Forma parte de la Constitucion, ?no? Es mas, comente ante mis alumnos las libertades y los derechos civiles fundamentales. Mis alumnos reaccionaron muy favorablemente. No obstante, algunos de ellos lo comentaron en su casa con sus padres y todo se empezo a exagerar y falsear y, en un abrir y cerrar de ojos, el director de la Junta Educativa de Argo City me califico de alborotadora. ?Alborotadora? Pero, ?que alboroto? Yo dije que me habia limitado a ensenar historia. El insistio en que me habia dedicado a fomentar la disension y me dijo que, por este motivo, tendria que despedirme. En realidad, sigo sin entender lo que ha ocurrido.
– ?Y no va usted a protestar por este despido? -pregunto Radenbaugh.
La senorita Watkins parecio sorprenderse ante aquella sugerencia.
– ?Protestar? ?Ante quien?
– Debe de haber alguien.
– No hay nadie. Y, aunque lo hubiera, no me atreveria a hacerlo.
– ?Por que no? -insistio Radenbaugh.
– Porque no quiero meterme en lios. Quiero que me dejen en paz. Me gusta vivir y dejar vivir.
– Pero es que no van a dejarle vivir, senorita Watkins -tercio Collins-. Al menos, no como a usted le gusta.
– No se -dijo ella momentaneamente confusa-. Me imagino que aqui debe de haber ciertas normas, como en todas partes. Yo debo de haber quebrantado alguna sin querer. Pero no tengo la menor intencion de organizar un… un escandalo publico. No, no pienso hacerlo.
– ?Que sucedio la ultima vez que enseno usted la Constitucion? -pregunto Collins.
– No la habia ensenado nunca. Yo ensenaba historia europea. La esposa del administrador de la ciudad era quien ensenaba historia norteamericana, pero se retiro en el ultimo semestre y yo pase a sustituirla.
– ?Que va usted a hacer ahora, senorita Watkins? ?Se quedara en Argo City?
– Ni hablar, no me lo permitirian. Nadie se puede quedar a vivir aqui a no ser que trabaje para la empresa o la ciudad. No me ofrecerian ningun otro trabajo. Supongo que regresare a Wyoming, no se. Resulta todo muy desagradable. Francamente no se que he hecho de malo.
– ?Quiere usted contarnos mas cosas? -pregunto Collins.
– ?Sobre que?
– Sobre lo que ocurre aqui.
– Aqui no ocurre nada, lo que se dice nada -repuso ella con excesiva rapidez-. Creo que sera mejor que vuelva a mi clase. Si ustedes me disculpan…
La profesora desaparecio tras la puerta del aula.
– Si alguna vez el fascismo llega a los Estados Unidos, sera porque la gente habra votado en su favor. ?Quien dijo eso, Chris? -pregunto Radenbaugh mirando a Collins.
– Amen -dijo Collins tomando a Radenbaugh del brazo-.
– Sera mejor que regresemos al hotel. Tenemos que adoptar muchas decisiones.
A las cinco y cinco los tres se hallaban ya reunidos en la habitacion de Chris Collins del Hotel Constellation.
Collins fue quien primero tomo la palabra dirigiendose al presidente del Tribunal Supremo, Maynard, que acababa de sentarse sobre el duro colchon de la cama tras quitarse el sombrero y que ahora se estaba enjugando el sudor de la frente.
Y bien, senor Maynard, ?que ha averiguado usted?
– En una palabra es… es… un escandalo -contesto Maynard con expresion aturdida.
– Increible -dijo Collins conviniendo con el.
– ?Quien hubiera podido imaginarse que pudieran suceder tales cosas en los Estados Unidos?
– Pues vaya si estan sucediendo -dijo Collins con expresion sombria-. La gente de aqui esta tan adoctrinada que ni siquiera se da cuenta de lo que le ocurre.
– Si, esta ha sido tambien mi impresion -dijo Maynard asintiendo energicamente.
– Es tarde -dijo Collins-. Creo que cuanto antes nos vayamos de aqui y regresemos a Phoenix, mejor. Lo podremos comentar todo con mas detalle en el automovil. Ahora permitame que le resuma lo que Donald y yo hemos descubierto. Hemos hecho muchas cosas y hemos hablado con mucha gente. Los resultados han sido muy interesantes.
– Yo tambien -dijo Maynard-. Hasta he hablado con el
Collins se levanto y empezo a pasear nerviosamente por la estancia.
– Permitame explicarle en esencia lo que Donald y yo hemos descubierto. La compania Altos Hornos y Refinerias Argo ostenta la propiedad de los unicos comercios de alimentacion y prendas de vestir de la ciudad. A los empleados de las minas se les paga un salario, pero tambien se les entrega unas libretas de cupones que solo son validos en los comercios propiedad de la empresa. Cuando no disponen de dinero pueden utilizar vales para comprar a credito. Y la mayoria de ellos acaban empenados con la empresa.
– Una forma sutil de esclavitud economica -anadio Radenbaugh.
– Pero hay otras muchas cosas que no son tan sutiles. La empresa es propietaria de todas las tierras, es propietaria o bien controla el ayuntamiento, la oficina del