Supuse que algo me ocultaba, cuando no se dirigio al salon, donde generalmente nos sentabamos, sino que me condujo escaleras arriba, hacia la habitacion de las pinturas, herramientas y juegos que yo habia proyectado para la expresion de ciertas emociones.
– Sera mejor que no entre aqui esta noche -dije-. Estoy cansado, he tenido un dia agotador.
– Pues sera mejor que entres -contesto-. Tengo una gran emocion que expresarte, e intento expresarla con los medios que tu me has proporcionado. ?Tienes derecho a negarme esto?
– No -murmure-. Solo el deseo.
– Es insuficiente -dijo-. Pasa.
Entramos en la habitacion que aparentaba haber sido muy utilizada. Adverti un signo ominoso: mi fotografia yacia en pedazos por el suelo.
– Bien -dijo, sentandose en un columpio que colgaba del techo. Empezo a balancearse en el-. Quiero decirte que te odio. Has destrozado mi vida, igual que una nina traviesa tira un reloj al suelo y no puede repararlo.
?Que podia responder a estas palabras? Aguarde un momento.
– Reparame -dijo imperiosamente. Como no me moviera, repitio su orden. Tenia que hacer algo, de modo que fui a la mesa de las herramientas y tome un martillo, una sierra y clavos, y avance hacia ella. Pero no me podia acercar lo suficiente por temor a que me hiriera con el columpio o con sus pies, que repetidamente acercaba y apartaba de mi cara.
– Asi no -rio, mientras pasaba velozmente junto a mi rostro.
Entonces detuvo el columpio y quedo de pie. -Asi. Pon tus brazos alrededor de mi. Me rodeo con sus brazos. Yo solte la sierra estrepitosamente, pero seguia sosteniendo en mi mano izquierda el martillo.
– Suelta el martillo -me dijo. Obedeci, no se si por miedo o por indiferencia. Entonces ella aparto su velo y susurro. -Besame.
No supe que fuerzas me dominaron entonces. Era victima de un furor erotico como nunca habia experimentado. La habitacion se desvanecia ante mis ojos. Aferre el vestido de Frau Anders. Parecia haber tantas capas de ropas que casi pense que no iba a encontrar ningun cuerpo debajo de ellas. Una tras otra fui arrancando tunica tras tunica y arroje al suelo todo su ropaje, hasta dejarla desnuda y mas apetecible a mis ojos que nunca.
– La casa te ha curado -exclame, ilusionado. No era solo su cara, cuya notable recuperacion ya habia observado, y que no se debia a los efectos de la casa, ni a mi. Su cuerpo, como en aquel momento lo veia, estaba intacto, sin senal alguna. El mismo suave cuerpo que habia conocido antes, antes de que nos separaran mis inexplicables crimenes. Crei recordar que ella habia dicho algo acerca del maquillaje, cosmeticos, como un truco para ganar mi consuelo. ?Es posible? Desde luego, yo no estaba en mis cabales, y recuerdo que me volvi extremadamente incoherente. «Mi caballo», la llame acariciando sus muslos. «Mi caballito cojo.» La llame mi cisne, mi reina, mi angel, la musa de mis suenos. En un momento, escapo de mis brazos -rodabamos y nos estrechabamos en el suelo- y corrio hacia el pasillo. La segui, llamandola «mi reina» y «eterna moradora de mi corazon», y la vi desaparecer en la habitacion que yo habia pensado y dispuesto para entretenimientos sexuales. Me lance sobre la puerta y la encontre cerrada.
– Casate conmigo -dijo desde el interior, riendo.
Golpee la puerta con furia.
– Estoy en la banera, Hippolyte. Esperandote -decia.
Golpee la puerta con mayor violencia y le grite que abriera.
– No -exclamo-. Estoy en la pared, ?recuerdas tus suenos? Tengo las munecas encadenadas y el metronomo marca el ritmo de mi deseo por ti.
– No puedo -gemi-. No puedo casarme contigo, reina mia.
– En la capilla -respondio-. Puedes casarte conmigo en la capilla, abajo, en el
Yo habia olvidado la capilla. ?Por que instale una capilla?
– No tenemos aqui ningun cura -proteste.
