habia abierto la puerta. Era un joven de rostro enjuto, enfundado en un traje oscuro, que le susurro algo a Pierce. Este asintio con la cabeza, le saludo brevemente y alcanzo a Collins, que se habia adelantado unos pasos.
– Espero que se encuentre usted en buena forma -dijo Pierce en voz baja-. No podemos utilizar el ascensor y las escaleras mecanicas no funcionan. Subiremos hasta la septima planta por la escalera de incendios.
Se dirigieron hacia la escalera y empezaron a subir. Collins se esforzaba por no quedar rezagado. Al llegar al tercer rellano, Pierce se detuvo unos instantes para que Collins pudiera recuperar el resuello, y despues ambos siguieron subiendo.
Llegaron a la septima planta sin haberse tropezado con nadie. A excepcion de sus pisadas, mientras iban subiendo alrededor del patio central, reinaba un silencio absoluto.
Llegaron junto a una puerta en la que podia leerse:
Pierce le indico por senas a Collins una segunda puerta en la que no figuraba ninguna placa. Acerco la mano al picaporte y abrio la puerta sin dificultad. Pierce entro seguido de Collins. Habian penetrado directamente en el despacho privado de Tynan, tenuemente iluminado por una lampara que habia junto al sofa.
Collins permanecio de pie examinando la estancia. El escritorio de Tynan se encontraba a la izquierda, frente a las ventanas que daban a la calle Nueve cara al edificio del Departamento de Justicia. A la derecha habia un sofa, una mesita y dos sillones.
No se veia ningun archivador.
– Se encuentra en el vestidor -le dijo Pierce en voz baja senalando hacia una puerta abierta.
Pasaron por entre la mesita y los sillones y cruzaron la puerta que daba acceso al pequeno vestidor. Pierce busco el interruptor y encendio la luz del techo. Estaban frente al archivador Victor Firemaster de color verde de Noah Baxter.
La cerradura de combinacion se encontraba en el tercer cajon empezando por abajo.
Pierce trato de abrir los cajones. Todos estaban perfectamente cerrados.
– Esta bien -dijo-, manos a la obra. Creo que resultara facil.
Con la habilidad de un experto, Pierce giro el mecanismo de la combinacion. Collins le miraba, consciente de que el tiempo iba pasando. Solo habian transcurrido tres minutos, pero a Collins se le antojaban horas y la angustia estaba empezando a resultarle insoportable.
Oyo que Pierce lanzaba un suspiro de alivio y vio que dejaba entreabierto el tercer cajon.
Pierce se incorporo, abrio el cajon de arriba y retrocedio un paso.
– Todo para usted, Chris -dijo.
Con el corazon latiendole con fuerza, ,Collins avanzo. Examino la primera mitad del cajon de arriba, donde podian verse varias cassettes Norelco en sus pequenos estuches de plastico y unas seis o siete de mayor tamano, del tipo de las que utilizaba Rick.
Estaba acercando la mano al cajon cuando, subitamente, un haz de potente luz ilumino la estancia al tiempo que se escuchaba el sonido de una chirriante voz a su espalda.
– Buenas noches, senor Collins -le saludo la voz-. No se moleste.
Collins se dio rapidamente la vuelta mientras Pierce hacia lo propio.
La puerta del cuarto de bano aparecia abierta y, llenandola totalmente, podia verse la compacta figura de Harry Adcock. En su rostro se dibujaba una horrible sonrisa.
Adcock extendio la manaza y aparecio en su palma una cassette Memorex.
– ?Es esto lo que ustedes andan buscando, caballeros? -les pregunto-. ?El Documento R? Bueno, pues aqui lo tienen. Permitanme que se lo muestre.
Tomo la cassette por ambos lados y quito la funda de plastico. Despues, sin dejar de mirarles, introdujo un dedo por la parte interior de la cinta, la solto y empezo a desenrollarla lentamente. Tras arrojar la funda de plastico sobre la alfombra, les mostro la estrecha cinta marron.
Collins observo con el rabillo del ojo que la mano de Pierce se deslizaba hacia el bolsillo de su chaqueta, pero la mano de Harry Adcock se movio con rapidez hacia la sobaquera que llevaba bajo la americana y en ella aparecio un revolver, un magnum negro de canon corto y calibre 35.7, con el que apunto a ambos.
