asi como el alumbrado externo de las naves. Ambos vehiculos cosmicos pendian ahora inmoviles, sin vida, uno al lado del otro, en la helada oscuridad del espacio.

Pero dentro bullia una vida intensa. El cerebro humano apelaba a su inagotable ingenio para hallar nuevos medios que permitiesen transmitir a aquellos hermanos suyos, nacidos en un planeta distante, sus esperanzas y los conocimientos atesorados en el curso de miles de anos de ingente labor entre miles de peligros y sufrimientos: conocimientos que habian liberado al hombre primero del poder de la naturaleza primitiva, luego de las trabas de un regimen social salvaje, de las enfermedades y la vejez prematura, y finalmente habianle abierto el camino hacia las extensiones infinitas del Universo.

La segunda entrevista en la galeria comenzo por la exposicion de cartas estelares. Ni los unos ni los otros conocian por su posicion las constelaciones junto a las cuales pasaban sus naves. (Solo despues, en la Tierra, logrose establecer que el astro azul claro se encontraba en una pequena nebulosa de la Via Lactea, cerca de Tau de Ofiuco. Cuando en los limites meridionales de Hercules se cruzo con el Telurio, la nave blanca dirigiase hacia un grupo de estrellas situado en el extremo norte de Ofiuco.

En la parte de la galeria ocupada por los desconocidos surgio de pronto una especie de reja de placas de metal rojo; tenia aproximadamente la altura de un hombre. Por las rendijas entre las placas pudose ver que algo empezaba a girar. Repentinamente, estas se volvieron de canto y desaparecieron. En lugar de la ranura quedo un vasto espacio, en cuyo fondo giraban unas esferas de deslumbrante azul. Eran los satelites del planeta fluorico. Tambien este se aproximaba lentamente. Una niebla impenetrable formaba una ancha faja azulosa en torno de su ecuador. Los polos y zonas adyacentes irradiaban destellos rojos grisaceos; por la parte central pasaban unas franjas, cuya inmaculada blancura les hacia semejarse a la superficie de la nave desconocida. En aquella zona, a traves de una atmosfera poco saturada de vapores, adivinabanse vagamente los contornos de los mares, continentes y montanas, que alternaban con franjas verticales no del todo rectas. El planeta en cuestion era mas grande que la Tierra. Su rapido movimiento giratorio creaba un potente campo electrico alrededor de el. Un fulgor lilaceo extendia largas lenguas desde la linea ecuatorial hacia la negrura del espacio exterior.

Hora tras hora permanecian los telurianos ante la transparente pared, contemplando extasiados los cuadros veridicos del planeta fluorico que el misterioso aparato continuaba desenvolviendo ante ellos. Los hombres de la Tierra divisaron las lilaceas olas del oceano de acido fluorhidrico que banaban unas playas de arenas negras, rojos penascos y las vertientes de unas montanas cuyas dentadas cumbres proyectaban el esplendor azulado de su Luna.

A medida que se avanzaba hacia los polos, el aire iba adquiriendo una tonalidad cada vez mas azul y mas profunda y pura haciase la luz pavonada del astro violaceo alrededor del cual giraba raudo el planeta fluorico. Alli, las montanas eran como cupulas redondas, muros o chatas prominencias que despedian un vivo brillo opalescente. Unas sombras azules cubrian los profundos valles, que se extendian desde las montanas polares hasta la festoneada franja de los mares ecuatoriales. Sobre los grandes golfos flotaban nubes de color azul claro con irisados visos. Unas estructuras gigantescas de metal rojo y piedras verdes como la hierba bordeaban los mares y subian verticalmente por los valles, en hileras infinitamente largas, hacia los polos. Aquellas aglomeraciones de edificios, que debian de ocupar vastas areas — pues eran visibles desde tales alturas— estaban separadas por las anchas franjas de una vegetacion exuberante, de color verde azulado, o por las planas cupulas de las montanas con un fulgor interno como el opalo o la selenita. Las redondas capas de fluoruro de hidrogeno congelado que cubrian los polos relumbraban como zafiros.

Azul y violeta en todas sus tonalidades dominaban por doquier. La propia atmosfera parecia estar empapada de una luz violacea. Era aquel un mundo frio e impasible, tan puro, distante e ilusorio como si estuviese reflejado en un cristal; un mundo exento del calor acariciante que brinda la variedad de tonalidades rojas, anaranjadas y amarillas en la Tierra.

Cadenas de ciudades extendianse en ambos hemisferios, en las areas correspondientes a las zonas polares y de clima moderado de la Tierra. A medida que se avanzaba hacia el ecuador, las montanas iban haciendose mas puntiagudas y mas oscuras. Dentados picos afloraban a la superficie marina, envueltos en bocanadas de vapor. Los ramales de las cordilleras seguian la direccion latitudinal, bordeando las regiones tropicales.

