Habia adquirido habitos muy solitarios durante los meses que cuide a mi esposa. Su muerte no parecia razon suficiente para abandonarlos.

Es curioso que nuestro modo de vivir no este proyectado con relacion a una emocion intensa o a una unica idea, sino bajo la forma de accion. A pesar de mi codiciado deseo de estar solo, las visitas continuaron viniendo, prosiguiendo con sus misiones de consuelo; no fueron muchas, pero si suficientes. Monica era mi principal visitante. Su traje de viuda y su velo (acababan de notificarle la muerte de su esposo en un campo de concentracion) hacian juego con mi propio luto aunque, mucho antes que ella, volvi a usar mi ropa habitual.

Pronto me canse de su compania. Me impacientaba con los tiernos mensajes que pasaba debajo de mi puerta, con las comidas que me preparaba, con su forma de taconear, ruidosamente, en mi apartamento. Ni sus sollozos de dolor, ni su alegria cuando en aquel verano la capital fue liberada, eran sentimientos que yo pudiera compartir.

– ?Como murio tu esposo, Monica? -le pregunte, cuando insinuo pasar una noche conmigo.

– Oh, era tan bueno -susurro, comenzando a sollozar.

Cuando impugne la sinceridad de su dolor, se indigno de tal modo que tuve que decirle que se marchara.

No creo que nos ayudaramos mutuamente. Ella estaba demasiado triste, pero no lo suficiente como para resultarme una buena companera. Monica se agitaba compulsivamente, y era casi indestructible, mientras que mi constitucion se hacia cada vez mas debil. Recuerdo que esta imagen de mi mismo llego a tener gran importancia para mi. Cuando volvi a mis olvidados ejercicios fisicos, lo hice con esa desesperada imagen en mi mente. Desaparecidas las antiguas razones para mantener mi cuerpo en buen estado, tenia ahora un objetivo mucho mas importante en perspectiva. Debia robustecer mis miembros, de lo contrario me quemaria. Urgi a mi cuerpo a que cambiara, a que adquiriera mayor soltura, a que se hiciera mas libre y perdiera la inquietante reunion de mi mente. Pero las venas de mis brazos y piernas parecian coaguladas por el dolor.

Afortunadamente para mi, Monica no tardo en trabajar para uno de los numerosisimos comites de postguerra, dedicados a la restitucion de las injusticias y al mejoramiento de todo lo que por entonces empezaba a florecer. Sus llamadas se hicieron menos frecuentes y generalmente no tenian mas objetivo que asegurar mi firma en alguna peticion o manifiesto. Yo firmaba siempre, pues a pesar de las burlas que me permitia sobre Monica, sus sentimientos politicos (si es que alguien puede llegar a tener sentimientos politicos) eran irreprochables.

Aparte de Monica, veia a otros amigos, mucho mas habiles en consolarme. Tuve algunos frios encuentros con Jean-Jacques, llenos de largos silencios. Era extrano lo poco que me importaba la gente en aquella epoca, ya que mi vida interna se encontraba igualmente despoblada; hasta mis suenos me habian abandonado. Pero estaba acostumbrado a ser paciente conmigo mismo, tal vez demasiado paciente. Jugaba solitarios al ajedrez. Mis placeres sexuales eran casi siempre solitarios, con o sin ayuda del espejo. Asistia ocasionalmente a alguna sesion de cine mudo. Esperaba un sueno.

CAPITULO XV

Jean-Jacques habia cambiado, era indudable. Ignoro si fue la fama, la edad madura o la estabilidad financiera lo que mudo su caracter. De todos modos, adquirio un aspecto decididamente blando y complaciente para mi.

Su condescendencia se tradujo incluso en cargos politicos graves de colaboracion con el enemigo que, por lo que se rumoreaba, podian volverse contra el. Creia que la seleccion de su ultima novela para uno de los mas prestigiosos premios literarios anuales, cuyo jurado agrupaba a algunos veteranos de la resistencia, le ayudaria mucho a limpiar su nombre. Pero las acusaciones continuaban rumoreandose y Jean-Jacques fue dos veces a la jefatura de policia, para contestar unos interrogatorios vagos y confusos, un estigma vergonzoso.

