noche.

– Si -dijo ella casi hablando para sus adentros-. Si es que hay un manana por la noche.

9

De pie en la tribuna, ante los seiscientos invitados reunidos en el salon de baile color dorado palido Guildhall del hotel East Ambassador de Chicago, Chris Collins paso otra pagina del discurso que estaba leyendo en la reunion anual de la Sociedad de Antiguos Agentes Especiales del FBI. Observo que solo le quedaba por leer una pagina y respiro aliviado.

Su discurso estaba resultando soso y, hasta aquellos momentos, estaba siendo acogido con cierta frialdad.

Collins no se sorprendia lo mas minimo. Existian demasiados factores que habian contribuido a debilitar tanto el contenido como la lectura del discurso. Habia hablado sin concentrarse, con desaliento y excesiva cautela.

No habia logrado concentrarse porque sus pensamientos estaban en otro lugar. En la sala de conferencias de su despacho del Departamento de Justicia, alla donde Vernon T. Tynan le habia acosado y le habia sometido a chantaje obligandole a guardar silencio a proposito de lo que realmente pensaba. En el dormitorio de su casa, donde tanto el como Karen habian sufrido la revelacion del asesinato y del juicio. En su California natal, donde eran las primeras horas de la tarde en Sacramento y donde antes de sesenta minutos la Asamblea del estado se reuniria convirtiendose en la primera de las dos camaras del estado en la que se someteria a votacion la ratificacion de la Enmienda XXXV.

Se habia sentido desalentado en el transcurso de su vuelo a Chicago de la noche anterior, durante toda la manana y en el almuerzo al que habia asistido en compania de sus anfitriones. Todo su discurso habia dejado traslucir su derrotado y pesimista estado de animo. Se habian desvanecido todas sus esperanzas de derrotar la Enmienda XXXV en California, ya fuera en la Asamblea o bien mas tarde en el Senado. La muerte del presidente del Tribunal Supremo, Maynard, habia constituido el mas duro de los golpes. Maynard por si solo hubiera podido invertir el curso de los acontecimientos. Pero habia sido despiadadamente eliminado en el ultimo momento. Despues, la negativa del presidente a destituir a Tynan, con la consiguiente revelacion de las actividades de este y el consiguiente perjuicio para la enmienda, habia sido otro golpe fatal. Su decision de luchar en solitario contra la enmienda habia sido motivo de un cierto optimismo que Tynan habia logrado ahogar con gran eficacia. Solo quedaba el Documento R, y hasta entonces se le habia escapado, lejos de su vista y de su alcance. Pero, por encima de todo, la flojedad del discurso se habia debido a su cautela. 0 tal vez la palabra mas adecuada fuera temor… Si, la causa de aquella flojedad habia sido el temor. Los miembros de la Sociedad de Antiguos Agentes del FBI, a quienes iba dirigido el discurso, eran en su mayoria hombres de Tynan. Bajo J. Edgar Hoover, la sociedad de ex agentes del FBI habia contado con diez mil miembros. Muchos de ellos, tras abandonar el FBI, habian iniciado prosperas carreras en la abogacia, la industria y el sector bancario gracias al apoyo y la ayuda de Hoover. Ahora, bajo el mandato de Vernon T. Tynan, la sociedad de ex agentes del FBI contaba con catorce mil hombres y mujeres -pocas mujeres-, la mayoria de los cuales se hallaban todavia sometidas a la disciplina del FBI y le agradecian a Tynan el sello de aprobacion que habia contribuido al progreso de sus carreras. Para Collins, se trataba de un auditorio hostil. No sabian que el discrepaba de sus opiniones. El unico que lo sabia era el, pero este hecho bastaba para inquietarle.

El discurso que habia preparado junto con Radenbaugh habia sido cuidadosamente endulzado con el fin de complacer al auditorio. Puesto que le constaba que no podria atacar a la Enmienda XXXV, Collins habia procurado evitar hacer la menor referencia a la misma. Habia hablado dando por sentado que la enmienda se convertiria en ley y se habia extendido especialmente en el hecho de que eran necesarias ulteriores medidas encaminadas a poner un freno al crimen y la ilegalidad en los Estados Unidos. Se habia referido en amplios terminos a las demas reformas que era necesario introducir en el pais. Se habia referido al crimen y a sus causas. Se habia referido a las raices sociales del crimen. Habia comprendido desde un principio que ello no conseguiria hacer vibrar a su auditorio pro-Tynan. Aquellos ex agentes del FBI deseaban que se elogiara con vehemencia la Enmienda XXXV forjada por su director. Deseaban que se proclamara a bombo y platillo la muerte de la obstruccionista Ley de Derechos y el nacimiento del nuevo Comite de Seguridad Nacional, encabezado por Tynan. Pero, en su lugar, les habian arrojado el jarro de agua fria de las reformas sociales. Estaban decepcionados y aburridos.

