Victor cierra los ojos y ladea la cabeza.
– No creo… Pero ni me hables. Acabemos de una vez.
Terminado el aseo, Victor coge el cadaver por las axilas y ella por los talones. Con esfuerzo, logran acostarlo dentro de una carretilla que Victor coge de espaldas, para no verlo, y se lleva a rastras hacia el interior de la vivienda. La cabeza del cadaver se descuelga hacia atr s. Alicia, que los sigue, apresura el paso y le sostiene la cabeza sobre la marcha. Ni ella misma sabe por que lo hace.
Pasan gran trabajo para vestir el cadaver. Y es mayor el problema cuando intentan ubicarlo en una postura convincente para la foto. Lo sientan a una mesa con el periodico extendido por delante. A la altura del pecho, lo atan con una soga al respaldo de la silla. Para mantenerle erguida la cabeza, logran con mucha dificultad cogerle con un cordel un punado del pelo relativamente largo de la nuca. Luego amarran el cordel a la pata de un mueble.
Como fondo, han colocado una sabana que impide ver detalles del lugar.
Cuando ya lo tienen convenientemente situado, fracasan en varias tentativas por mantenerle los ojos abiertos. Una y otra vez, el cadaver les dirige guinos burlescos. Por momentos tienen que reirse. A medida que lo cambian de posicion, sus facciones se deforman en muecas de una macabra comicidad.
Luego intentan colocarlo con el torso algo avanzado, como si estuviera acodado, leyendo el periodico abierto sobre la mesa.
Por indicacion de Victor, lo desamarran de la silla, y Alicia se tiende boca arriba en el suelo, bajo la mesa. Para sostener el cadaver en la posicion que Victor quiere, Alicia le apoya ambos pies en el abdomen. Pero al avanzar el cuerpo sobre la mesa, los brazos se le abren en una posicion antinatural. Con sendos palos de trapear, Alicia intenta impedir que se le caigan los brazos. Cuando por fin lo consigue, Victor comienza a girar alrededor de la mesa y ametralla al cadaver con la m quina fotogr fica. Busca el ngulo ideal.
Alicia se impacienta.
– Dame chance para unas pocas mas. Hay que hacer muchas para escoger.
Alicia sudando bajo la mesa, se esfuerza por mantener la fragilisima mise-en-scSne.
– ?Date prisa, cono, que no aguanto mas!
– Espera… -insiste Victor mientras toma un medio perfil desde atr s-. Una mas, solo una. Asi es perfecto. Creo que ya lo tenemos…
Victor no termina de hablar. Lo interrumpe el estrepitoso derrumbe de Groote, que termina por empujar la mesa y caer encima de Alicia. Ella lanza un grito que acompana la caida, y luego estalla en una carcajada de horror, enredada con el cadaver, el periodico y los palos.
35
Al dia siguiente, por la manana, la secretaria de Bos se asoma a la puerta del despacho. Al ver a Van Dongen con su jefe, se detiene. Bos la interroga con la mirada. Ella le muestra un sobre. Por su actitud, debe ser algo importante. Bos le hace senas de que se acerque, recibe el sobre, agradece, y la muchacha se retira.
Bos extrae una foto, la observa un instante…
– Nuestro pobre Rieks -comenta Bos, y se le demuda el rostro, y se le aguan los ojos.
En cuanto Jan tiene la foto en sus manos, comienza a cabecear negativamente. Frunce los labios y sigue cabeceando.
– ?Por que no lo tomaron de frente? -Sacude nuevamente la cabeza-. Esto me horroriza…
Bos vuelve a examinar la foto:
– ?Cu l es el problema, Jan?
Entra Victor. Sin hablar, Bos le entrega la foto.
– A ver que piensas tu…-lo interroga Bos.
– ?No se le ven los ojos! -insiste Van Dongen-. Esta podria perfectamente ser la foto de un cadaver…
– No me parece, Jan -dice Victor-. ?Despues de tantos dias, como podrian…?
– Eso digo yo -lo apoya Bos.
– No me pregunten como. Lo cierto es que esta foto me genera todavia mas inquietud…
– ?Lo habr n drogado? -se pregunta Victor.
– Quiza le hayan golpeado la cara… -aventura Bos.
– Y mas simple aun: quiza lo hayan matado.
Victor hace un gesto de rechazo. Mira sombrio a Van Dongen. Da a entender que desestima las exageraciones de aquel paranoico.
Una mucama uniformada llena tres tazas de cafe, las pone en una bandeja y sale hacia la recepcion. En eso oye la risa estentorea de Bos y comienza a sonreir. Oye una segunda y una tercera carcajadas atronadoras y al ver que la recepcionista tambien se rie, intercambia con ella un guino de complicidad.
Cuando Bos rie de buena gana, todo el mundo se entera. Su hilaridad atraviesa puertas, tabiques, maderas, cemento, se prende de las paredes, recorre los pasillos. Y cuando el jefe esta contento, todo el mundo rie, porque Karl Bos, aquel cincuenton pelirrojo y mofletudo, tiene una risa infantil, resonante, contagiosa. Imposible oirla y quedarse serio.
Cuando la mucama abre la puerta del despacho, se oye tambien la risa de Victor, mucho mas moderada. Al entrar con la bandejita del cafe, se encuentra a Van Dongen, de pie ante los otros dos, que lo oyen arrellanados en el sof.
– ?Arenques con salsa de mangos? ?No jodas, Jan, eso no puede ser!
– ?Y como dices que se llama la tia?
– Cornelia. -Van Dongen es el unico que no rie-. Es la hermana mayor del padre de Rieks. Completamente loca. Tortura a sus invitados con su culinaria.
– Y el Tropical Baltic ?lo invento ella?
– Si; y siempre cuenta a sus invitados, que una vez se lo hizo probar al chef del Waldorf Astoria, y el tipo quedo tan maravillado, que le pidio la receta para incluirla en su repertorio.
– ?Jaaa, ja, ja! ?Y eso es verdad?
– ?Que va! Puro delirio mitomano de la vieja…
– ?Jaaaa, ja, ja…! ?Ayyy!
El pelirrojo coge aire para seguir riendose.
La mucama, con su bandeja vacia, se retira con obsequiosa discrecion. La recepcionista, muerta de curiosidad, le implora con los ojos una explicacion.
– Figurate, en ingles no entiendo nada…
En el despacho Victor pregunta a Van Dongen:
– ?Y tu crees que Rieks recuerde el nombre del plato?
– Claro, Vic -asegura Van Dongen-. Tu sabes que a Rieks le encantan las bromas pesadas. Y cuando tiene la vena s dica, lleva invitados a casa de la tia Cornelia, a comer el Tropical Baltic.
Las risotadas de Bos vuelven a atronar en el despacho. La hilaridad le colorea el cutis. Al sacudir la cabeza, se le despega sobre la frente un mechon rebelde.
– ?Y que propones, entonces? -pregunta, sin dejar de reir, mientras se seca las gafas empanadas.
– Muy simple, Karl: cuando los secuestradores llamen manana, les pedimos que averiguen con Rieks el nombre de la tia, del plato, y de los ingredientes. Para ellos no representa ninguna dificultad pregunt rselo y decirnoslo…
Victor asiente con reiterados y enf ticos cabezazos.
– Absolutamente de acuerdo -aprueba Victor-. Si nos contestan bien, manana sabremos con toda certeza que Rieks esta vivo.
– Una idea genial -apoya Bos. Y suelta otra carcajada.
Anochecido ya, cuando iba entrando al garaje de su casa, Jan se dio cuenta de que habia cometido un error.