46. Lo bueno y lo malo se rien, uno del otro.
47. Podria decirse que carezco de sentido del humor.
50. La vida es un lento movimiento. La vida esta cincelada con una punta de clavo, y, en la cabeza del clavo, un mensaje indescifrable.
51. Deja que las luces se apaguen, para que pueda brillar la unica luz.
52. Haz que calle el rugido del leon, para que pueda oirse el zumbido de la avispa.
55. Hay dos senderos que conducen a dos metas diferentes. Uno va de los hechos al conocimiento. El muy celebrado sendero de la sabiduria. Otro, del conocimiento a los hechos. El popularisimo sendero de la accion… ?Son estos todos? ?No hay un tercero? ?El del no-conocimiento al no-hechos? ?Y un cuarto? ?El del no-hechos al no-conocimiento?
56. Al principio, mis actividades excedian a mi conocimiento. Despues, cuando llegue a saber menos, abandone la accion. Habia una vez un hombre que estaba esperando que algo le sucediera; nunca le sucedio. 57. Habia una vez un hombre que estaba esperando que nada le ocurriera; finalmente, le sucedio.
Dejad que cuente un sueno que tuve poco despues de trasladarme a la casa, que vino a confirmar lo correcto de mi decision.
Sone que estaba en una caverna muy poco iluminada. Habia un gran monton de carbon en una esquina y un horno en la otra. La mayor parte del suelo estaba ocupada por pilas de diarios y basura, ladrillos sueltos, maletas viejas y dos baules ostentando antiguas etiquetas de hoteles extranjeros. No me parecia ilogico estar solo en la bodega, pues apenas habia sitio para otra persona. Tampoco me preocupaba estar encadenado a una argolla en el centro del suelo.
Mas alla del largo de la cadena, al otro lado de la bodega habia una escalera que daba a una puerta por cuyas hendiduras se escapaba la luz. Observaba la escalera sin ningun deseo de subirla. La luz no estaba encendida para mi. Como escuchara el distante sonido de cristales que se rompian, me senti agradecido de estar donde estaba, lejos y a salvo de la violencia que imaginaba arriba.
Sin embargo, sabia que era posible estar mas o menos comodo, me encontrara donde me encontrara. Intentaba apoyarme en los ladrillos. Aunque con dificultad, disponia de una pequena superficie donde moverme libremente, y quiza pudiese llegar a construir algo. Reuni todos los ladrillos que estaban a mi alcance, tras tenderme en el suelo para medir mi cuerpo; despues dispuse cuidadosamente los ladrillos, uno junto a otro, haciendo una especie de cama suficientemente larga para poder estirarme por completo.
Pero una vez tumbado en mi cama de ladrillos, vi que era menos comoda que el propio suelo. Desmantele la cama, dejando solamente una almohada de ladrillo, y me eche a descansar.
Habia una pequena ventana en la bodega, pero cuando la miraba, la luz heria mis ojos. Una cabeza de nina aparecio en la ventana, bloqueando la dolorosa luz. Era una hermosa nina de unos cuatro anos.
«?Es un oso!», gritaba, senalandome. Sonrei, pero esto no parecio correcto. Despues gruni amistosamente. Sabia que no era un oso, pero no queria desilusionarla.
Lo siguiente que recuerdo es haber comido un plato de arroz. Comprendi entonces que si era un oso o alguna otra especie de animal, por mi forma de comer, tomando el arroz con mis garras y echandomelo a la boca. Cuando hube terminado de comer, pense quien podia haberme traido la comida y por que no se me habia ocurrido detener a quien lo hizo. Estaba solo. Empece a arrojar los ladrillos contra el suelo y a gritar. «?Guardian!», exclame.
El hombre del banador negro aparecio en el hueco de la puerta, sobre la escalera. Sus brazos y piernas musculosos eran mas fuertes y atleticos que los mios. Habia algo nuevo en su atuendo, sin embargo: un cinturon del que colgaba un pesado manojo de llaves que llegaba a la altura de su muslo. Mientras el descendia la escalera, yo le observaba atentamente. Sin embargo, lo que sucedio sobrepaso mis esperanzas de que se quedara un rato hablando conmigo.
– Desencadenale -dijo el banista.
Me alegre profundamente ante la posibilidad de abandonar la bodega en compania del banista. Me hubiera complacido ir con el a cualquier parte; de alguna manera, comprendi que nos dirigiamos hacia el parque. En los parques, recorde, se recibe consuelo. El parque es un buen lugar para jugar, para enamorarse o para hablar. Cualquiera de estas alternativas me hubiera satisfecho.
