repisa de la parte trasera del armario. De este modo, la habitacion estaba virtualmente a salvo. Adverti a Frau Anders lo desagradable que iba a resultar alli su vida, pues deberia soportar todos los ruidos que se produjeran a su alrededor y la continua oscuridad. Entrada la noche, podia salir a la cocina y obtener una pequena cantidad de comida, pero debia tener cuidado en no tomar demasiada, ni algo cuya perdida pudiera advertirse, y a la misma hora podria deshacerse de sus excrementos, yendo al jardin y enterrandolos en el suelo. Aun despues de haberla convencido de que iba a estar a salvo en aquel lugar, se mostraba horrorizada, temiendo ser descubierta cuando nos dirigiesemos a la casa. Consulte a Jean-Jacques y trazamos un sencillo plan. Yo estuve observando la casa durante cierto tiempo, para distinguir los lugares de guardia y el numero de centinelas. Habia dos en la fachada y uno en la parte trasera. Aguardamos la visita a la capital de uno de los ministros enemigos, un dia en que casi todas las tropas de la ciudad se concentraron para desfilar. Entonces, Frau Anders, Jean-Jacques y yo nos dirigimos a la casa. Me adelante hasta la puerta principal y entable conversacion con los centinelas. Dije que deseaba ver a cierto oficial, y me resisti a creer que su nombre no fuera conocido en aquel lugar. Despues de los breves minutos que duro esta conversacion, fui golpeado por una culata de fusil, derribado al suelo y despedido. Jean-Jacques se ocupo del centinela de la puerta trasera con mejor fortuna; creo que debio terminar concertando una cita con el. Al mismo tiempo, Frau Anders habia logrado penetrar en la casa; y alli permanecio durante el resto de la guerra.

El dia en que la capital fue liberada, acudi a la casa. Tuve alguna dificultad para conseguir que, finalmente, Frau Anders me respondiera, y resulto casi imposible persuadirla para que abandonara su encierro. Tenia un aspecto deplorable. Habia estado en aquella oscura habitacion durante mas de dos anos, sin hablar con una sola persona. Su voz era apenas audible, su mirada muy insegura, y habia perdido todos sus dientes. No parecio sorprendida por el final de la guerra; dijo que siempre habia esperado que un dia terminara. Pero cuando la invite para que me acompanara y se alojase en mi casa, hasta encontrar una para ella, se nego rotundamente. Dijo que se avergonzaria saliendo a la calle sin dientes. Le sugeri entonces que se quedara en la casa por un tiempo, hasta acostumbrarse a un mayor grado de libertad, y que yo la visitaria a menudo y llamaria a algunos amigos para que la acompanaran, de modo que ella, gradualmente, se volviera a habituar a la sociedad humana. Segui fielmente este programa, visitandola una vez a la semana. A mis ruegos, tambien Jean-Jacques la visito en varias ocasiones; pero mas tarde se nego a seguir visitandola, porque, dijo, era inutil y muy deprimente. Esperanzado aun en su rehabilitacion, llame a un dentista que le confecciono una dentadura postiza. Pero, poco a poco, fui comprendiendo que intentaba permanecer donde estaba, si yo se lo permitia (y por supuesto, yo no tenia ninguna intencion de disponer de ella). Dijo ser demasiado vieja para vivir fuera.

Frau Anders vivia en la casa cuando yo me traslade a ella, y, dada su presencia, no es muy exacto decir que estuve completamente solo durante los seis anos siguientes. Sin embargo, raramente nos veiamos, pues ella vivia en el sotano, y yo en los dos pisos superiores. Ejercia algunos deberes elementales de ama de casa para mi, y se habia emancipado lo suficiente como para hacer las compras o buscar el diario. Pero aparte de las necesarias conversaciones relacionadas con la marcha de la casa, en las que a veces se mostraba bastante quisquillosa, pocas palabras nos cruzabamos.

No quiero dar la impresion de haberme abandonado a los lujos de la melancolia y la misantropia. Quizas fue melancolia lo que me llevo a aquel espacioso retiro. Pero una vez instalado en mi castillo, mi melancolia desaparecio, para sentirme lleno de la vivacidad que acompana a cualquier tarea util que se emprende. El genuino aislamiento no es demasiado facil para nadie, ni siquiera para quienes mas lo desean; perseguia rigurosamente mi aislamiento. Queria saber si alguien podia estar realmente solo, y que era lo esencial para seguir siendo humano. (Desde luego, no queria perder mi humanidad, mi habilidad para no estar solo, para salir de casa cuando lo deseara, como habia hecho la pobre Frau Anders.) Queria un teatro donde pudiera imitar la singularidad de mis suenos.

