Y entonces Francis lo vio.
– ?Que pasa, Pajarillo? -pregunto Peter.
– Ya lo se. -La sirena de la ambulancia se acercaba, y le parecio
oir pasos presurosos por el camino hacia el edificio Amherst. Eso era imposible, pero aun asi oia a Tomapastillas, al senor del Mal y a todos los demas corriendo hacia alli.
Se dirigio a la puerta que daba al sotano y los conductos subterraneos de la calefaccion.
– Aqui -dijo. Y, como un mago algo tembloroso en el cumpleanos de un nino, abrio la puerta que deberia haber estado cerrada con llave.
Francis dudo en lo alto de las escaleras, atrapado entre el miedo y un tacito deber, mal definido. Nunca habia pensado demasiado en el concepto de valentia, limitandose a superar las dificultades cotidianas de pasar de un dia al siguiente mediante su ligero contacto con la realidad. Pero, en ese instante, comprendio que dar un paso hacia el sotano exigia una fuerza sobrehumana. Alla abajo, una unica bombilla proyectaba sombras en los rincones y apenas iluminaba los peldanos que descendian hacia la zona de almacenaje. Mas alla del tenue arco de luz habia una penumbra densa, envolvente. Noto una vaharada de aire caliente, viciado. Olia a moho y encierro, como si todos los pensamientos terribles y las esperanzas truncadas de las generaciones de pacientes que vivian su locura en el mundo de arriba se hubieran filtrado hacia el sotano, como el polvo, las telaranas y la suciedad. Era un sitio que rezumaba enfermedad y muerte, un sitio donde el angel se sentiria comodo.
– Aqui abajo -confirmo a Peter.
Contradijo asi las voces que en su cabeza le gritaban
Peter asintio y se volvio hacia Negro Grande y su hermano, que administraban los primeros auxilios a Lucy. El auxiliar corpulento levanto la cabeza y fijo sus ojos en los del Bombero.
– Mire, senor Moses -dijo Peter con calma-, si no hemos vuelto en unos minutos…
Negro Grande se limito a asentir con la cabeza. Su hermano tambien lo hizo.
– Adelante -indico-. En cuanto llegue la ayuda, os seguiremos.
Francis tuvo la impresion de que ninguno de los dos reparaba en el arma que Peter empunaba. Inspiro hondo e intento borrar de su cabeza todo lo que no fuera encontrar al angel, y con paso titubeante, empezo a bajar las escaleras.
Le parecio que zarcillos de calor y oscuridad lo envolvian a medida que avanzaba. Era imposible caminar sin hacer ningun ruido; la incertidumbre parecia favorecer el ruido, de modo que cada vez que apoyaba el pie en un peldano creia oir un sonido fuerte y retumbante, cuando lo cierto era lo contrario: sus pasos eran amortiguados. Peter iba detras y lo empujaba un poco, como si la velocidad fuera importante. Tal vez lo fuera. Tal vez tenian que atrapar al angel antes de que la noche lo absorbiera y desapareciese.
El sotano era amplio y tenebroso, iluminado por un sola bombilla. Cajas de carton, bidones vacios y un batiburrillo de objetos desechados lo convertian en una pista de obstaculos, y una capa de hollin parecia cubrirlo todo. Se movieron lo mas rapido posible entre herrumbrosos bastidores de cama y colchones mohosos, como si cruzaran una densa selva de objetos abandonados. Una enorme caldera negra descansaba inutil en un rincon, y un rayo de luz proyectaba algo de claridad al grueso conducto que penetraba en una pared para convertirse en un oscuro tunel.
– Por aqui -senalo Francis-. Ha huido por aqui.
– ?Como puede ver por donde va? -pregunto Peter refiriendose a la oscuridad absoluta del tunel-. ?Y adonde crees que le conducira?
La respuesta a esta pregunta era mas complicada de lo que el Bombero creia.
– A otro edificio, Williams o Harvard, o a la central de calefaccion y suministro electrico -respondio-. Y no necesita luz. Solo tiene que avanzar, porque sabe adonde va.
Peter asintio y penso que probablemente el angel no era consciente de que lo seguian, lo que tal vez constituyese una ventaja. Ademas, cualquiera que fuese el camino que el angel recorria en sus anteriores desplazamientos al edificio Amherst, esa noche seria diferente, porque ya no estaba a salvo en el hospital. Esa noche, el angel querria desaparecer. Pero Peter no estaba seguro de como.
Estas cosas tambien se le habian ocurrido a Francis. Pero el sabia algo mas: no debian subestimar la colera del angel.
