seres no menos expertos que los del Telurio en materia de vuelos cosmicos, pues habian sabido calcular con bastante exactitud y rapidez el rumbo de retorno y que ahora buscaban al Telurio con su localizador a una distancia enorme. Dos particulas infimas, perdidas en aquella insondable oscuridad, buscabanse la una a la otra... Y al propio tiempo eran dos mundos inmensos, pictoricos de energia y de saber que se tanteaban mutuamente con haces dirigidos de ondas luminosas. Kari movio el rayo del localizador, pasando la aguja de control de « 1.488 » a « 375 », y luego descendiendo mas y mas la escala numerica... El punto luminoso surgio de nuevo, y otra vez desaparecio para volver a brillar en la pantalla, acompanado de senales acusticas de muy corta duracion.
Tras de tomar en sus manos los vernieres del localizador, Mut Ang comenzo a describir una espiral desde la periferia hacia el centro del gigantesco circulo trazado por el rayo en la zona de aproximacion de la astronave.
Los otros hacian, al parecer, lo mismo. Al cabo de prolongados esfuerzos, el punto luminoso se detuvo en el tercer circulo de la negra pantalla, oscilando solamente a causa de la vibracion de ambas naves. El timbre de senales sonaba ahora sin cesar, y fue preciso desconectarlo, No cabia duda de que el rayo del Telurio habia sido captado por los aparatos de la astronave desconocida. Los dos vehiculos cosmicos se aproximaban el uno al otro, cubriendo en una hora no menos de cuatrocientos mil kilometros.
Tey Eron leyo los calculos hechos por la computadora mecanica. Entre las naves mediaba una distancia aproximada de tres millones de kilometros. Dentro de siete horas deberian encontrarse. Pero al cabo de sesenta minutos podria utilizarse el freno integral, que retardaria el encuentro por algunas horas, a condicion de que la otra nave hiciese lo propio valiendose de calculos similares. Era posible que los desconocidos parasen mas pronto o que las naves se cruzasen de nuevo en el espacio, y eso volveria a retrasar el encuentro, cosa indeseable porque la espera haciase insoportable.
Sin embargo, la nave aquella no ocasiono molestia alguna. Empezo a frenar mas rapidamente que el Telurio; pero luego, al establecer el ritmo de deceleracion de este, siguio su ejemplo. Las naves iban acercandose mas y mas. Los tripulantes del Telurio volvieron a reunirse en el puesto central. Todos tenian clavados los ojos en la pantalla negra del radar donde el punto luminoso habiase transformado en una mancha. Era el rayo del Telurio, reflejado por la astronave desconocida. La mancha tomo la forma de un cilindro diminuto cenido por un grueso anillo, lo que no tenia la mas remota semejanza con el Telurio. Al estar mas cerca, podian ya discernirse, en los extremos del cilindro, unos abultamientos cupuliformes.
Los fulgurantes contornos aumentaban y se extendian hasta ocupar por completo la pantalla negra.
— ?Atencion! ?Cada cual a su puesto! ?La deceleracion final sera de 8 « g »!
Los ojos inyectabanse de sangre, la vista se nublaba y un sudor pegajoso asomaba a la frente bajo la inmensa presion que hundia las butacas hidraulicas... El Telurio paro y quedo suspenso en la helada oscuridad del espacio, donde no existia ni abajo, ni arriba, ni lados, ni fondo, a ciento dos parsecs de nuestro astro querido, el dorado Sol.
Apenas recobrados de aquella fuerte impresion, los astronautas conectaron las pantallas de observacion directa y un reflector gigantesco, pero no vieron nada mas que una niebla luminosa delante de si y a babor. El reflector se apago, y en aquel instante una viva luz azul celeste deslumbre a los que tenian la vista puesta en la pantalla.
— ?El polarizador a treinta y cinco grados! ?El filtro de ondas luminosas! — ordeno escuetamente Mut Ang.
— ?A la onda de seiscientos veinte? — pregunto Tey Eron.
— ?Esta bien!
El polarizador apago el resplandor azul. Y entonces un poderoso torrente de luz anaranjada penetro en la densa oscuridad, viro, rozo el borde de algo solido y, por fin, ?ilumino toda la astronave desconocida!
Se encontraba tan solo a unos cuantos kilometros de alli. La seguridad con que se habian acercado hablaba en elogio de los pilotos de ambos vehiculos. Era dificil precisar desde lejos las dimensiones de la nave desconocida. Inesperadamente partio de ella un grueso rayo de luz anaranjada, que, por la longitud de la onda, coincidia con la del Telurio. Encendiose y se apago, para surgir de nuevo al cabo de un instante y quedar en linea vertical, ascendiendo hacia unas constelaciones desconocidas que titilaban al borde de la Via Lactea.
