cuanto la Enmienda XXXV sea aprobada.

– No sera aprobada -dijo Collins pausadamente-. Pasado manana la enmienda sera derrotada y de nuevo podremos gozar de la vida. Asi es que no se preocupe por Tynan. Comamos, bebamos y alegremonos. Esta noche tenemos que celebrarlo.

Cuando Karen Collins, enfundada en su vaporoso camison azul palido, penetro en el domitorio procedente del cuarto de bano, todas las luces estaban apagadas a excepcion de la de la lampara dela mesilla de noche. El reloj electrico de debajo de la lampara marcaba la una menos diez de la madrugada. En el otro lado de la cama, su esposo, ya acostado, se encontraba tendido con la cabeza profundamente hundida en la almohada y de espaldas a ella.

Karen se metio en la espaciosa cama e incorporandose un poco se inclino hacia el. Collins mantenia los ojos cerrados.

– Gracias por esta velada tan maravillosa, carino -le dijo ella en un susurro.

– Mmmm -murmuro el con expresion fatigada.

Karen inclino la cabeza y le beso en la mejilla.

– Buenas noches, carino. Estas muy cansado. Que duermas bien.

Le parecio oir que le decia buenas noches.

Le estuvo contemplando unos instantes y, finalmente, volvio a incorporarse y se tendio boca arriba en su lado de la cama, sin apagar todavia la luz de la lampara. Se quedo un rato mirando pensativa hacia el techo.

Su mente regreso a la velada en el Jockey Club y a aquel escritor regordete llamado Ishmael Young.

Young habia dicho al principio: «El director lo sabe todo».

Mas tarde habia dicho: «Estoy seguro de que no hay nada de su vida, senora Collins, ni de la suya, senor Collins, o de la mia que Vernon T. Tynan no sepa».

Penso en todo ello mientras miraba hacia el techo y recordo aquella vez en Fort Worth, Texas.

Se fue agitando por momentos y subitamente fue presa del miedo.

Volviendo la cabeza sobre la almohada, contemplo la parte posterior de la cabeza de su esposo y se humedecio los resecos labios. Aun estaba a tiempo de hablar. Tal vez no fuera un tema muy apropiado para la alcoba, tal vez no resultara adecuado estando el tan cansado… pero tenia que hablar.

– Chris -dijo-, Chris, carino, tengo que hablarte de algo… algo que jamas habia tenido ocasion de decirte. Creo que debo decirtelo ahora. Hubiera debido hacerlo antes, pero… en fin, es algo que tienes que saber. Escuchame, carino. Dejame hablar. ?Lo haras, carino?

Callo esperando la respuesta… y pudo escucharla.

Collins estaba roncando suavemente.

Demasiado tarde.

Con un suspiro de angustia, se dio la vuelta, extendio la mano para apagar la lampara y despues dejo caer la cabeza sobre la almohada manteniendo los ojos abiertos en la oscuridad.

Se estremecio. Recordaba el pasado; pensaba aturdida en el futuro.

Cerro los ojos permaneciendo despierta un rato hasta que el sueno la envolvio en las tinieblas.

Tal vez, penso, y fue su ultimo y consolador pensamiento antes de dormirse, me estoy comportando como una chiquilla tonta a la que asusta la noche. Aqui no hay monstruos. Solo personas. Personas como tu y como yo. Buenas noches, Chris. Juntos estamos a salvo, ?no es cierto?

Tras lo cual se fue hundiendo cada vez mas profundamente en ese lugar en el que comienzan los suenos.

En el edificio J. Edgar Hoover, Harry Adcock, tras haberse tomado un almuerzo ligero, abandono su despacho de la septima planta y se dirigio hacia el ascensor. Su destino de aquel domingo por la tarde, el mismo de todos los dias desde que su jefe le habia encargado aquella mision de alta prioridad, era el complejo de computadoras situado en la parte de atras de la primera planta.

Mientras descendia en el ascensor, Adcock recordo las palabras textuales de la mision que le habia confiado Tynan.

empezar con nuestro secretario de Justicia, Collins. Quiero que se lleve a cabo una discreta investigacion acerca de su persona…Quiero que se realice una investigacion diez veces mas exhaustiva que las de la primera vez… Investiguen a todas las personas que se hayan relacionado con el a lo largo de toda su vida.

