desmoronarse.
Jean-Jacques: Tu, construyes tan bajo.
Yo: Eres un chismoso.
Jean-Jacques: Tu pasion es coleccionar consejos y reprobaciones.
Yo: Eres un villano.
Jean-Jacques: Y tu un impotente adorador de villanos.
Yo: Eres un frivolo.
Jean-Jacques: Has empezado a hartarme.
En este momento, duramente herido, me retire del imaginario campo del honor. Como ya sabia, el duelo verbal no suele tener desenlace. Solo la violencia fisica o un acto de inmerecida generosidad pueden tener termino. Hoy mis sentimientos eran demasiado flexibles para arriesgarme a un encuentro mas directo. Mientras el duelo verbal concluia en mi imaginacion, pase frente a una oficina de correos. Me detuve para enviar un
Al final de aquel dia, recuerdo, las heridas, que despues de todo me habia infligido yo mismo, habian cicatrizado. El bienvenido espiritu de objetividad habia tomado posesion de mi y podia observar el transcurso de los hechos sin dolor. Observe que lo interesante de esta imaginaria conversacion era que ambos interlocutores dijeran la verdad. Las armas de ambos estaban bien afiladas y dirigidas. Sabia que ya no era capaz de divertir a Jean-Jacques, probablemente desde que me case, una decision que el fue incapaz de comprender. Jean-Jacques no apreciaba los climas sutiles y la revolucion de mi vida; para el, era como si yo hubiera emprendido viaje en una trilladora y, desde su punto de vista, esta descripcion era correcta. Mis golpes, sin embargo, eran igualmente justos. Es cierto que el se manifestaba frivolo, vanidoso, infiel y homosexual principalmente por lealtad al espiritu de exageracion. Juntos nos habiamos convertido en el mas desigual par de amigos.
La proxima vez que nos vimos, yo fui a buscarlo a su habitacion. Jean-Jacques estaba delante de su escritorio, banando sus pies en una jofaina de agua caliente y recortando fotografias de una revista deportiva con una hoja de afeitar. Parecia aburrido y me saludo distraidamente. Mi rencor se habia desvanecido y recordaba entonces mi viejo afecto por el. Pero el impulso de violencia que yo habia ahogado, era contagioso. Observe que el deseaba acusarme.
– ?Por que no hablas? -dije.
Su aspecto era abatido. Crei que estaba resfriado.
– ?Por que debo hablar? -replico agriamente-. Tu puedes hablar sin mi.
– Pero esta manana no tengo nada que decir. Creo que me he decidido a hacer algo.
– No te creo -dijo, sonandose con fuerza y contemplando largo rato su panuelo.
– ?Como pasas tus mananas?
– Escribiendo cartas. Rompiendolas. Orinando en mi orinal. Decidiendo dejarme el bigote.
– Vamos, vamos -dije, divertido con este nuevo y curioso aspecto de Jean-Jacques, que antes nunca habia conocido.
– Te dire de que se trata. ?Por que no? Tu eres el heroe de la obra, una comedia, en la que he estado trabajando durante mas de un ano -dijo-
– Quiza lo que no puedes es escribir piezas de teatro.
– ?Eso no! Mi talento esta intacto. Se trata del tema -me dijo Jean-Jacques-. Tu eres un gran fragmento comico.
– ?Por que un fragmento?
– Porque ninguna vida te ha completado -explico-. Eres un personaje sin historia. Eres un
– No -respondi confusamente-, mis suenos me anulan.
– ?Y tu forma de analizarte! -dijo, agudamente-. No tengo ninguna objecion contra alguien que pasa su vida frente a un espejo; yo mismo paso muchos ratos frente al mio. Pero no puedo aprobar la timidez de tu propia contemplacion. Estas enamorado de tus suenos, pero no los posees. En lugar de esto te anulas, hurgando tu propia vida sonolienta, llorando sobre su cuna, deplorandola, temiendola, anhelandola perpetuamente.
