— Por consiguiente, en ese planeta debe de prevalecer el frio. Y eso no concuerda con la hipotesis de la estrella azul de temperatura excesivamente elevada.

— ?Por que no? — replico Yas Tin—. Su orbita podra estar muy distante de ella. Sus oceanos podran encontrarse en las zonas polares del planeta o en las de clima moderado. O bien...

— Es posible que existan aun muchas razones — dijo Mut Ang—. Pero, sea como sea, tenemos ante nosotros una astronave llegada de un planeta cuya atmosfera contiene fluor, y pronto conoceremos todos los pormenores de su vida. Ahora, lo mas importante es comprender que el fluor constituye un elemento muy raro en el Universo. Aunque las ultimas investigaciones han revelado que el fluor, por su grado de difusion, no ocupa el cuadragesimo lugar, sino el decimoctavo, nuestro oxigeno es el tercero de los elementos mas comunes, despues del hidrogeno y del helio; le siguen, por numeros de atomos, el nitrogeno y el carbono. Otro sistema de calculos demuestra que en el mundo hay doscientas mil veces mas oxigeno que fluor. Y eso significa unicamente que en el Cosmos hay poquisimos planetas con abundancia de fluor, y que los rodeados de una atmosfera fluorica — es decir, que las plantas durante su larga existencia han cargado de fluor la atmosfera— constituyen una verdadera excepcion de la regla.

— Ahora comprendo el gesto de desesperacion del capitan — dijo Afra Devi—. Buscan a seres semejantes a ellos. Por eso ha debido de ser muy grande su decepcion.

— Eso demuestra que ellos llevan ya mucho tiempo buscando, y ademas que se han encontrado ya en su camino con otros seres racionales...

— ?Sin duda! — corroboro Afra—. Con seres que respiran oxigeno como nosotros.

— Pero pueden haber tambien otros tipos de atmosferas — replico Tey Eron—. Por ejemplo: una atmosfera saturada de cloro, o de azufre, o de hidrogeno sulfurado.

— ?En esas atmosferas no pueden desarrollarse las formas superiores de vida! — exclamo Afra con aire triunfal—. Pues, en el metabolismo, producen de tres a diez veces menos energia que el oxigeno, ?nuestro poderoso y vivificante oxigeno terreno!

— Eso no reza para el azufre, que, en cuanto a produccion de energia, es equivalente al oxigeno — objeto Yas Tin.

— ?Se refiere usted a una atmosfera de anhidrido sulfuroso y un oceano de azufre liquido? — pregunto Mut Ang, a lo que el ingeniero Yas Tin asintio con la cabeza.

— Pero en tal caso el azufre no sustituye al oxigeno, sino al hidrogeno de nuestra Tierra — dijo Afra, frunciendo el ceno— , es decir, ?al elemento mas comun del Universo! Dudo de que el azufre, dada su rareza, pueda ocupar el lugar que le corresponde al hidrogeno. Esta claro que una atmosfera de este genero sera un fenomeno aun mas raro que la fluorica.

— Y unicamente sera posible en planetas de clima muy caluroso — agrego Tey Eron sin dejar de hojear el libro—. Para hacerse liquido un oceano de azufre necesitara una temperatura de cien a cuatrocientos grados.

— Creo que Afra tiene razon — intervino Mut Ang—. Todas esas supuestas atmosferas seran una gran rareza en comparacion con la nuestra, compuesta de los elementos mas difundidos en el Universo. ?Y ello no es casual!

— ?Claro que no! — accedio Yas Tin—. Pero en el Cosmos infinito, no son pocas las casualidades. Tomemos, por ejemplo, nuestra Tierra. En ella, asi como en los planetas vecinos — la Luna, Marte, Venus— abunda el aluminio, elemento raro en el Universo.

— Y sin embargo, para encontrar la repeticion de tales casualidades habra que invertir decenas, si no cientos de milenios — dijo Mut Ang—. Aunque se emplee para dichos fines las astronaves pulsacionales. Y si los expedicionarios de esa nave hace mucho que buscan otro planeta como el suyo, es de comprender su emocion al encontrarse con nosotros.

— ?Cuanto ?me alegro de que nuestra atmosfera se componga de los elementos mas comunes del Universo! — dijo Afra—. Hemos de encontrar, sin duda, multitud de planetas como el nuestro.

— ?Pero el primer encuentro no ha sido con un planeta similar! — hizo notar Tey.

Afra, encendido el rostro, disponiase ya a responder cuando aparecio el quimico de a bordo para informar que la pared transparente estaba terminada.

— Pero, ?podremos entrar en esa nave con nuestra vestimenta cosmica? — pregunto Yas Tin.

