dejaba entrever unas rectas hileras de dientes del mismo color azul celeste que los blancos de los ojos. La parte superior de la cabeza parecia muy ancha, pues mas abajo de los ojos el rostro se estrechaba pronunciadamente hacia la barbilla, de contornos ligeramente angulosos. Y la configuracion de las orejas no podia saberse porque todos aquellos seres extranos llevaban recubiertas las sienes con unas tiras doradas, que pasaban por la coronilla.

Entre ellos habia, evidentemente, mujeres, a juzgar por sus cuellos largos y bien formados, por la redondez de sus facciones y por sus melenas cortas y muy espesas. Los hombres eran mas altos y mas fornidos, tenian mas ancho el menton y, en general, las mismas particularidades que les diferenciaban del sexo opuesto en la Tierra.

A Afra le dio la impresion de que no poseian mas que cuatro dedos en cada mano. En comparacion con los de los seres terrenos, parecian no tener articulaciones, pues se doblaban sin formar angulos.

Era imposible precisar que piernas tenian, pues la parte inferior de las mismas se hallaba hundida en la blanda alfombra que cubria el suelo. La vestimenta, a una luz natural para la vista humana, parecia ser de color rojo oscuro.

Cuanto mas se miraba a los hombres llegados del planeta fluorico, tanto menos extranaba su aspecto. Los astronautas terrenos iban comprendiendo poco a poco la belleza exotica, singular de aquellos seres desconocidos. El principal encanto lo constituian sus ojos enormes, que miraban con inteligencia y afecto.

— ?Que ojos mas grandes tienen! — exclamo Afra—. Es mas facil hacerse persona con ojos como esos que con los nuestros, aunque son tambien maravillosos.

— ?Por que cree usted eso? — le pregunto Tey en un susurro.

— Porque cuanto mayores son los ojos, tantos mas detalles del mundo pueden abarcar.

Tey asintio con la cabeza, comprensivo. Uno de los seres desconocidos avanzo e hizo un ademan de invitacion. Al instante apagose el alumbrado terreno del lado opuesto de la galeria.

— ?Vaya! — exclamo disgustado Mut Ang—. Eso no lo habia previsto yo.

— Ya esta todo hecho — dijo tranquilamente Kari, mientras apagaba el alumbrado corriente y encendia dos potentes lamparas con filtros « 430 ».

— Debemos parecerles cadaveres — rezongo Taina—. Bien poco debe verse favorecida la humanidad con esta luz.

— No tiene usted razon — dijo Mut Ang—. Su espectro de mejor visibilidad se extiende al sector violeta y tambien, quiza, al ultravioleta. Eso implica que ellos son capaces de percibir un numero mucho mayor de matices y tonalidades que nosotros. Mas no se como representarme eso.

— Seguramente les pareceremos mas amarillos de lo que somos en realidad — dijo Tey al cabo de un momento de meditacion.

— Y eso es mejor que el color azulado de los cadaveres — observo Taina—. ?Pero miren a su alrededor!

Los tripulantes terrenos sacaron algunas fotografias y trasladaron de su recinto a una pequena esclusa un altavoz que funcionaba con cristales de osmio. Los astronautas de la otra nave lo recogieron y colocaron sobre un tripode. Kari dirigio un estrecho haz de ondas de radio a una antena que tenia la forma de taza. En la atmosfera fluorica de aquella nave resonaron el habla y la musica de la Tierra. Por la misma via fue trasladado un aparato para analizar el aire y medir la temperatura y la presion atmosferica. Como podia esperarse, la temperatura dentro de la nave blanca era muy inferior a la del Telurio: no pasaba de siete grados. La presion atmosferica superaba a la de la Tierra, y la fuerza de gravedad era casi igual.

— La temperatura de sus cuerpos sera, probablemente, mas elevada — opino Afra—. La nuestra es tambien mas alta que la media de veinte grados dominante en la Tierra. Creo que la de sus cuerpos debe ser, sobre poco mas o menos, de catorce grados nuestros.

Los desconocidos entregaron unos instrumentos misteriosos encerrados en dos cajitas de malla.

Una de esas cajitas emitio de pronto unas notas agudas intermitentes, de purisima resonancia, que parecian desvanecerse en la lejania. Los viajeros terrenos comprendieron que los otros estaban acostumbrados a sonidos mas agudos que ellos. Aunque su margen de audibilidad era aproximadamente igual al de los seres terrenos, parte de los sonidos graves de la voz humana y de la musica no llegaban a captarlo.

