rojo muy intenso, ha adquirido ahora una palidez verdosa. Segun Carmen, deberia ir a un hospital, porque tiene el pulso en 100 y la presion muy alta. ?l se ha negado, y tampoco ha querido aceptar una camisa de Jan. Sigue con la misma mezclilla verde, tiznada en el pecho y rota en la sisa. Fuma un cigarro tras otro y su voz se oye endeble y tremula.
Carmen trae un recipiente con hielo. Bos coge dos cubitos y los echa en un vaso de whisky. En la mesa hay una grabadora. Van Dongen introduce un casete, y hace a Carmen una discreta senal para que se retire. Luego situa el microfono ante Victor. El di logo transcurre en ingles.
– ?Podemos empezar, Jan? -pregunta Bos.
Van Dongen asiente y mira a Victor, que se inclina un poco sobre el microfono.
– Estaba redactando mi informe cuando me llamo Rieks. No desde Varadero, como creia yo. Me dijo que habia amanecido con mucha resaca por los tragos de la vispera, y que habia aplazado el viaje hasta despues del mediodia. Y me pidio que pasara en seguida por su casa. Queria entregarme algo para Jan. Yo cogi el file, y camine los pocos pasos que separan mi casa de la suya. Y al abrirse la puerta me ponen una pistola en la sien y un encapuchado me dice: 'Hands up!'…
– ?En ingles? -interrumpe Bos.
– Si, en ingles. Me mando cogerme las manos por detras y otro me amarro las munecas. Mira como me han puesto.
Victor da vuelta sus manos para ensenar las marcas de alambre en las munecas. Luego se sirve un whisky puro, bebe un trago, hace una mueca horrible y continua.
Karl Bos toma apuntes.
Van Dongen mira al vacio.
– Eran tres encapuchados, pero creo que entre ellos habia una mujer. Senti un fuerte olor a Chanel no 5…
– ?Y serian cubanos?
– Lo dudo. Solo oi hablar al que me apuntaba, y tenia un acento neoyorkino muy marcado.
– Cuando te amenazaron ?estaba presente Rieks?
– Si, aunque al principio no lo vi, porque lo tenian sentado en un rincon a mis espaldas, con las manos amarradas atr s.
– ?Y que decia el?
– Nada. Ni una palabra… Luego, antes de sacarnos de la casa, nos pegaron esparadrapo en los p rpados y en la boca, y nos pusieron capuchas.
Bos coge la capucha y la examina, muy impresionado.
– Luego nos hicieron entrar al garaje y montar en el Volvo de Rieks. Calculo que estuvimos dando vueltas durante unos cuarenta minutos, sin salir de la ciudad. Finalmente llegamos a otro garaje o cobertizo, algo rustico, con piso de tierra.
– ?Llegaste a oir algun ruido del exterior? -pregunta Jan.
– Si, unos gritos, algo lejanos, como de chamacos jugando.
Victor hace una mueca de dolor y respira con dificultad…
– Agua, por favor…
Jan pone la pausa y Bos se apresura a destapar una botellita.
Victor apura el vaso con un gran temblequeo. Al final se le derrama un chorrito por una de las comisuras. Parece haber perdido el control de sus musculos faciales.
– Dejemos esto para otro momento… -propone Bos.
– No -insiste Victor-, ya paso, sigamos, fue solo un mareo…
En cuanto se recupera un poco, durante otros diez minutos de grabacion, Victor describe la atmosfera intimidatoria en que los secuestradores puntualizaron los detalles del rescate.
Con la voz entrecortada, bajando instintivamente el volumen, enumero las horrendas represalias que tomarian contra Groote si no se les cumplian puntualmente sus exigencias. Y querian nada menos que tres millones de dolares para el 17 de noviembre…
– Nos llamar n a la oficina dentro de poco, para darnos las indicaciones del rescate. Luego nos dejar n unos dias para juntar el dinero. Y no aceptan ninguna negociacion ni demora en el pago. El tipo me dijo: 'O pagan en tiempo y forma, o lo enfriamos'.
Al decir esto ultimo, Victor contuvo un sollozo y se tapo los ojos. Tuvo que esperar unos segundos para poder seguir hablando. Le temblaba demasiado la voz, y tenia el rostro tan amoratado, que Jan y Bos insistieron en llevarlo a un hospital, pero el se nego. Solo necesitaba descansar.
– Bien, si despues te sientes mejor y recuerdas mas detalles, gr balos en otro casete -sugiere Van Dongen-. Cualquier insignificancia podria dar una pista.
– Si, Jan tiene razon. Puede ser util en caso de que la familia o el mismo Rieks decidan informar a la policia.
– Ojal no decidan eso -comenta Victor, con la cabeza gacha, mir ndose las munecas-. Seria terrible para Rieks…
Media hora despues, Bos y Jan se llevan a Victor. Sobre la marcha le insisten en que vea a un medico pero el se niega. Por fin lo dejan en su casa.
Al timon de su carro, Van Dongen se vuelve a mirar a Bos:
– ?Como haremos para reunir tanto efectivo?
– Nosotros no podemos decidir nada hasta que Vincent Groote, Christina y el resto de la familia, oigan la grabacion de Victor.
– Si -asiente Van Dongen-, creo que eso es lo primero.
Bos se queda un instante pensativo, saca su agenda electronica y hace una anotacion.
– Yo mismo voy a llevar el casete a Amsterdam. Ojal pueda conseguir un pasaje para manana.
28
En una puerta, un pequeno letrero indica:
CIRURGIA MAXILO-FACIAL CONSULTAS.
De bata blanca y con una varilla en la mano, un medico apunta hacia un perfil de Van Dongen, proyectado sobre una pantalla blanca.
– Y practicando una incision frontal a 45 grados en la parte nterosuperior del tabique nasal, podriamos f cilmente formarle una nariz un poco aplastada, como de boxeador…
Acciona el proyector y aparece ahora un rostro tipo Belmondo, de frente y de perfil.
– Esta nariz, por ejemplo, juega muy bien con su entrecejo y el ovalo de su cara…
Y vuelve a la imagen del perfil de Van Dongen:
– Porque si cortamos aqui, luego aqui, y eliminamos este excedente carnoso…
A medida que el medico habla, Jan van Dongen lo escucha con creciente horror en la cara. Llega a un punto en que lo interrumpe. Alza ambas manos para taparse los oidos.
– Por favor, doctor, no siga… Le pido excusas, pero me enfermo de solo oir…
– Ese es su gran problema -interviene Carmen-: le tiene terror a la operacion…
– Yo puedo asegurarle que no va a sentir el minimo dolor, ni siquiera despues de la operacion.
– Tampoco es por miedo al dolor. Es la simple idea de que me serruchen el tabique nasal. De solo pensarlo, me siento muy mal…
– Mira como suda, Chucho -dice Carmen al medico, y saca un panuelo para secar a Jan.
– Si si, ya veo; y se ha puesto muy p lido… ?Siente algun mareo?
– No, mareo no, un poco de escalofrios…
– Dejeme decirle que yo he tenido pacientes capaces de sufrir los dolores mas agudos, por evitar que se les