Recuerdo que pense que esa era la peor parte de cubrir un suceso criminal y, en especial, un asesinato. Ver el cuerpo mutilado no era nada: solo un momento de observacion impersonal para absorber detalles. Sin embargo, visitar a la familia de la victima era algo muy distinto. Nunca sabia que esperar. En el pasado, los deudos me habian amenazado y abrazado, habian llorado en mi hombro y me habian gritado. «Es tan facil estar con los muertos -me dije-, y tan dificil tratar con los vivos…» Volvi a buscar a Porter, que acababa de iniciar el proceso de revelado, y de nuevo cruzamos la ciudad, esta vez en direccion al hogar de la familia afligida.
Cuando llegamos, Martinez y Wilson esperaban frente a la puerta. Martinez llevaba gafas de espejo, de modo que si uno lo miraba a los ojos solo se veia a si mismo. Wilson se enjugaba la frente con un panuelo blanco. De alguna manera, la tela parecia retener el calor y brillaba en su mano.
– Bienvenidos a la realidad, muchachos -dijo Porter. Atravesamos el jardin. Wilson fue el primero en hablar.
– Si que sois rapidos, vosotros. No podiais esperar, ?verdad?
Lo mire por un momento y luego me dirigi a Martinez.
– ?Cual es la situacion ahi dentro?
Sus ojos se clavaron en mi detras de las gafas de sol.
– Estan aturdidos por la noticia. He tenido que decirles que uno de ellos debera ir a la morgue a identificar el cuerpo. Ahora estamos esperando al padre.
– ?Tenia novio la chica? ?Hay algun sospechoso?
– Nada oficial. Por lo visto, nadie tenia motivos para desearle mal. Es decir, no acababa de plantar a nadie.
Wilson lo interrumpio.
– Era una chica buena y decente. Nada de drogas ni de sexo. Era alumna de la escuela Sunset. Sacaba buenas notas. Queria ser veterinaria, ir a la universidad. Dios, solo de pensar en ello me pongo enfermo. -Sin dejar de secarse la frente con el panuelo, me espeto-: ?Como piensas escribir esto? Escucha, si le causas mas dolor a esta familia…
– ?Que? -salte-. ?Que crees que somos? Dios mio… -Me volvi hacia Martinez-. Entonces, ?que pasos seguireis ahora?
– Haremos algunas indagaciones sobre la fiesta a la que asistio, aunque, por lo que dicen los padres, dudo que averiguemos gran cosa. Solo eran chicos del instituto. Estamos pendientes del informe de la autopsia. Comenzaremos a revisar los archivos de delincuentes sexuales, pero me temo que eso tampoco nos conducira a ningun sitio. Quiero decir que esto no parece un crimen sexual.
Mire a Wilson.
– ?Y tu? ?Que piensas?
Mientras el meditaba su respuesta, yo termine de apuntar lo que habia dicho Martinez, garabateando rapidamente en mi libreta.
– Creo que el asesino es una especie de psicopata. ?Que otra cosa puede ser? Aun no tenemos nada seguro, pero lo tendremos, te lo juro.
Vi que Martinez daba media vuelta, como frustrado por la promesa de su companero.
– ?Sabes? -dijo el detective mas joven-, casi siempre, en cuanto llegamos a la escena de un crimen ya sabemos quien lo hizo. La victima yace en el suelo, y el tipo que la mato esta alli, de pie, con una pistola humeante en la mano, llorando. O esta la esposa que, harta de que su marido la golpee despues de un dia dificil en el trabajo, lo ha matado de un tiro. O el padre que ha olvidado guardar bajo llave la pistola que tiene para proteger a su familia y ha visto a su hijo de cinco anos matarse delante de sus narices. Luego hay casos menos comunes: el tipo que se pasa la vida detras de la caja registradora de su bar en el gueto y se carga a su jefe. Pero a esos tambien los pillamos porque, tarde o temprano, alguien se va de la lengua. Y estan los asuntos de drogas: la gente metida en eso se mata entre si. Como la mantequilla y la mermelada, asi es como funcionan las cosas. Cuando se trata del crimen organizado, la cosa es mas dificil; los asesinos profesionales borran sus huellas. Pero al menos tenemos alguna idea de quien lo hizo. De todos modos, ?a quien le importa, eh?
