totalmente extrano.

Se me ocurrio entonces como determinar si se trataba realmente de un espejo y mi propio reflejo. Me quitaria el smoking que llevaba puesto. Pense que la superficie no podria reflejar mi cuerpo desnudo si no era un verdadero espejo, y ademas seria capaz de identificarme a mi mismo con certeza, si estaba desnudo, asi resolvia ambos problemas. Me desvesti, coloque mis ropas en una silla cercana al espejo. Pero cuando me vi a mi mismo, desnudo, todavia me senti confundido. «Este es tu unico cuerpo», dije en voz alta a mi mismo. Habia alguien mas junto al espejo. Un criado con librea. Estaba detras del espejo, lustrando el marco. Aunque sabia que podia verme, no senti ningun escrupulo por mi desnudez. Sin embargo, por haber hablado en voz alta, crei que le debia una explicacion.

– Este espejo es un espejo desnudo -dije.

El movio sorprendido la cabeza.

– Es usted el que esta desnudo -dijo.

Molesto por su falta de comprension, le explique que no tenia ninguna importancia que yo me contemplara de aquel modo.

– No es vanidad -asegure-. Debe comprender que yo siempre he mirado mi cuerpo como si fuera un tullido en potencia.

La claridad de esta explicacion me complacio, pero el me miraba todavia con indiferencia, de modo que, con la intencion de ofrecerle mas pruebas de mi argumento, cogi mi pierna izquierda con las manos y la arranque.

Inmediatamente me horrorice de mi temeridad. Habia ido demasiado lejos y nunca me volveria a crecer una pierna nueva. Mis ojos se llenaron de lagrimas.

– Hay solo una cura para usted, ahora -dijo el sirviente.

Dejo su puesto tras el espejo y cruzo la habitacion. Lo segui. Casi podia alcanzarle, a pesar de mi cojera. Me sorprendio que no fuera mas dificil andar con una sola pierna. Pero di por sentada la total ausencia de dolor.

– Por favor, no me ayude -dije, imprimiendo toda la firmeza que pude a la orden. Queria ir al lugar donde me conducia, pero sin su compania.

– Quiero observar -dijo-. Me encantan las operaciones.

Le implore que se quedara atras. Me enoje y trate de pisarlo, pero mi gesto estaba fuera de lugar.

En ese momento, estabamos junto a un gran salon. Frente a la puerta, un funcionario recogia los tickets. Al observar que no tenia el mio, supuse que no me permitirian entrar, y espere que el criado tuviese dos. En aquel momento me senti arrastrado por el resto de publico que esperaba entrar en la sala, y en medio de la confusion entre en el salon solo, y tome asiento en la ultima butaca del pasillo central.

La gente sentada alrededor parecia tan abatida e inquieta como si fueran prisioneros condenados. No recuerdo si lo oi, o si simplemente se me ocurrio, pero de pronto supe que los que se reunian en aquel lugar eran voluntarios para un experimento cientifico, y habian accedido a ser privados de sus ojos. Parecia que, aunque todos los presentes habian ido por su propia voluntad, la direccion era consciente de que los voluntarios podrian echarse atras en el ultimo momento, ya que a mis espaldas vi como se cerraban las puertas del salon y la guardia armada tomaba posiciones.

Me senti doblemente enganado. Habia llegado a aquel lugar con la idea de recuperar la pierna que tan imprudentemente habia sacrificado. En su lugar comprendi que iba a perder otra cosa, mis ojos. Hice senales a un ujier que estaba en el pasillo, y le explique mi equivocacion, pidiendole autorizacion para abandonar el lugar. Secamente, me dijo que no podria dejar la sala hasta «despues».

Apenas podia creer en mi mala suerte, cuando vi a los uniformados ordenanzas con largas agujas que empezaban a moverse entre los que estaban sentados en la primera fila. El publico se sometia obedientemente, profiriendo cada uno un pequeno quejido, al llegar su turno. Los ordenanzas avanzaban inexorablemente de fila en fila. Mis posibilidades de escapar parecian nulas. Con mi pierna en esas condiciones, no podia huir; ademas, la salida estaba vigilada. Tampoco podia convencer a nadie de que yo no era un voluntario. La unica posibilidad que me quedaba, pense, era hacer una oferta de mi mismo, mas generosa aun que la de los otros. Me decidi a acercarme al hombre que estaba en el escenario e intentar llegar a un acuerdo con el. Le propondria donar mi cuerpo entero, si me devolvia mi pierna y no me dejaba ciego.

