ojos cerrados, y sentia la navaja describiendo lineas verticales y horizontales sobre mi espalda y mis nalgas. No era doloroso. Cosquilleaba un poco, y en algunos momentos llegaba a ser agradable. Algunos aranazos y sensaciones similares hicieron que me acusara de hipocrita, por pretender disfrutar lo que era en si atormentador. Pero no recuerdo haber sufrido ningun dano.
Quiza estaba realmente preocupado por lo que sucedia con mi cuerpo, mas de lo que yo mismo admitia, pues no permaneci mucho tiempo en aquel papel. Otra vez, repentinamente, volvia a confundirme entre la masa de gente, observaba al acrobata haciendo con su navaja las ultimas incisiones en el primer espectador.
El acrobata se dirigio al espectador, que estaba tendido sobre su espalda, incapacitado ya de moverse sin ayuda, hasta de hablar.
– Ya esta, casi he terminado. No se preocupe, solo queda una cosa por hacer.
El espectador parecio comprender y se sintio confortado por la afirmacion del acrobata de que su prueba estaba practicamente concluida. Tambien yo me senti reconfortado y me incline hacia delante, sin molestar, para observar lo que el acrobata hacia a continuacion.
Tomo en sus brazos el cuerpo del espectador y lo levanto hacia arriba, donde lo mantuvo erguido como un arbusto que se ha llevado a una tierra nueva, para replantarlo. El cuerpo del espectador permanecia firme, ladeandose suavemente. Una timida expresion esperanzada en sus ojos era el unico signo de vida en aquel cuerpo rigido.
– Solo una cosa mas -dijo el acrobata en su tono suave y consolador-. Por favor, sea paciente, no sufrira ninguna clase de dano, y despues podra volver con sus amigos.
Con sus ojos, el espectador dio muestras de gratitud.
– Solo una cosa mas -dijo el acrobata-. No puedo expresarle cuan agradecidos le estamos, mis companeros y yo. Usted estara contento de habernos ayudado.
Espere, deseando que aquella ominosa operacion acabara enseguida y dejara al espectador ileso.
– Solo una pequena cosa todavia -dijo el acrobata.
Entonces, con un movimiento rapido y seguro, aferro por ambos lados la cabeza del espectador. Con una mano tiro violentamente hacia la izquierda, mientras con la otra hacia un gesto identico a la derecha. Primero, el craneo se partio, despues el cuerpo del espectador, con el mas rapido y suave quejido. Las dos mitades del cuerpo, limpiamente separadas, se desplomaron rigidamente sobre el suelo.
El destino del espectador me lleno de indignacion y angustia. El espectador habia sido excesivamente confiado, demasiado complaciente. Y durante todo aquel tiempo, el acrobata habia estado intentando asesinarlo. (Vagamente comprendi el proposito de aquel asesinato: el acrobata necesitaba un cuerpo para reemplazar el cuerpo herido de su companero.) Nada le importaba el espectador, sino solo la pequena
Ahora me sentia afligido por haber descendido a la arena. No queria haber presenciado aquella crueldad y, volviendo mi espalda al centro del circo, desperte.
Nunca me habia despertado de un sueno con tal impresion de horror. Durante varios dias vivi en el sueno, y revivi los sentimientos con que el sueno habia terminado. Sabia, sin embargo, que la indignacion era una emocion perversa y totalmente falta de provecho. Trataba de dominar mi indignacion. No obstante, tambien pense que quizas este ultraje era saludable, un antidoto al flematico estado de pena por la muerte de mi esposa, y un preludio necesario a la calma que estaba buscando.
Por supuesto, me satisfizo que, mientras el sueno se repetia a si mismo en las siguientes semanas, me era posible observar los sucesos de la arena con una emocion menor. No obstante, no podia aceptar este sueno. No estaba seguro de entenderlo. Como podia hacerlo, cuando mi vida habia sido desmembrada por la muerte de mi esposa, igual que el benevolo espectador habia sido partido en dos por el acrobata.
Me intereso recordar que, durante un fragmento del sueno, yo habia sido el espectador, la victima. Mi negacion a permanecer en aquel papel, ?fue coraje o estupidez? ?Habia resistido algo que debia resistir, como la operacion en mi vista en «el sueno del espejo», o el mandato del banista que me obligaba a saltar, en «el sueno de la clase de piano»? ?O es que no habia comprendido en absoluto ninguno de mis suenos, interpretandolos como persecucion y traicion, cuando eran en realidad lecciones de liberacion?
Los suenos de horror y protesta ocupan su lugar, pero seguramente no son nuestro objeto. Tampoco pretendemos ser principalmente (como era yo en este sueno) espectadores de grandes y terribles sucesos.