Collins era tambien consciente de que el auditorio estaba repleto de espias y confidentes de Tynan dispuestos a informar a su amo de cualquier desviacion suya. Anticipandose a ello y tras su confrontacion del dia anterior con Tynan, Collins habia corregido varias veces el discurso durante el vuelo y aquella manana en su suite de Chicago, aguandolo constantemente hasta dejarlo convertido en un charco. Sabia que el menor asomo de disension se traduciria en una desgracia para Karen.

Sabia tambien, como es logico, que se encontraba entre el auditorio una reducida minoria de personas contrarias a Tynan y contrarias a la Enmienda XXXV. No sabia quienes eran pero sabia que Anthony Pierce era su dirigente. Hasta habia temido ponerse en contacto con Pierce a ultima hora de la noche anterior y aquella misma manana. Resultaria muy peligroso para Karen que Tynan se enterara de que habia mandado llamar a Pierce y tenia el proposito de reunirse con el en secreto una vez finalizado el discurso, Aquella manana Collins se habia dirigido a una anonima cabina telefonica de la calle con el fin de llamar a Pierce. Habia acordado reunirse con este no en su suite sino en una habitacion desocupada del mismo hotel Ambassador -reservada bajo otro nombre.- una vez hubiera finalizado su discurso y abandonado el salon de baile. Habian acordado ver juntos desde aquella habitacion la retransmision en directo de la votacion en la Asamblea de California, y, en caso necesario, Collins se arriesgaria a revelarle a Pierce su defeccion de la postura de la administracion en relacion con la enmienda y a ayudarle en toda clase de estrategias susceptibles de derrotarla en la votacion a que fuera sometida tres dias mas tarde en el Senado.

Chris Collins habia estado pensado en todo ello mientras leia su discurso tratando de infundirle significado.

Habia llegado a la ultima pagina. Trato de entregarse por entero y de infundirle emocion.

«Asi pues, amigos mios, hemos llegado a una encrucijada -prosiguio Collins-. Nos encontramos en el umbral de un dramatico cambio en la Constitucion del pais en nuestro afan de restablecer la ley y el orden. Sin embargo, para preservar una pacifica sociedad de seres humanos, se necesitan otras muchas cosas. He esbozado aqui algunas de esas necesidades. Permitame resumirselas en las palabras de un antiguo secretario de Justicia de los Estados Unidos. -Collins se detuvo, estudio las hileras de rostros que tenia delante y se dispuso a citar las palabras de uno de los secretarios de Justicia que le habian precedido en el cargo.- Nos insto energicamente a que recordaramos lo siguiente: ‘Si queremos abordar eficazmente el crimen, es necesario que hagamos frente a los deshumanizadores efectos que ejercen sobre el individuo los barrios bajos, el racismo, la ignorancia y la violencia, la corrupcion y la imposibilidad de hacer valer los propios derechos, la pobreza, el desempleo, el ocio, las generaciones de desnutricion, los danos cerebrales congenitos, la desatencion prenatal, las enfermedades, la contaminacion, las viviendas ruinosas, insalubres y sucias, los hacinamientos de individuos, el alcoholismo y las drogas, la avaricia, la inquietud, el temor, el odio, la impotencia y la injusticia. Esos son los origenes del crimen, y pueden ser controlados.’ Es hora va de que actuemos en ese sentido. Nada mas. Gracias por su atencion.»

No les habia dicho el nombre del secretario de Justicia cuyas palabras habia citado. No les habia dicho que las palabras pertenecian a Ramsey Clark.

Escucho unos tibios aplausos y finalizo su agonia.

Regreso aliviado a su asiento, estrecho sin fuerza algunas manos y se dispuso a escuchar a los ultimos oradores, con cuyas intervenciones finalizarian los actos oficiales de la convencion.

Media hora mas tarde se vio libre. Abandono el salon de baile Guildhall y se reunio con su guardaespaldas Hogan, que le acompano en el ascensor hasta la suite 1700-01 situada en la esquina del pasillo de la decimoseptima planta. Ya junto a la puerta, le dijo a Hogan que permaneceria en la suite toda la tarde. Le sugirio que bajara al Greenery, el cafe del hotel, y aprovechara para tomar un bocado. El guardaespaldas accedio de muy buen grado.

Una vez en la suite, Collins espero un poco y despues abrio la puerta y echo un vistazo al pasillo. No habia nadie. Abandono rapidamente sus habitaciones, se dirigio hacia la escalera, descendio hasta la decimoquinta planta y se encamino hacia la habitacion desocupada 1531. Cerciorandose de que nadie le hubiera seguido,

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