»Pero los casos mas excepcionales son los asesinatos fortuitos. Los crimenes sexuales entran en esa categoria. La victima y el asesino no se conocen; tal vez nunca se habian visto antes. Son solo dos vidas que se cruzan un instante. No hay pistas, no hay testigos… Esos casos nos dan mucho trabajo. Creo que ese es el tipo de crimen ante el que nos encontramos. Excepto por el aspecto sexual: no logro comprenderlo.
– ?Y las manos atadas? -pregunte.
– ?Quien sabe? -dijo Martinez, encogiendose de hombros.
Fije la vista en los dos hombres.
– Estais ocultando algo -senale-. Me salis con eso de «no tenemos pistas», pero vais a practicar una detencion por la manana, ?no es cierto? En el horario del
Martinez parecia molesto, y Wilson nos dio la espalda.
– ?No hay nada que decir! -exclamo-. Un cadaver con las manos atadas entre los arbustos. Eso es todo. No hay nada magico. ?El asesino no dejo sus huellas en una linda tarjeta blanca con su nombre y direccion! ?Quieres una detencion rapida? Pues realizala tu mismo, que demonios.
No tuve tiempo de responder porque se abrio la puerta de la casa. Los dos detectives retrocedieron un paso, dejandome al frente. Intente disimular la irritacion y adopte mi tono de voz mas solemne. Lo tenia muy ensayado y lo empleaba para hablar con los familiares de cualquier victima de un crimen, accidente o catastrofe natural. Con el pretendia expresar conmiseracion por su tragedia y al mismo tiempo determinacion por conseguir material para un articulo. Me presente primero al hombre que salio de la casa y luego a su esposa. Ambos tenian los ojos enrojecidos por el llanto.
– Se que este es un momento dificil -comence-. Pero me seria de gran ayuda que uno de ustedes me dedicase algun tiempo para hablarme de su hija, sus esperanzas y sus suenos.
El padre asintio con la cabeza. Parecia atolondrado, capaz de comprender mis palabras. Miro a los dos detectives, que permanecian impasibles.
– Es una muchacha encantadora -dijo, utilizando el tiempo presente-. Casi perfecta, de hecho. Todos la queremos mucho. Estamos muy preocupados.
Martinez lo tomo del brazo.
– Esto sera muy duro -dijo-. Cuanto antes acabemos con ello, mejor.
El hombre asintio de nuevo, y Martinez y Wilson lo condujeron hacia el automovil. Observe a los tres cruzar el jardin, con paso vacilante, bajo la intensa luz de la tarde. Oi detras de mi el chasquido y el zumbido de la camara fotografica. Me volvi hacia la madre.
– ?Podriamos sentarnos a hablar? -pregunte-. Ellos tardaran algun tiempo.
Ella hizo un gesto de asentimiento. Entre en la casa tras ella y deje la puerta abierta para que Porter pudiese pasar tambien. La madre atraveso lentamente el vestibulo hasta una enorme sala de estar. Pasee la mirada por la habitacion, anotando en mi libreta los detalles con la mayor precision posible.
– ?Podria darme un vaso de agua? -pedi-. Hace muchisimo calor ahi fuera.
Por un instante, la mujer parecio confusa.
– Por supuesto -respondio al fin-. Se lo traere.
Luego franqueo una puerta que daba a lo que supuse seria la cocina. Aproveche ese momento para orientarme y organizar mis pensamientos. Examine una de las paredes, que estaban cubiertas de fotos de familia. Repare en la cuidadosa distribucion de los muebles, modernos y bajos. «Caros», pense. En un rincon de la sala habia un gran equipo estereofonico y me fije en los titulos de los discos que estaban fuera: algunos de rock, varios de musica clasica. No habia televisor. Me dirigi a la parte trasera de la sala, donde habia unas puertas corredizas de vidrio con vista al patio. Habia una piscina, algunos arboles y un cesped muy verde. En Florida, el verdor del cesped dice mucho acerca de la dedicacion de los duenos de la casa, que deben luchar contra el sol. Oi que la madre entraba y me volvi hacia ella.
– Estaba admirando su cesped. Me recuerda al que se ve en los jardines del norte.
La mujer logro esbozar una sonrisa mientras me entregaba el vaso con agua y hielo. Echo un vistazo a Porter, que estaba mas atras, intentando tomar fotografias con disimulo. Con expresion resignada, se encogio ligeramente de hombros y se sento en una silla. Oculto el rostro entre las manos por un momento y luego alzo los ojos hacia mi.