La medianoche se acercaba. Las horas se ralentizaban. La oscuridad se apoderaba del mundo. Francis yacia rigido mientras repasaba mentalmente todo lo que sabia. Una serie de asesinatos habian llevado a Lucy al hospital, y ahora ella estaba al otro lado de la puerta, con el cabello corto y tenido de rubio, esperando al asesino. Muchas muertes y muchas preguntas. ?Cual era la respuesta? Le parecia tenerla al alcance y, aun asi, era como intentar atrapar una pluma arrastrada por el viento.
Se giro en la cama y miro a Peter, que tenia la cabeza apoyada en los brazos. Penso que el agotamiento debia de haberse apoderado por fin del Bombero. No tenia la ventaja de Francis, cuyo panico mantenia su sueno a raya.
Francis quiso explicarle que estaba muy cerca de verlo todo claro, pero no le salio ninguna palabra. Y, en el silencio de la desesperacion, oyo el sonido inconfundible de la llave que cerraba la puerta que Lucy habia abierto antes.
32
Peter levanto la cabeza al oir la llave cerrar la puerta. Se puso de pie de un brinco sin entender como habia podido dormirse. Cogio el pomo e intento abrir la puerta, con la esperanza de que el ruido que lo habia despertado formara parte de un sueno. Pero la puerta no se movio. Solto el pomo y dio un paso atras, embargado por un torrente de emociones, algo distinto al miedo o el panico, diferente a la ansiedad, la impresion o la sorpresa. De repente el orden de los acontecimientos que habia supuesto que iban a ocurrir esa noche se habia torcido. Al principio no supo que hacer, asi que inspiro hondo y se recordo que mas de una vez habia estado en situaciones peligrosas que exigian calma. Tiroteos cuando era soldado, incendios cuando era bombero. Se mordio el labio inferior y se dijo que debia mantenerse alerta y en silencio. Acerco la cara a la ventanita de la puerta y escudrino el pasillo. De momento no habia sucedido nada que hiciera esa noche distinta de cualquier otra.
Francis se habia levantado de la cama impulsado por fuerzas que no acababa de reconocer. Oyo como sus voces gritaban:
En el puesto de enfermeria, Lucy miro a traves de la rejilla metalica hacia la penumbra del pasillo y vio una figura lejana, en el mismo sitio donde unas horas antes Negro Chico la habia saludado con la mano. Era una forma humana que parecia haberse materializado de la nada. Vio una chaqueta blanca de auxiliar que se detenia un momento ante la puerta del dormitorio de los hombres y luego seguia andando por el pasillo hacia ella. El hombre hizo un gesto para saludarla, y Lucy vio que le sonreia. Tenia un aspecto seguro y despreocupado, y no caminaba con la vacilacion habitual de los pacientes, que siempre se movian bajo el peso de sus enfermedades. No obstante, puso la mano sobre el bolso para tranquilizarse con la cercania del revolver.
No era un hombre demasiado corpulento, quiza no mas alto que ella, pero con una complexion mas pesada y atletica. Mientras avanzaba por el pasillo parecia volverse cada vez mas nitido. Se detuvo y comprobo la puerta de un trastero, hizo lo mismo con una segunda, y tambien con la que daba acceso al sistema de calefaccion en el sotano. La puerta se abrio y el saco un juego de llaves parecido al que habian dado a Lucy para esa noche, e introdujo una en la cerradura. Estaba a unos seis metros de distancia. Lucy deslizo la mano para agarrar la culata del revolver.
Iba a usar el intercomunicador, pero vacilo cuando el auxiliar comento, de modo nada desagradable:
– Los idiotas de mantenimiento siempre se dejan las puertas abiertas, por muy a menudo que les digamos que no lo hagan. Me sorprende que no hayamos perdido a algun paciente en esos sotanos.
Sonrio y se encogio de hombros. Lucy no dijo nada.
– El senor Moses me ha pedido que venga a comprobar como esta -comento el auxiliar-. Dijo que era su primera noche. Espero no haberla puesto nerviosa.
– Estoy bien -aseguro Lucy, y rodeo la culata con la mano-. Dele las gracias, pero no necesito ayuda.
El auxiliar se acerco un poco mas.
– Ya. El turno de noche consiste en estar solo y aburrido, y sobre todo, en mantenerse despierto. Pero puede dar miedo pasada la medianoche.
Lucy lo observo con atencion, comparando todos sus rasgos e inflexiones con la imagen que se habia formado del angel. ?Tenia la estatura, la complexion o la edad adecuadas? ?Que aspecto tenia aquel asesino? Se le hizo un nudo en el estomago, y los brazos y las piernas le temblaron de la tension. Pero no era logico que el angel se le acercara
tranquilamente por el pasillo con una sonrisa en los labios. Se pregunto quien seria ese hombre.
– ?Por que no bajo el senor Moses? -pregunto.
– Dos hombres del dormitorio de arriba tuvieron sus mas y sus menos al apagar las luces, y tuvo que acompanar a uno de ellos a la cuarta planta para que lo pongan en observacion y le administren una inyeccion de Haldol. Asi que dejo a su hermano en el puesto y me pidio que bajara aqui. Pero parece que usted tiene todo bajo control. ?Puedo ayudarla en algo antes de volver a subir?
Lucy no dejo de sujetar el arma ni de mirar al auxiliar. Intento examinarlo a conciencia cuando se acerco mas. Tenia el pelo castano, largo pero bien peinado. Llevaba el uniforme blanco impecable y unas silenciosas zapatillas de deporte. Lo miro a los ojos en busca de la luz de la locura, o de la oscuridad de la muerte. Luego, al tiempo que sujetaba el arma con mas fuerza y la sacaba un poco del bolso para estar preparada, le observo las manos. Tenia dedos largos, quizas demasiado. Eran manos como garras, pero estaban vacios.
El hombre se situo lo bastante cerca como para que ella notara una especie de calor entre ambos. Penso que se trataba simplemente de su nerviosismo.
– Bueno, siento haberla sobresaltado. Deberia haberla llamado por telefono para avisarle que bajaba. O quiza deberia haberlo hecho el senor Moses, pero el y su hermano estaban un poco ocupados.
– No se preocupe -dijo Lucy.
El auxiliar senalo el telefono que ella tenia a su lado.
– He de llamar al senor Moses para decirle que vuelvo al ala de aislamiento. ?Puedo?
– Adelante… -asintio Lucy-. Perdone, no recuerdo su nombre.
Ahora estaba lo bastante cerca de ella como para tocarla, pero separado aun por la rejilla que protegia el puesto de enfermeria. La culata del revolver parecia quemarle la mano, como si le gritara que la sacara de su escondrijo.
– ?Mi nombre? -dijo el-. Lo siento. En realidad, no se lo he dicho.
Metio la mano en la abertura por donde se repartian los medicamentos y descolgo el auricular para llevarselo al oido. Lucy observo como marcaba tres numeros y esperaba un segundo.
Una subita confusion la invadio. El auxiliar no habia marcado el 202.
– Oiga -solto-. Ese no es…
Y el mundo parecio explotar.
El dolor, como un manto rojo, le estallo ante los ojos. El miedo se le clavaba en el corazon con cada latido. La cabeza le daba vueltas vertiginosamente y noto que se caia hacia delante cuando una segunda explosion de dolor le golpeo la cara, seguida de una tercera y una cuarta. De repente sintio en llamas la mandibula, la boca, la nariz