– No -dije-, no me reconozco en tu descripcion. Excepto por un detalle. El hombre enamorado de la idea de si mismo esta buscando continuamente heroes ante quienes inclinarse, humillarse, ya que oscila entre la autoestimacion y la autocondenacion. Para mi este heroe has sido tu. Sin embargo, yo he renunciado a ti.
– Bien, bien -sonrio Jean-Jacques-. ?Esto es una declaracion de independencia? ?Mi
– Tus palabras no me hieren. Seamos amigos.
– Ahora que la guerra ha terminado y aquellos encarnizados brutos, nuestros enemigos, se han retirado, quiero dejar la ciudad por un tiempo. -Me miro-. Estoy cansado.
Comprendia que la verdadera razon de su deseo de abandonar la ciudad era la esperanza de que, entre tanto, los rumores peligrosos e indeseables y las sospechas se desvanecieran. Sin embargo, tome seriamente su observacion, sabiendo que Jean-Jacques, al estar tan lleno de contradicciones, no podia expresar una verdad total sobre sus propios sentimientos, aun cuando lo pretendiera. Empece a explicarle lo inutil que era aburrirse, pero el agito su mano en senal de impaciencia.
– Tengo que pedirte dinero, viejo Mecenas -dijo-. Mi vocacion de escritor me llama al campo. -Esbozo una pequena mueca-. Tu conoces mis habituales fuentes de ingresos. En el viaje, cesaran. No me considero capaz de seducir a aquellos granjeros de pesadas botas ni de robar en las alcancias de las iglesias.
?Otra mentira! Sabia que esto no era cierto. Ademas de la pequena cantidad de dinero que yo habia depositado en su cuenta algunos anos atras, el habia obtenido algun dinero con sus libros, y fuentes de ingreso como la prostitucion o el robo, que practico anos antes de conocerme, hacia ya tiempo no las practicaba.
– ?Por que debo darte dinero? -dije, molesto por su decidida forma de dar por establecida mi buena disposicion.
– ?Y por que no ibas a hacerlo, mi pequeno sonador?
– No te muestres afectuoso conmigo. No te corresponde.
– No puedo contenerme, porque estamos a punto de despedirnos por un largo periodo.
– Si te dejo ese dinero, ?estaras menos aspero? ?Seras honesto conmigo desde ahora, aunque no volvamos a vernos? ?Habremos saldado finalmente nuestras cuentas?
– Si -respondio con gravedad-. ?Por que crees que sigo siendo amistoso contigo?
– Entonces te dare el dinero. ?Donde vas a ir?
Retiro sus pies de la jofaina y comenzo a secarlos.
– Necesito sentirme peregrino -repuso-. Estoy pensando en un lugar cercano a la famosa gruta del sur, donde los cojos van a deshacerse de sus muletas y los tuberculosos se arrodillan al sol para blanquear sus pulmones.
Se puso los zapatos, despues el abrigo y me tomo del brazo. Nos dirigimos a la puerta.
– Me apena que tengamos que separarnos -dije.
– Tu ya no me necesitas -replico languidamente.
Nos encaminamos hacia mi banco. Hice gestiones para transferir una razonable suma de dinero a Jean- Jacques en forma de carta de credito. Despues de comprar un billete de tren y algunas maletas, lo acompane a su apartamento para ayudarlo a preparar su equipaje. No lo vi partir cuando, dos dias mas tarde, dejo la ciudad.
Me senti contento cuando Jean-Jacques se fue, aunque sabia que eso no suponia el fin de nuestra amistad.
Ah, que invierno mas sombrio aquel. Terriblemente frio, escaso de alimentos, con misteriosos incendios y robos en el vecindario en que vivia, viejos amigos que desaparecian y reaparicion de quienes ya habian sido confirmados como muertos. Me senti enfermo y permaneci en cama durante varios meses, saboreando toda la voluptuosidad de mi enfermedad. Fue entonces cuando volvi por entero a la contemplacion de mis suenos.
Durante los cuatro anos de mi matrimonio y los dos que siguieron a la muerte de mi esposa, se habian producido varios suenos nuevos, con interesantes variaciones, segundas, terceras y cuartas ediciones de cada
