– Satan es un gran impostor. Su hijo debe de ser igual de astuto. Tal vez se esconda. Incluso de Tomapastillas.

– Puede. Pero habia un par de policias conmigo y seguro que ellos sabrian reconocer al hijo de Satan. Les entregan volantes y notas informativas, y esas fotografias que se ven en las oficinas de correos. Ni siquiera el hijo de Satan podria enganar a dos policias estatales.

El hombre alto escucho atentamente esta explicacion. Despues, se volvio hacia Francis.

– Lo siento. Al parecer, me equivoque. Ahora me doy cuenta de que no eres la persona que estoy buscando. Te ruego que aceptes mis mas sinceras disculpas. La vigilancia es nuestra unica defensa contra el mal. Hay que tener mucho cuidado, ?sabes? Todos los dias, a todas horas. Es agotador, pero del todo necesario…

– Si-corroboro Francis, que por fin logro ponerse en pie-. Por supuesto. No pasa nada.

El hombre alto le estrecho la mano con entusiasmo.

– Encantado de conocerte, Pajarillo. Eres generoso. Y es evidente que educado. Siento de veras haberte asustado.

A Francis, aquel hombre le parecio de repente docil y servicial. Solo se veia viejo, andrajoso, un poco como una revista antigua que ha estado demasiado tiempo sobre una mesa.

– Me llaman Larguirucho. -Se encogio de hombros-. Me paso aqui la mayor parte del tiempo.

Francis asintio.

– Yo soy…

– Pajarillo -le interrumpio el otro-. Aqui nadie usa su autentico nombre.

– El Bombero tiene razon, Pajarillo -aseguro Larguirucho, y asintio con la cabeza-. Apodos, abreviaturas y cosas asi.

Se giro y cruzo de nuevo la habitacion con rapidez para echarse en la cama y volver a mirar el techo.

– No es mala persona, y creo que es realmente, palabra que no puede usarse demasiado en este sitio, inofensivo -aseguro el Bombero-. A mi me hizo exactamente lo mismo el otro dia. Grito, me senalo y se comporto como si fuera a acabar conmigo para proteger a la sociedad de la llegada del anticristo, del hijo de Satan o de quien sea. Cualquier demonio extrano que pudiera venir a parar aqui por casualidad. Se lo hace a todos los novatos. Y no esta del todo loco, si lo piensas bien. En este mundo hay mucha maldad, imagino que tendra que salir de alguna parte. Quiza sea mejor estar atento, como el dice, incluso aqui.

– Gracias de todos modos -dijo Francis. Se estaba calmando, como un nino que cree haberse perdido pero ve una referencia que le permite ubicarse-. Pero no se tu nombre…

– Ya no tengo nombre. -Lo dijo con un ligero tono de tristeza que concluyo con una medio sonrisa ironica tenida de pesar.

– ?Como es posible que no tengas nombre?

– Tuve que renunciar a el. Es lo que me trajo aqui.

Eso no tenia demasiado sentido para Francis.

– Perdona. -El hombre sacudio la cabeza, divertido-. La gente ha empezado a llamarme el Bombero porque es lo que era antes de llegar al hospital. Apagaba incendios.

– Pero…

– Bueno, tiempo atras mis amigos me llamaban Peter. Asi que soy Peter el Bombero. Con eso tendra que bastarte, Pajarillo.

– De acuerdo.

– Creo que descubriras que aqui el sistema de nombres facilita un poco las cosas. Ya has conocido a Larguirucho, que es un apodo evidente para alguien con un aspecto como el suyo. Y te han presentado a los hermanos Moses, aunque todo el mundo los llama Negro Grande y Negro Chico, lo que de nuevo parece una eleccion adecuada.

Y Tomapastillas, que es mas facil de pronunciar que Gulptilil y mas acorde con su forma de enfocar el tratamiento. ?A quien mas has visto?

– A las enfermeras, la senorita…

– Ah, ?la senorita Caray y la senorita Pincha?

– Wright y Winchell.

– Exacto. Y tambien hay otras, como la enfermera Mitchell, que es la enfermera Bicha, y la enfermera Smith, que es la enfermera Huesos porque se parece un poco a Larguirucho, y Rubita, que es bastante bonita. Hay un psicologo llamado Evans, apodado senor del Mal, al que conoceras pronto porque este dormitorio esta mas o menos a su cargo.

Y el nombre de la repugnante secretaria de Tomapastillas es senorita Lewis, pero alguien la apodo senorita Deliciosa. Al parecer, ella no lo soporta, pero no puede hacer nada al respecto, porque se le ha aferrado tanto como esos jerseis que le gusta llevar. Se ve que es de cuidado. Puede resultarte un poco confuso, pero lo pillaras en un par de dias.

Francis echo un vistazo alrededor.

– ?Esta loca toda la gente que hay aqui? -susurro.

– Es un hospital para locos, Pajarillo, pero no todo el mundo lo esta -respondio el Bombero a la vez que meneaba la cabeza-. Algunos son solo viejos y seniles, lo que les hace parecer un poco extranos. Otros son retrasados, asi que resultan lentos, pero que los trajo aqui exactamente es un misterio para mi. Algunos parecen solo deprimidos. Otros oyen voces. ?Oyes tu voces, Pajarillo?

Francis no supo como responder, pues en su interior se inicio un debate; oia discusiones cruzadas, como varias corrientes electricas entre polos.

– No quiero decirlo -contesto al fin.

– Hay cosas que es mejor guardarse para uno mismo -asintio el Bombero. Rodeo a Francis con el brazo y lo condujo hacia la puerta-. Ven, te ensenare lo que hay que ver de nuestro nuevo hogar.

– ?Oyes tu voces, Peter?

– No. -Nego con la cabeza.

– ?No?

– No. Pero tal vez me iria bien oirlas -respondio. Sonreia al hablar, con una ligerisima curva en las comisuras de los labios, de un modo que Francis reconoceria muy pronto y que parecia reflejar el caracter del Bombero, porque era la clase de persona que sabia ver tanto la tristeza como el humor en cosas que los demas considerarian carentes de significado.

– ?Estas loco? -pregunto Francis.

El Bombero sonrio de nuevo, y esta vez solto incluso una breve carcajada.

– ?Lo estas tu, Pajarillo?

– Puede -dijo Francis tras inspirar hondo-. No lo se.

– Yo diria que no -replico el Bombero-. Tampoco me lo parecio cuando te conoci. Por lo menos, no demasiado loco. Tal vez un poco. Pero ?que hay de malo en eso?

Francis asintio. Eso lo tranquilizaba.

– ?Y tu? -prosiguio.

El Bombero titubeo antes de responder.

– Soy algo mucho peor -aseguro-. Por eso estoy aqui. Se supone que tienen que averiguar que me pasa.

– ?Que es peor que estar loco?

– Bueno -dijo el Bombero tras carraspear-, supongo que no pasa nada. Tarde o temprano te vas a enterar. Mato gente.

Y, tras esas palabras, condujo a Francis hacia el pasillo del hospital.

4

Y eso fue todo, supongo.

Negro Grande me dijo que no hiciera amigos, que tuviera cuidado, que fuera reservado y que obedeciera las normas, y yo hice lo posible por seguir todos sus consejos excepto el primero. Ahora me pregunto si no tenia tambien razon en eso. Pero la locura consiste -tambien en la peor clase de soledad, y yo estaba a la

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