Un periodo de mi vida concluia con este sueno. Pense en dejar la capital. Desde que la guerra habia terminado, no habia hecho uso ni una sola vez de mi libertad para viajar. Jean-Jacques me escribio una amistosa carta, desde su refugio provincial, urgiendome a visitarlo, si no tenia nada mejor que hacer. Pero yo tenia algo mejor que hacer.
El hecho es que, a pesar de la contradiccion de mi matrimonio, no habia gozado de mi gusto por la soledad en los ultimos anos. No podia imaginar momento mas oportuno para mi retiro. Con treinta y ocho anos, desligado de todo, improductivo, lleno de prejuicios y habitos solitarios. ?Como podia empezar una nueva vida con otra mujer? Nunca encontraria otra tan compatible, tan amoldada a mis gustos, tan valiosa y respetada por mi afecto, como mi difunta esposa.
Pero no queria seguir viviendo en el mismo apartamento, lleno de recuerdos de mi esposa y del olor de mi propia pena. Decidi buscar unas habitaciones mas espaciosas en un barrio donde nunca hubiese vivido. Entonces se me ocurrio una maravillosa idea. Existia todavia aquella vieja casa proxima al rio, que habia heredado de mi padre y amueble para Frau Anders. Mi antigua amiga la habia abandonado poco despues de mi boda; durante los cuatro anos de ocupacion, la casa fue requisada y usada como centro de administracion de prisioneros; desde la liberacion, habia estado desocupada -o casi vacia, como explicare mas adelante- y, aunque estaba en un estado de considerable deterioro, me parecio practicamente habitable. Despues de considerarlo todo, el problema podia resolverse facilmente. Pero no debo dejar de decir que, cuando informe a mi hermano de mi proposito de habitar la casa, el se mostro muy contrario a mi proyecto. Ni ahora comprendo sus razones, pero recuerdo que no solo trato de desanimarme (es poco practica; es demasiado grande; eres demasiado irresponsable; las reparaciones seran demasiado costosas), sino que tambien me dio a entender que, de seguir con mis planes, iba a resultarle muy desagradable y aun provocativo. No podia comprender el rigor de sus argumentos, especialmente el que sostenia que la casa era demasiado grande para mi. (El habia insistido rencorosamente en una carta, diciendo que la casa era suficientemente grande, incluyendo las salas, para ser utilizada como hospital o como escuela.) Viendo que el no oponia ningun obstaculo legal a mi proyecto, decidi ofenderle llevando a cabo mis planes.
El traslado fue simple, ya que no tenia muchas pertenencias. El dia que tome posesion de mi casa, fue una clara manana de invierno con un suave manto de nieve sobre el suelo. Pasee alrededor de la casa, observando que ventanas necesitarian cristales nuevos, recogiendo todas las botellas de vino, botas viejas, calcetines, cantimploras, ladrillos y viejas camillas que estaban esparcidas por el suelo, y amontonandolas en el jardin; despues de quitar la nieve, encendi una formidable hoguera. La tarea de limpiar era agradable. Sin embargo, anoraba las paredes recientemente pintadas, entre las que nunca tuve el placer de vivir, y que heredaba desfiguradas, descoloridas, garabateadas, salpicadas, descascaradas por las balas.
Una vez instalado, comprendi que mi decision habia sido correcta, pues experimente la paz y el animo que solo sigue a las buenas decisiones. Una vida rigurosamente independiente, para la que contaria con todo el espacio que necesitaban mis extravagantes y secretos proyectos, ahora era posible. Que facilmente habia pasado el tiempo, que comodo me sentia en este espacioso y desamueblado lugar, despues de haber estado confinado en las reducidas y oscuras habitaciones de mis suenos. Y tenia cosas suficientes para estar ocupado, durante un periodo de tiempo que podia alargarse de dias a semanas, de semanas a meses, de meses a anos. Seis anos estuve en aquella casa. Cosi y descosi mis ideas. Escuche mis suenos. Pense en mi esposa. Pero, si puedo confiar en mi memoria, no vivi con el miedo de una repentina y vengadora aparicion de Frau Anders.
Pues Frau Anders estaba conmigo. De hecho, me habia precedido en la casa. Recordaran que mi esposa y yo la habiamos ocultado varios meses durante la guerra; despues de que los soldados hubieran venido varias veces a nuestro edificio, y a nuestro propio apartamento, me rogo que le encontrara un nuevo refugio donde guarecerse mejor; yo se lo habia conseguido, y prometi describir en un capitulo siguiente este nuevo refugio. Bien, el refugio que yo habia previsto para ella -dentro de las mejores tradiciones de la novela policiaca- no era otro que su propia casa, utilizada por entonces como centro administrativo del ejercito enemigo. Recordaba una habitacion sin ventanas, situada en el sotano, junto a la cocina. La puerta de esta habitacion se encontraba en la pared, oculta por un armario de la cocina, y solo podia abrirse mediante un secreto cerrojo que se accionaba levantando la