Aunque, entonces, yo podia haber salido, pase la mayor parte del tiempo sin hacerlo. Frau Anders hacia las compras y erraba a mi alrededor, si me mostraba energico. Cuando salia, no lo hacia para ir a un lugar determinado. Mis ocasionales paseos, con propositos de ejercicio, eran enteramente voluntarios; me habia deshecho de todas mis actividades, a excepcion de las biologicas. Es la posesion de una actividad lo que proporciona impetu para salir de casa, para poder actuar de alguna forma. Cuanto mayor es el numero de actividades que se poseen, mayor es tambien el de salidas. (En este sentido, comprendi los paseos nocturnos de Jean-Jacques, sus agiles transformaciones.) Cuando aprendi a moverme, hasta con mayor agilidad, no me parecio necesario, en absoluto, moverme. Puesto que ninguna actividad puede condensarse en una actitud, ningun acto puede resumirse en una postura. Esto es lo que aprendi a hacer: transformar cada acto en una postura, y engarzar las posturas con una sutil vacuidad.

Comprendo que esta idea es confusa, pero es muy dificil explicar una idea que mas es una danza que una secuencia de frases. Tomemos como ejemplo el asesinato. Ahora me parece que Jean-Jacques asesino a mi esposa. Lo hizo con un baile, con un gesto, con el gesto hacia mi propia persona. Dado que la vida de mi esposa dependia de la mia, viendome a punto de ser matado en un juego, ella, como en un juego, murio conmigo. Pero sus recursos para sobrevivir al juego, con la intencion de jugar otra vez, eran menores que los mios. De modo que ella realmente murio, mientras yo no.

CAPITULO XVI

No estoy muy seguro del desarrollo de los hechos en el periodo en que vivi en aquella enorme casa, y debo basarme en gran parte en notas, cartas y diarios que entonces escribi. He debido ordenar todos estos materiales en lo que parece el unico orden posible (mi memoria no me ayuda siempre), agrupando, como pertenecientes a un mismo periodo, todos los documentos escritos en tinta azul, y, como pertenecientes a una epoca posterior, todos los escritos con tinta roja. Creo que varios de los libros de notas han sido escritos consecutivamente.

El cuaderno que tengo ahora ante mi esta forrado en piel y exhibe un leon estampado en su cubierta. Contiene una serie numerada de sentencias, escritas en tinta roja, de las que voy a reproducir algunas.

1. Los suenos hacen que me vea como un extrano.

2. No existe un conocimiento de los propios sentimientos interiores como el del mundo exterior.

3. A pesar de los esfuerzos que hago, no puedo escapar del circulo de mi conciencia. Pero puedo aventurarme hacia mayores profundidades. Puedo encontrar un circulo mas pequeno dentro del circulo mayor y saltar a este.

4. Si no puedo estar fuera de mi mismo, estare dentro. Me mirare fuera a mi mismo como a mi propio paisaje.

9. Si doy una respuesta seria, la pregunta se hace seria.

10. Las unicas respuestas interesantes son las que destruyen la pregunta.

13. Cuando destruyo los suenos, ?me destruyo a mi mismo?

16. No quiero ser apaciguado. No quiero ser confortado.

18. Oh, ?los grandes simplificadores!

21. Ahora comprendo el misterio de la voluntad. ?Que es el dolor, sino el error de la voluntad?

24. No quiero tener ninguna conviccion. Si yo soy (o creo) algo, quiero descubrirlo a traves de mis actos; no quiero actuar como lo hago, porque esto esta de acuerdo con lo que creo o con lo que soy.

25. Tu no decides nada. Se te decide. Puedes actuar de una forma para provocar desprecio. Puedes deshumanizarte a ti mismo. Pero no puedes decidir estas cosas, pues entonces (a pesar de todos tus esfuerzos por humillarte) no te sentiras tu mismo objeto de desprecio y no seras, como deseas, menos humano.

27. La primera ley de la vida ascetica es parecer comico. ?Si fuese jorobado!

31. Los suenos que ahora honro, los tuve al principio con indiferencia y desprecio.

32. Sigo sin sentirme a mi mismo, excepto en mis terribles suenos.

33. Los suenos liberaran mi caracter.

35. Hay emociones que aun no han sido nombradas. Las llamare X, Y, Z.

39. Mi cuerpo me fallaba en los suenos.

42. He puesto algo en el mundo. Mas adelante sacare algo de el: yo mismo.

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