Los del otro planeta encendieron de nuevo la luz terrena y los del Telurio apagaron la luz azul. Dos de los seres desconocidos — un hombre y una mujer— se acercaron al transparente tabique. Tras de despojarse tranquilamente de sus rojas vestiduras, quedaron inmoviles, tomados de la mano; luego empezaron a volverse lentamente para que los tripulantes del Telurio pudiesen contemplar sus cuerpos, mucho mas similares a los de los habitantes de la Tierra que sus rostros. Las armoniosas proporciones de su figura ajustabanse plenamente al concepto de belleza que se tenia en la Tierra. Sus lineas, mas definidas, mas angulares, producian una sensacion escultural, que acentuaba el juego de luz y sombra de su piel grisacea.

Las cabezas alzabanse arrogantes sobre unos cuellos largos. El varon tenia las espaldas anchas de un trabajador o de un atleta. Las abultadas caderas de la hembra no contradecian en modo alguno la fuerza intelectual que emanaba de aquellos seres llegados de un planeta ignorado.

Al retirarse estos con un familiar ademan, que invitaba a hacer lo propio, y cuando la luz amarilla terrena se hubo apagado, los tripulantes del Telurio no lo pensaron mas.

A peticion del capitan, Tey Eron y Afra Devi, agarrados de la mano, se detuvieron ante la pared transparente. Pese al alumbrado extraterreno, que comunicaba a sus cuerpos la fria tonalidad azul del marmol, su soberbia belleza provoco la admiracion de sus companeros. Los del lado opuesto de la galeria, apenas visible en la oscuridad, debian de experimentar un efecto parecido, pues cambiaban entre si miradas y gestos.

Afra y Tey estaban enardecidos por esa emocion que surge en los momentos de realizar algo dificil y arriesgado. Los desconocidos terminaron por fin de sacar fotos y encendieron su luz.

— No dudo ya de que ellos sepan lo que es el amor — dijo Taina— , el verdadero y sublime amor humano... puesto que sus hembras y sus varones son tan hermosos e inteligentes.

— Tiene usted completa razon, Taina. Eso es muy grato, porque significa que nos comprenderan — sentencio Mut Ang—. ?Pero fijense en Kari! ?Oiga, Kari, no vaya a enamorarse de aquella muchacha del planeta fluorico! ?Eso seria una verdadera tragedia para usted!

El piloto parecio salir de su embeleso y aparto con dificultad los ojos de los tripulantes de la nave blanca.

— Yo seria capaz de enamorarme — confeso—. A pesar de todas las diferencias existentes entre nosotros y de la colosal distancia que separa nuestros planetas. He comprendido toda la fuerza y poderio del amor humano. — Y Kari volvio a contemplar a la desconocida que le sonreia.

Entretanto, los tripulantes de la nave blanca arrimaron al tabique una pantalla verde, en la que empezaron a moverse unas figuras diminutas. Iban en procesion, subiendo una empinada pendiente, con unos grandes objetos a cuestas. Una vez en la meseta de la cumbre, cada figurita se desembarazaba de su carga y caia boca abajo. La pelicula, parecida a las de dibujos de la Tierra, expresaba claramente la idea de fatiga y el deseo de descansar. Los astronautas terrenos notaron igualmente que las muchas horas de espera en un estado de tension y las primeras impresiones de aquel encuentro les habian dejado exhaustos.

Los habitantes del planeta fluorico habian previsto, al parecer, el posible encuentro, en el espacio, con hombres de otro planeta. Por eso habian preparado esos films en que la mimica sustituia al lenguaje.

Aunque la tripulacion del Telurio no estaba preparada para semejante encuentro, salio tambien del apuro. Yas Tin, el artista de la nave, hizo una serie de dibujos en una pantalla y sus companeros la acercaron al tabique. Primero aparecieron unos homunculos de aspecto fatigado y luego una cara grande con una expresion interrogante tan remarcada, que provoco animacion en los del otro lado, lo mismo que cuando Tey Eron y Afra Devi se presentaron ante ellos. A continuacion, Yas Tin dibujo la figura de la Tierra girando en torno al Sol, dividio su orbita en veinticuatro partes y sombreo la mitad del diagrama. Los tripulantes de la nave blanca trazaron un diagrama similar. Unos y otros pusieron en marcha metronomos para establecer la duracion de las unidades de tiempo. Los astronautas del Telurio se enteraron de que el planeta fluorico daba una revolucion completa sobre su eje en catorce horas, aproximadamente, y que efectuaba su recorrido alrededor del sol azul en el transcurso de novecientos dias. Los de la nave blanca propusieron que se hiciese un intervalo para descansar, equivalente a cinco horas terrestres.

La gente, hondamente impresionada, abandonaba la galeria de comunicacion. Apagaronse las luces en ella,

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