Adcock no habia perdido el tiempo y habia organizado dos equipos de fuerzas de choque de la mas alta eficacia. El mayor de ellos, integrado por agentes especiales exteriores cuidadosamente seleccionados entre diez mil, trabajaria sobre el terreno. Dichos agentes habian sido elegidos no solo por su experiencia y habilidad sino tambien por su personal lealtad al director. El grupo mas pequeno estaba integrado por agentes escogidos entre el personal de mas confianza y discrecion de la central, y su labor consistiria sobre todo en el llamado trabajo de oficina.

Las dos fuerzas se habian lanzado inmediatamente a investigar acerca de Collins. Habian realizado su labor en silencio y con la mayor discrecion -en la medida de lo posible-, y, en el transcurso de los dias que llevaban trabajando, habian conseguido obtener una enorme cantidad de material. La vida de Collins habia sido examinada minuciosamente, al igual que las de todos sus parientes, conocidos y amigos.

Hasta la fecha, por lo menos hasta el dia anterior, los resultados habian constituido para Adcock una triste decepcion. Todo lo que se habia averiguado acerca de Collins y sus allegados habia resultado legal, correcto, honrado y decente, confirmando los hallazgos de la primera investigacion realizada por el FBI. Se habian abierto casi todas las puertas de los armarios. En ninguno de ellos se habia descubierto ningun esqueleto. Resultaba asquerosamente ilogico y Adcock no acertaba a creerlo. Llevaba mucho tiempo en aquel trabajo, habia podido ver lo peor de los seres humanos, para creer en la pureza. Si se escarbaba lo suficientemente hondo y durante el tiempo suficiente, se descubria alguna suciedad… mas tarde o mas temprano se descubria alguna suciedad.

Como es natural, habia mantenido a Tynan al corriente de los progresos de la investigacion. Puesto que a Tynan jamas le interesaban los detalles sino unicamente los resultados finales, Adcock no le habia hablado a su jefe de sus fracasos diarios en su intento de descubrir algo que poseyera cierto valor de caracter practico. Solo le habia revelado las cosas que marchaban por buen camino, las pistas que se habian estado siguiendo desde Albany a Oakland.

Esperaba que hoy tuviera mejor dia y que descubriera algo satisfactorio y util, algo de interes para su jefe.

Al llegar al primer piso, Adcock salio del ascensor y paso frente a la fuente ornamental en direccion al complejo de computadoras del FBI.

Una vez dentro, leyo el rotulo que decia Centro Nacional de Informacion Criminal y se tranquilizo inmediatamente. Al pasar la mirada por los aparatos electronicos que llenaban la vasta sala -el teclado de introduccion de datos, el tablero de control, las unidades de cinta magnetica, la impresora de mil cien lineas por minuto- su sensacion de seguridad se hizo total. No habia impureza humana que pudiera escapar a la deteccion por parte de aquellos aparatos, del mismo modo que no existia debilidad humana que pudiera escapar al olfato de los persistentes sabuesos del exterior.

Adcock empezo a buscar por la sala a Mary Lampert. Era la funcionaria de comunicaciones de mayor categoria y su principal contacto alli abajo. Al no verla, se detuvo para preguntarle a otra empleada donde estaba. Le dijeron que acababa de salir y que regresaria en seguida.

Adcock se acomodo en una silla, dispuesto a esperarla.

Mientras contemplaba una vez mas las cadenas de computadoras, recordaba la Division de Identificacion de arriba y pensaba en los agentes del exterior, no le cupo a Adcock la menor duda de que mas tarde o mas temprano dispondria de alguna buena noticia para su jefe. No era mas que una cuestion de tiempo.

El lenguaje de la cabeza de Adcock era el lenguaje de las implacables estadisticas. Para animarse un poco, empezo a pasarles revista.

Cadena de computadoras. El sistema se alimentaba a traves de las cuarenta mil agencias federales, estatales y locales de cincuenta estados. Se recogian y almacenaban datos no solo acerca de personas con antecedentes

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