Los ordenanzas, con sus agujas, ya habian aplicado su tratamiento a la mayor parte de la gente. Deje mi asiento y baje cojeando por el pasillo. En el escenario vi al hombre del banador negro, que daba la mano a una fila de gente que habia sido ya desprovista de sus ojos, entre los que ocupaban la primera hilera. Me senti desanimado, porque pense que con un desconocido hubiera tenido mejor suerte. Sin embargo, ocupe un lugar en la fila que se formaba ante el y, al llegar mi turno, alargue igualmente la mano.

– Otra vez el mismo -dijo el hombre del banador negro.

– Solo una vez mas -suplique-. No se enfade.

– ?Por que iba a enfadarme?

No puedo describir la inmensa sensacion de alivio que experimente. Todas mis ingeniosas propuestas parecian innecesarias e insignificantes. Pense como podria agradecer al banista sus amabilidades.

– Te dare todo mi dinero, todo lo que poseo -dije-. Tu tendras que explicarme lo que debo hacer. Yo te obedecere en todo. Sere tu esclavo.

– El corre -dijo el banista-. Esta es la primera orden.

Contento de poder obedecerlo, salte fuera del escenario y corri por el pasillo lo mas velozmente que pude. Mientras corria, imagine cuan satisfecho deberia estar, por la rapidez con que lo habia obedecido. Al salir del salon, tropece y cai, pero no me preocupo la sensacion de ardor que sentia en la cara. Solo pense que el quedaria mucho mas impresionado por el hecho de que me hubiera lastimado cumpliendo sus ordenes.

Despues de un rato, sin embargo, deje de correr. Me hubiera gustado volver al salon para recibir mas instrucciones, pero supuse que el hombre del banador preferiria que me fuera. Tampoco acababa de creer totalmente en mi buena suerte. Si regresaba, habia la posibilidad de que no pudiera volver a salir con la misma facilidad.

Las calles por las que paseaba eran las familiares y apacibles calles de mi infancia. Observe una brillante luz a lo lejos. Acercandome a ella, vi que era una casa ardiendo. El edificio tenia rasgos parecidos a la casa de Frau Anders que yo habia quemado. Varios criados se apresuraban a retirar muebles y retratos. Reconoci entonces que era mi casa. Recorde que habia prometido todas mis propiedades a mi maestro, el banista. ?Que me haria si todas mis propiedades quedaban destruidas?

Desatendiendo los avisos de los vecinos, me lance hacia la casa escaleras arriba, volando mas que corriendo. Pero al llegar a mi habitacion, me detuve por un momento. Habia muchas cosas que recoger: mis ropas, mi cama, mis mapas, mi mesa de trabajo, mis libros, mi ajedrez de marfil, mi coleccion de mariposas. ?Como elegir, aunque fuera entre los objetos mas pequenos, lo que podia llevarme? Permaneci inmovil. Despues tome de la estanteria un libro de historia antigua; del cajon, saque mi diario; y de la mesa, una bandeja con un pequeno juego de cafe, que resultaba muy dificil mantener en equilibrio. Aunque estaba angustiado al pensar todo lo que no podria salvar, sabia que deberia huir antes de ser alcanzado por las llamas. El aire estaba cargado de humo, y apenas si veia.

En la calle, encontre a mi padre. Sabiendo que estaba muerto, pense que podia decirle para consolarlo. Pero cuando se acercaba a mi, vi que era el quien queria consolarme, a causa del incendio. Me dijo que habia hecho una buena eleccion y que con las cosas que habia salvado podria empezar una nueva vida.

– Pero piensa en todo lo que he dejado, todo lo que no he podido llevarme conmigo -conteste entristecido.

Entonces se apoyo en la bandeja del diminuto juego de cafe. Una de las tazas cayo al suelo y se rompio. Me encolerice por su torpeza.

– ?Como has podido hacer esto?

– Se ha roto -dijo.

Mi enojo se apaciguo.

– Quizas no querias hacerlo -agregue.

Me dijo que las tazas y los platos eran un regalo de boda, y me pregunto como habia decidido llamar a mi esposa. Nos alejabamos de la casa humeante conversando amigablemente. Le explique que estaba considerando varios nombres, pero tambien que me gustaria escoger uno que no fuera raro y no atrajera el ridiculo.

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