— Sin duda. Tambien ellos pueden entrar aqui. Es probable que nos visitemos en mas de una ocasion. Pero las presentaciones las haremos primero a distancia — explico el capitan.

Los hombres de la Tierra montaron la pared al extremo de su galeria. Las figuras blancas hicieron lo propio en la suya. Luego unos y otros juntaronse en el vacio, ayudandose mutuamente a unir con un pasillo las dos galerias. Una palmadita en el hombro o en la manga de la escafandra la interpretaban los tripulantes de ambas naves, como senal de afecto y amistad.

Aquellos seres llegados de otro mundo trataban de examinar los rostros de los hombres de la Tierra a traves de los ahumados cristales de sus cascos. Pero si bien estos permitian distinguir con relativa claridad las caras de los viajeros del Telurio, los cascos de los seres desconocidos, parecidos a unas conchas orladas de protuberancias corniformes y cubiertas en la frente con unas placas ligeramente convexas, eran impenetrables para los ojos humanos. No obstante, los seres terrenos intuian que desde aquella oscuridad les escudrinaban con vivo interes unos ojos amigos.

A la invitacion de entrar en el Telurio, las figuras vestidas de blanco respondieron con ademanes negativos. Uno de ellos se llevo la mano a la escafandra y en seguida abrio los brazos, como si esparciese algo.

— Temen que sus cascos se deterioren en una atmosfera oxigenada — adivino Tey.

— Ellos quieren, igual que nosotros, que nuestra primera entrevista sea en la galeria — dijo Mut Ang.

Las dos naves pendian ahora en el espacio infinito formando un solo cuerpo. El Telurio conecto su potente calefaccion. De esta manera sus tripulantes podian entrar en la galeria con la indumentaria corriente de trabajo: unos monos azules de lana artificial cenidos como una malla al cuerpo.

Al otro lado de la galeria encendiose una luz azul semejante a la que reina en las alturas montanosas de la tierra. En la linde de estas dos camaras, de diferente alumbrado, las transparentes paredes parecian de agua marina pura.

Solo la respiracion agitada de los seres terrenos alteraba el silencio.

Al rozar con el codo el brazo de Afra, Tey Eron noto que la joven temblaba de emocion.

La atrajo hacia si, y ella le respondio con una mirada llena de gratitud.

Un grupo de ocho tripulantes de la otra nave aparecio en el extremo opuesto de la galeria... Los cosmonautas terrenos quedaron perplejos, sin poder dar credito a sus ojos. En el fondo del alma, cada cual esperaba ver algo extraordinario y sobrenatural. La completa semejanza de aquellos seres con los hombres de la Tierra se les antojaba un milagro. Mas eso no fue sino la primera impresion. Cuanto mas detenidamente los examinaban, mas diferencias descubrian en lo que no ocultaba la oscura vestimenta: un conjunto de chaqueta ancha y corta y bombachos anchos y largos, que hacian recordar los antiguos atavios de los pobladores de la Tierra.

Al apagarse la luz azul, ellos conectaron el alumbrado terrestre. Las transparentes paredes perdieron su matiz verdoso, para hacerse incoloras. Al contemplar a los hombres que se encontraban al otro lado de aquellos invisibles muros, costaba creer que ellos respirasen un gas considerado muy venenoso en la Tierra y que se banasen en un acido tan corrosivo como el fluorhidrico. Las lineas de sus cuerpos eran de proporciones normales y su estatura correspondia a la media de los hombres terrenos. Extrano era el color gris ferroso de su piel con visos argentados y un matiz apenas perceptible de rojo sanguineo, como la hematites pulida.

Sus cabezas redondas estaban densamente pobladas de cabellos muy negros, que tiraban a azul. Pero la particularidad mas remarcable de sus facciones eran los ojos. Excesivamente grandes y rasgados, de un corte muy oblicuo, ocupaban toda la anchura del rostro, subiendo con sus angulos extremos hacia las sienes, a una altura mayor que los ojos de los hombres de la Tierra. Los blancos, de un intenso color turquesa, parecian desproporcionadamente largos respecto a los negros iris y pupilas.

Las cejas, negrisimas, rectas y muy abultadas, confundianse con el cabello muy por encima de las sienes y llegaban casi a unirse en el angosto entrecejo, formando un ancho angulo obtuso. Los cabellos, sobre la frente, descendian desde el centro hacia las sienes en lineas rectas y definidas, guardando perfecta simetria con las de las cejas. Por eso la frente presentaba la forma de un rombo estirado horizontalmente. La nariz, corta y achatada, tenia las fosas abiertas hacia abajo, como las de los hombres de la Tierra. La boca pequena, de labios violaceos,

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