Pero olvide que el parque tambien es el lugar donde uno observa, donde se es observado con anteojos. En el parque me encontre a mi mismo en un pequeno escenario con un fondo de arboles. El publico, sentado ante mi en sillas plegables, estaba formado por ninos y nineras con cochecitos.
El banista estaba junto a mi en el escenario, actuando como maestro de ceremonias.
– Ahora, el baila -dijo.
?Yo queria danzar para el! Pero mis piernas, que parecian hechas de madera o de carton, rehusaban moverse.
El auditorio empezo a impacientarse.
– No hay motivo para que ustedes se vayan -dijo el banista-. El tiene que bailar.
Para mi alivio, me sorprendi bailando. Pero el motor de mi movimiento no estaba en mi, sino que provenia de unos alambres atados a mis munecas, a mis tobillos y alrededor de mi cuello. Eran realmente cadenas, familiares e intimas. No podia entender como era posible que fuera una marioneta, cuando momentos antes era un animal. Pero sabia que los munecos pueden ser tan graciosos como los animales y que los osos bailarines son ridiculos. Me parecia mejor ser una marioneta. Movia mis brazos y piernas de una manera ritmica, esperando ganar la aprobacion del banista. -Perfecto -dijo el hombre. Me invadio una profunda sensacion de paz y mis gestos fueron deteniendose lentamente.
– Ahora vamos a ver que mas sabe hacer -dijo el hombre.
Se dirigio a una de las ninas que ocupaban la primera fila, y que mecia una gran muneca en sus brazos. La nina subio al escenario.
– Oso -dijo el hombre del banador negro-, golpea a la muneca y acaricia a la nina.
Por un momento dude si se dirigia a mi. Repitio la orden. Obedeci inmediatamente. Pero despues de hacer exactamente lo que el habia mandado, me encontre sosteniendo a la muneca en mis brazos, mientras la nina yacia desmembrada y sangrienta en el suelo del escenario. Me cubri la cara con las manos y espere la colera del banista.
– Esto es inocencia -dijo el hombre-. Ya no podra volver a ser culpado.
– ?Quien pensaria en culparlo? -pregunto una de las nineras vestidas de blanco, una impasible mujer de cabellos rubios y rasgos alegres.
Comprendi que era la institutriz de la nina muerta. Aunque su aprobacion no era tan importante para mi como la del hombre del banador negro, me preocupe por sus sentimientos. No parecia enfadada en absoluto cuando se levanto para recoger a la nina.
– El debe matar -le dijo el banista, mientras desaparecia del escenario-, pero no quiere hacer dano.
Asenti. Los ninos reian. Su risa invoco en mi mente una ultima, pequena duda; deseaba explicar por que habia sido disculpado.
– Es el mismo, pero no el mismo -dije, y es lo ultimo que recuerdo, antes del despertar.
Considero que, en muchos aspectos, este es el mas importante de mis suenos. En algun momento supe que mis suenos tenian vida en si mismos: no eran simplemente los objetos de mi atencion, el dialogo que habia abierto entre mi vida consciente y mi vida onirica, sino que entablaban una suerte de dialogo entre ellos mismos. Este sueno era contestacion al «sueno de las dos habitaciones», mi primer sueno. En ambos, esta presente el banista y una mujer vestida de blanco; en ambos, se me pide que baile, y estoy encadenado y preso. En el primero, no puedo bailar, mi confinamiento es aburrido, y los dos personajes que aparecen estan molestos conmigo; en este sueno, que llame el «sueno de la marioneta», cuando me piden que baile, por fin soy capaz de hacerlo; mis cadenas, en efecto, me ayudan, pues se han transformado en hilos que mueven graciosamente mi cuerpo, y complazco a los personajes capitales de mi sueno. En el primero, estoy avergonzado. En este no estoy avergonzado, sino en paz.
Varios incidentes de mi vida fueron tambien iluminados por este sueno. Pense en mi juventud, poco despues de haber empezado a sonar, concretamente en aquel encuentro, tan lejano ya, con una nina en el parque, despues de la ultima conversacion con el Padre Trissotin. Recuerdo cuan lleno de paz me senti durante aquel breve intercambio de palabras con la nina. Me parecia que toda mi vida convergia en el estado mental