Las noticias sobre las dificultades de Jean-Jacques me llevaron a reanudar mi relacion con el. Hasta algunos meses despues de la muerte de mi esposa, no podia soportar la idea de verlo. No podia dejar de considerarlo parcialmente culpable de los desafortunados sucesos de aquella noche fatal, y el hecho de que no hiciera ningun esfuerzo para verme, despues del entierro, confirmaba la infeliz revelacion de su actitud hacia mi. Pero al enterarme de que podia encontrarse en serio peligro, decidi llamarlo, y nuestra amistad se reanudo de manera fria y cautelosa. Soliamos encontrarnos en su habitacion o en la mia, o en algun restaurante para comer o cenar. Jean-Jacques habia cambiado tanto, que raramente pasaba un momento en los cafes, excepto cuando debia encontrarse con algun traductor o un joven escritor con quien previamente habia convenido la cita.

Tambien sus habitos habian cambiado. La edad volvia agriamente impropias e inconvenientes sus salidas nocturnas, que practicara antiguamente. Sin embargo, no debi suponer que Jean-Jacques habia abandonado sus habitos galantes y promiscuos. Imaginen entonces mi aturdimiento cuando, una noche que nos reunimos para cenar, me dijo que, aproximadamente un ano despues de la muerte de mi esposa, se habia enamorado, y que por primera vez en su vida habia aceptado que alguien viviera con el. Describio al objeto de sus afecciones, un joven griego, estudiante de teologia, con un ardor tal, que no podia dejar de convencerme del cambio que esto suponia en el. Poco despues me presento al joven, que me parecio mas frio que encantador. Dimitri tenia el pelo ensortijado y negro, llevaba gafas y hablaba mucho de su madre y de un confuso cisma en la Iglesia Ortodoxa, sobre el que estaba escribiendo su tesis. ?Una oportunidad inigualable para Jean-Jacques! No me sorprendio saber despues que habia abandonado a Jean-Jacques, aunque si que mi amigo estuviera tan abatido.

Debo admitir que ni la enfermedad amorosa de Jean-Jacques, ni su nuevo estilo de respetabilidad, me conmovieron. Sentia gran rencor hacia el, por su complicidad en la muerte de mi esposa, aunque no podia culparlo de nada en particular. ?Que habia hecho aquella noche, sino mostrarse entretenido, justamente para lo que yo lo habia invitado? Continuaba siendo todavia bastante amable, aunque sus chistes eran menos frecuentes y parecia menos predispuesto a escuchar los sucesos de mi ultimo sueno.

He aqui la ultima conversacion, o, mejor, dos conversaciones con Jean-Jacques, que tuvieron lugar dieciocho meses despues de la muerte de mi esposa. Escribi en mi diario:

«Diciembre, 5. Hoy, mientras caminaba buscando a Jean-Jacques, esperaba un acto completo, pues nuestros ultimos encuentros han quedado inconclusos.

»Pense en la violencia, pues no podia existir una conclusion satisfactoria a una discusion con el. Me gana siempre por palabras.

»Pense en la traicion. Podia ir a la policia y denunciarlo por sus aventuras en el mercado negro, por el asunto del coronel de la SS y por otras muchas cosas que el, despreocupadamente, me habia contado. Deseaba ser capaz de un acto asi. Pero dudaba que fuera beneficioso para Jean-Jacques encontrarse encerrado en una celda.

»Ojala existiera todavia en nuestro pais aquella venerable y feliz costumbre, el duelo, como medio satisfactorio de zanjar una disputa o, simplemente, un sentimiento de descontento entre dos hombres de honor que no se odian. Mientras caminaba, iba imaginando este duelo, pero no podia encontrar el arma -?sable?, ?pistola?, ?cuchillo?, ?navaja?- adecuado para nosotros. Nuestras armas habian sido siempre las palabras, que me herian mucho mas a mi que a el. Por ejemplo, en el duelo que sigue, que tuvo lugar en mi mente, era yo quien empezaba:

Ataque

Yo: No tomo en serio tus sentimientos.

Jean-Jacques: Son demasiado complicados para eso.

Yo: Eres vanidoso.

Jean-Jacques: Soy homosexual y escritor, las dos cosas profesionalmente aceptadas y queridas.

Yo: Pero te limitas a representar la parte de homosexual.

Jean-Jacques: La diferencia es sutil, pero no importante.

Yo: Eres un turista de las sensaciones.

Jean-Jacques: Es mejor un turista que un taxidermista.

Lance una mirada de triunfo sobre mi adversario, pues estaba satisfecho de mi representacion. Pero Jean- Jacques no se limito a defenderse. Procedio a atacarme.

Contra-Ataque

Yo: Edificas tan alto que la base de esta estructura tan inestable y caprichosa esta destinada a

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