– No lo intente, Pierce -advirtio-. Tome, senor Collins, sostengame un momento la cinta -dijo depositando la cinta en la mano inerte de Collins. Avanzando de lado, cacheo a Pierce, le encontro el revolver especial de la policia del calibre 38 y se lo guardo en el bolsillo. Esbozo una sonrisa-. Que la prensa hablara de un tiroteo entre el director adjunto del FBI y el colaborador no oficial del secretario de Justicia no resultaria muy agradable, ?verdad?
Despues extendio la mano y recogio la cinta que Collins sostenia en la palma de la suya.
– Es todo lo mas que ha podido usted acercarse al Documento R, senor Collins. -Sosteniendo la cinta en una mano y apuntandoles todavia con el arma, Adcock retrocedio hacia el cuarto de bano.- Echenle un ultimo vistazo - les dijo ya desde el interior-. Jamas fue un documento, ?saben ustedes? Jamas se escribio sobre papel. Y tampoco hubiera debido grabarse en ninguna cinta. Las cosas mas importantes suelen albergarse en las cabezas de los hombres y en ninguna otra parte.
La pierna de Adcock habia tropezado con la taza del retrete, sobre la cual hizo oscilar la cinta.
– Espere un momento -le imploro Collins-. Escucheme…
– Primero escuche usted esto -dijo Adcock dejando caer la cinta en la taza del retrete, inclinandose hacia atras y presionando el boton de la salida del agua, cuyo rumor parecio divertirle. Sonrio.- Ha desaparecido por el desague… igual que sus esperanzas, senor Collins. -Salio del cuarto de bano.- Y ahora, ?que deseaba usted decirme, senor Collins?
Collins se mordio el labio y no dijo nada.
– Muy bien, caballeros, les acompanare a la calle -dijo senalando con el revolver hacia el despacho de Tynan.
Adcock permanecio a sus espaldas hasta que llegaron al centro de la estancia. Despues se aparto de ellos y fue hacia el escritorio del director, apoyando su mano libre sobre el gran magnetofono plateado de Tynan.
A continuacion, se dirigio a Collins.
– No se que tal secretario de Justicia es usted, senor Collins, pero no me cabe la menor duda de que no serviria para agente del FBI. A un buen agente no se le pasa por alto nada. Usted y sus muchachos han desconectado todos los aparatos de escucha instalados en la ciudad para ocultar su visita secreta de esta noche a este despacho, pero han olvidado desconectar uno.
Pulso el boton de puesta en marcha del magnetofono de Tynan.
Las voces que brotaron del altavoz resultaban claramente identificables.
La voz de Rick: «Cuando el abuelo se puso enfermo, cogi la ultima cinta, escribi en ella 'ASJ', que quiere decir 'Abuelo Secretario de Justicia', y 'Enero', y despues la puse con las demas y las coloque todas en el cajon de arriba del archivador especial del abuelo junto con las cintas que el tenia grabadas, para que no se perdieran».
La voz de Collins: «Y el archivador del abuelo se lo llevaron de aqui, ?verdad?».
La voz de Rick: «Si, pero solo durante algun tiempo».
Adcock se lo estaba pasando en grande. Ahora apreto el boton y apago el aparato.
– Usted no tuvo en cuenta a la madre de Vernon Tynan. Esta se entero de que usted iba a acudir a visitar a Hannah Baxter y se lo conto a su hijo. Puede usted subestimar al FBI, senor Collins, pero no debe subestimar jamas el amor de una madre, por lo menos la aficion de una madre a chismorrear con su hijo… y con sus amigas. -Movio una vez mas el revolver en direccion a Pierce y a Collins.- Pueden ustedes salir de este despacho por donde han entrado. Dos agentes que se encuentran en el pasillo les acompanaran hasta la planta baja. Buenas noches, caballeros. Esta vez podran abandonar el edificio por la entrada principal.
Fue el trayecto mas largo que Chris Collins hubiera recorrido jamas hasta su casa de McLean, Virginia.
Abatido, se hundio en el asiento delantero del automovil alquilado de Pierce mientras este, que era tambien la viva imagen de la tristeza, se ponia al volante. En el asiento de atras, Van Allen aparecia igualmente abatido.
Apenas intercambiaron una palabra hasta llegar a la residencia de Collins.
Mientras apagaba el motor, Pierce dijo:
– Bueno, no todo puede ganarse, pero se ha hecho lo que se ha podido.
– Supongo que esto es el final del camino -dijo Collins-. Manana el pais sera suyo.