Hubo un silencio. Apoye la cabeza contra la pared; los ojos se me llenaron de lagrimas de rabia y frustracion. Entonces ella abrio la puerta y salio.
– ? Estas preparado, querido? -dijo dulcemente.
Asenti, atontado. Aparecio vistiendo un albornoz blanco, y tomo mi brazo. Fuimos hasta la capilla y nos arrodillamos ante el altar. Pronuncio algunas palabras para si misma y despues me dijo:
– Ante los ojos de Dios, tu has sido siempre mio. Desde la primera vez que te vi, un timido estudiante con la cabeza llena de libros y de suenos…
– Los suenos vinieron despues -interrumpi. -Oh, aquellos suenos. ?Pero no empezaron despues de conocerme y desearme? -pregunto triunfalmente. -No -respondi-, los suenos no tienen nada que ver contigo. Nunca debi haberte hablado de ellos.
El recuerdo de mis suenos me reanimo, y crei que me devolvian la confianza en mi. ?Que estaba haciendo con esta mujer insaciable, arrodillada en el suelo ante un altar? Temi que sus sufrimientos hubieran danado su mente. Cierto, solo unos momentos antes, me habian afectado a mi, cuando sentia la ilusion de desearla.
– Debes perdonarme -dije, mientras me levantaba-. No puedo casarme contigo. Te lo he dicho ya antes. Estoy decidido a casarme con otra persona, cualquiera que sea.
– Pero yo te he esperado siempre -sollozo-. La casa y yo estamos esperando. Tu nos has hecho como somos. Sin ti estamos vacias.
– No, no -grite, alejandome-. Debes estar en paz. No debes perseguirme mas. No puedo ayudarte.
– No te vayas -dijo.
Era extrano que no hubiera pensado hasta entonces en irme, que no me hubiera considerado capaz de hacerlo. En aquel momento, me di cuenta de que podia marcharme, de que era libre, libre para moverme, siempre y cuando reconociera ante mi mismo que estaba huyendo.
?Solo nos movemos cuando alguien nos persigue? ?Todo movimiento es una huida? Cuando abandone la casa que habia regalado a Frau Anders, y a la enojada mujer que permanecia dentro, me parecio que antes nunca habia corrido, que nunca en mi vida, hasta ese momento, habia dado un paseo.
CAPITULO XII
Temiendo que Frau Anders pudiera seguirme a mi apartamento, alquile una habitacion en un hotel de otro barrio de la ciudad, donde vivi una semana. Por fin huia como consecuencia del asesinato, aunque no me perseguia la policia, sino mi victima. Y ella no queria matarme en venganza, sino casarse conmigo. Por supuesto, una de las soluciones a mi problema era matarla nuevamente, esta vez con exito. Pero preferi continuar con la solucion que ya habia escogido, o sea, casarme con otra mujer.
Tenia que seleccionar los medios, pues sobre la base de mis ultimos esfuerzos, temia no encontrar nunca una esposa. Es dificil hacer una eleccion sin modelos. Pero ahora era muy urgente la busqueda de una esposa, tenia la urgencia del terror, y en mi ayuda vino una visita: no el golpe en la puerta que anunciaba la temida visita de Frau Anders, sino la silenciosa visita, durante una siesta, de un sueno terrorifico, pero afortunado.
Me encontraba en el lujoso salon de baile privado de un
Lo primero que recuerdo es que estaba en el centro de la habitacion, con mis ojos fuertemente cerrados, tratando de recordar un nombre que habia olvidado. Fuera el que fuera, como no podia recordarlo, relaje los esfuerzos de concentracion y abri mis ojos. Pense que la manera mas elocuente de abrirlos, seria ir hasta el espejo y mirarme. Asi lo hice, y alli vi mi propio reflejo, que comence a estudiar como si se tratara de un retrato cuya autenticidad debia examinar. Por momentos era un retrato mio y no un espejo. Y cuando era un espejo, su sustancia se alteraba continuamente. A veces era cristal otras parecia metal brunido, despues, madera plateada. Ademas, habia algo raro en mi reflejo ya que, siendo sin duda mio, era, por algun detalle que no podia precisar,