Densas masas de vapor azul flotaban sobre aquella zona. Al calor del astro celeste, el acido fluorhidrico, sumamente volatil, saturaba la atmosfera de vapores, que en forma de enormes muros avanzaban hacia las zonas de clima moderado, para condensarse alli y retornar, en cataratas, a la calida zona ecuatorial. Presas gigantescas moderaban el impetuoso avance de esos torrentes encerrados en tuneles y acueductos y empleados como fuentes de energia por las centrales electricas del planeta.

Campos de enormes cristales de cuarzo herian la vista con su brillo; era evidente que el silicio hacia el papel de nuestra sal en las aguas de aquel mar fluorhidrico.

En la pantalla fueron destacando a primer plano las ciudades concisamente delineadas en la fria luz azulenca. Todo lo que abarcaba la vista — a excepcion de la misteriosa zona ecuatorial, envuelta en lechosas evaporaciones— parecia estar habitado y llevaba impreso el sello de la labor y la inteligencia humanas. Y eso era mucho mas visible que en la Tierra, donde aun permanecian intactas las vastas areas de los vedados, las ruinas de la antiguedad y las minas abandonadas.

El trabajo de incontables generaciones y de miles de millones de seres humanos elevabase por encima de las montanas y envolvia todo el planeta. La vida dominaba a los elementos de la naturaleza, o sea las turbulentas aguas y la densa atmosfera, bombardeada por las mortiferas radiaciones del astro azul, saturada de cargas electricas de fantastica potencia.

Los hombres del Telurio no podian apartar los ojos de la pantalla; y al propio tiempo acudia a su memoria el recuerdo de su propio planeta. No evocaban determinadas extensiones de campo llano o de bosque umbrio, ni tampoco el melancolico paisaje de unas montanas rocosas o la joyante vista de la soleada costa de un mar transparente, como se representaban la patria los lejanos antepasados, segun el lugar donde hubieran nacido y vivido. Ante la imaginacion de los tripulantes del Telurio surgia la Tierra entera con sus zonas frigidas, benignas y torridas. El esplendido panorama de sus argentadas estepas, donde el viento campaba a sus anchas, y de sus bosques, poblados de oscuros abedules y cedros, de abedules blancos, aladas palmeras y eucaliptos gigantescos. Las costas, envueltas en la niebla, y las rocas, tapizadas de musgo, de los paises septentrionales, y los arrecifes de blancos corales en el azulado resplandor de los mares tropicales. El frio y penetrante brillo de las nevadas cordilleras y el oscilante e ilusorio vaho de los desiertos. Los majestuosos rios de ancho y lento caudal y los de aguas turbulentas, que corrian alocadas como una manada de blancos baguales, por las penas de cauces pedregosos. La riqueza de colorido, la diversidad de flores, el cielo azul y las nubes como blancas palomas, el calor del sol, el frio de los dias lluviosos, el eterno calidoscopio de las estaciones del ano. Y entre todas aquellas riquezas naturales destacabase la gran diversidad de seres racionales, su belleza, su pensamiento, sus obras, sus suenos, sus fantasias, sus alegrias y sus penas, sus canciones y danzas, sus lagrimas y sus. afanes...

El mismo poderio de la labor inteligente, que asombraba por el ingenio, el arte, la fantasia, la belleza de formas, manifestabase en todo: en las casas, las fabricas, las maquinas y las naves.

?Seria posible que aquellos seres desconocidos viesen con sus enormes ojos rasgados mucho mas que los terrenos en las frias tonalidades azules de su planeta y que en la transformacion de su naturaleza, mas monotona que la de la Tierra, les hubiesen aventajado? Los del Telurio se decian: « Nosotros, que somos el producto de una atmosfera rica en oxigeno, cien mil veces mas comun en el Cosmos que cualquier otra, hemos hallado y hallaremos aun multiples planetas donde se ofrezcan condiciones favorables para la vida; e indudablemente nos encontraremos, en otros cuerpos celestes, con seres humanos iguales que nosotros. Pero ellos, esos engendros del raro fluor, con sus extraordinarias proteinas y huesos fluoricos, con su sangre de corpusculos azules que absorben el fluor, como nuestros globulos rojos el oxigeno, ?pueden esperar hallar seres de su misma especie? »

Aquella gente veiase confinada en el limitado espacio de su planeta. Era de suponer que hacia ya mucho tiempo que andaba buscando a seres semejantes o al menos planetas con atmosferas fluoricas adecuadas a su organismo. El problema estaba en como hallar en los abismos del Universo unos planetas tan raros y llegar a ellos venciendo una distancia de miles de anos de luz. Era de comprender su desencanto y desesperacion al encontrarse — quiza no ya por primera vez— con hombres que respiraban oxigeno.

En el extremo de la galeria ocupado por los desconocidos, los paisajes del planeta fluorico cedieron lugar a vistas de unas construcciones colosales. Los muros, inclinados hacia dentro, hacian recordar la arquitectura tibetana. No habia alli angulos rectos ni planos horizontales. La transicion de la vertical a la horizontal efectuabase

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