Los dos hombres se adentraron en el conducto de la calefaccion.
Se habia concebido para proveer de vapor, no para que un hombre lo usara como pasaje subterraneo entre edificios. Pero, aunque no estuviera pensado para esa finalidad, servia para eso. Solo habia espacio para avanzar medio agachado y a trompicones. Era un mundo perfecto para ratas y otros roedores, que sin duda lo consideraban el mejor hogar. Construido hacia decadas y derruido a lo largo de los anos, su utilidad resultaba nula salvo para el asesino al que perseguian.
Se movian a tientas y se detenian cada pocos pasos para escuchar con atencion, con las manos extendidas hacia delante como un par de invidentes. El calor era sofocante y el sudor les prelava la frente. Ambos se notaban cubiertos de suciedad, pero siguieron adelante superando los obstaculos, pegados con cuidado a un lado y resiguiendo un tubo viejo que parecia desintegrarse al tocarlo.
A Francis le costaba respirar. El polvo y el deterioro parecian concentrarse en todas las bocanadas de aire que aspiraba. Mientras avanzaba, percibia anos de desolacion y se pregunto a medida que recorria aquel tunel si estaba extraviandose mas o, por el contrario, encontrandose a si mismo.
Peter iba detras y se detenia a menudo para aguzar el oido y la vista a la vez que maldecia la oscuridad que ralentizaba la persecucion. Tenia la impresion de que no avanzaban con la rapidez necesaria y apremiaba a Francis para que se moviera mas deprisa. En la penumbra del tunel, era como si todas las conexiones con el mundo de arriba se hubieran cortado y los dos se encontrasen solos para atrapar una presa muy peligrosa. Trato de obligarse a pensar con logica y exactitud, a evaluar y reflexionar, a anticiparse y predecir, pero era imposible. Esas cualidades pertenecian al mundo normal, y ahi abajo no servian de nada. El angel tendria algun plan de accion, pero no alcanzaba a discernir si consistia en evadirse o, simplemente, en esconderse. Lo unico que sabia era que tenian que seguir adelante, porque intuia que ningun sendero selvatico que hubiera recorrido ni ningun edificio en llamas en el que hubiera entrado habian sido tan peligrosos como la ruta que seguia ahora. Peter comprobo que el arma no llevaba el seguro puesto y la empuno con mas fuerza.
Solto un juramento al dar un traspie y volvio a soltar otro mientras recuperaba el equilibrio.
Francis tropezo en un escombro y solto un grito ahogado al tiempo que aleteaba los brazos para no caer. Cada paso era tan incierto como el de un nino, penso. Pero de repente vio una tenue luz amarilla que parecia estar a kilometros de distancia.
– ?Tu que opinas? -susurro Peter.
– ?La central de calefaccion? ?Otro edificio?
Ninguno de los dos tenia la menor idea. Ni siquiera sabian si habian avanzado en linea recta desde el edificio Amherst. Estaban desorientados, asustados y tensos. Peter aferro el arma, al menos eso era algo real, algo firme en un mundo escurridizo. Francis no tenia nada tan concreto en lo que confiar.
Avanzo hacia la palida luz. Con cada paso no ganaba fuerza sino dimension, como el sol al asomar tras unas colinas distantes luchando contra la niebla y las nubes. Francis penso que los atraia como una vela parpadeante a una polilla, y no estaba seguro de que fueran a ser mas efectivos que ella.
– Sigue -lo apremio Peter. Lo dijo tanto para oir su propia voz como para convencerse de que el envolvente y claustrofobico tunel de la calefaccion estaba llegando a su fin. Francis agradecio oir aquella palabra aunque procediera de la penumbra incorporea, como si la hubiera pronunciado algun fantasma que le pisara los talones.
Avanzaron con dificultad y, por fin, la tenue luz amarilla que los atraia arrojo cierta claridad al camino. Francis, vacilante, se acerco una mano a la cara, como si la sensacion de ver le resultara curiosamente desconocida. Un escombro le golpeo en la pierna, haciendole dar otro traspie. De pronto se detuvo, porque intuyo que algo muy evidente se le escapaba, pero Peter le dio un empujoncito y finalmente ambos llegaron a la desembocadura del conducto en la pared. Cuando salieron a un recinto tenuemente iluminado, Francis supo que le habia pasado por alto: habian recorrido la totalidad del tunel sin haber notado ni una sola vez el desagradable tacto pegajoso de una telarana. Eso le parecio incongruente. En ese tunel tenia que haber aranas.