Mut Ang se restrego la frente con la mano, lo que hacia siempre como si palpase sus pensamientos.
— Es, por lo visto, una senal — dijo Tey Eron con cautela.
— ?Que duda cabe! A mi juicio, nos quieren decir que no nos movamos, porque piensan acercarse ellos. Vamos a contestarles.
La nave terrena apago su reflector, para volver a encenderlo a la onda de 430 y enfocar un rayo azul celeste hacia la popa. Al instante se apago la columna de luz anaranjada en la nave ajena.
Los astronautas esperaban con la respiracion contenida. La nave aquella pareciase mas que nada a un carrete: dos conos unidos por los vertices. Uno de ellos — por lo visto, el delantero— tenia la base cubierta por una cupula; el otro la tenia ancha y abierta en forma de embudo. El centro de la nave era una gruesa banda de lineas indefinidas que emitia tenues destellos y a traves de la cual vislumbrabanse los contornos del cilindro que unia los conos. De subito, la banda se encogio perdiendo su transparencia, y empezo a girar como la rueda de una turbina. La nave empezo a crecer y, en cosa de tres o cuatro segundos ocupo toda la superficie de las pantallas de observacion. Estaba claro que era mas grande que el Telurio.
— ?Afra, Yas y Kari! Ustedes vendran conmigo a la camara de la esclusa, hacia la salida — dijo Mut Ang—. Usted, Tey, quedese en el puesto de control. Encendamos el iluminador planetario y las luces de posicion de babor.
Con febril precipitacion pusieronse las ligeras escafandras que se usaban para explorar planetas y para salir de la nave al espacio cosmico, adonde no se extendiera el mortifero efecto de las radiaciones estelares.
Mut Ang examino rigurosamente los equipos de sus tres acompanantes, comprobo el funcionamiento de su propia escafandra y conecto las bombas, que aspiraron en el acto el aire de la esclusa. En cuanto el indice de enrarecimiento llego a la marca verde, el capitan hizo girar tres manivelas. En el mayor silencio, como todo lo que ocurria en el Cosmos, separaronse hacia los lados varias puertas blindadas de corredera que aislaban los Compartimentos; luego salto la tapa redonda de una escotilla y un ascensor hidraulico entro en accion, sorbiendo el suelo de la camara de la esclusa. Los cuatro astronautas encontraronse en una plataforma circular: la plataforma de observacion superior, que se hallaba a cuatro metros de altura sobre la proa del Telurio.
Al resplandor de las luces azules, la nave espacial desconocida era totalmente blanca. Ostentaba la opaca e inmaculada albura de la nieve de las montanas en contraste con el Telurio, cuya espejeante superficie de metal reflejaba todos los tipos de radiacion cosmica. Unicamente el anillo central de la misteriosa nave continuaba proyectando suaves destellos.
La gigantesca mole iba acercandose a ojos vistas. Lejos de otros campos de gravitacion los dos vehiculos cosmicos se atraian mutuamente, y eso era prueba de que la nave extrana no estaba hecha de antimateria.
El Telurio extendio por la banda de babor sus gigantescos topes de aterrizaje. Estos tenian la forma de flexibles tubos telescopicos, en cuyos extremos habia unos cojines de un plastico dotado de elasticidad y recubierto con una capa para proteger la nave de un posible contacto con algo que fuese de antimateria. Una ranura negra, como una boca que sonrie con descaro, abriose en la parte superior de la proa de la nave desconocida, y por ella salio un balcon rodeado de finos balaustres. Algo blanco moviose en la negra abertura, y cinco figuras aparecieron en la plataforma. Afra dejo escapar un grito de desilusion. Aquellos cinco seres eran de un color palido mortal y proporciones descomunales. En cuanto a estatura no se diferenciaban mucho de los hombres de la Tierra; pero les ganaban considerablemente en complexion, y una especie de gibas de caprichosas formas alzabanse a sus espaldas. En vez de los cascos esfericos y transparentes de los cosmonautas terrenos, llevaban puesta sobre los hombros una especie de concha grande, calcarea, con la parte convexa mirando hacia atras. Delante veiase una orla de grandes espinas, dispuestas en forma de abanico, bajo la cual, en la densa oscuridad, brillaba tenuemente un cristal negro.
El primero, al aparecer, hizo un recio movimiento que revelo que tenia dos brazos y dos piernas. La nave blanca empezo a virar, y al encontrarse la proa frente a la banda del Telurio, saco afuera una armazon de placas metalicas rojas, cuya longitud rebasaria los veinte metros.
Con un suave y amortiguado choque las naves entraron en contacto. Al extremo de los topes, no surgio el deslumbrante relampago de la desintegracion atomica: las dos naves eran de la misma materia.