– ?No te pican la curiosidad, Pajarillo? ?No empiezas a preguntarte que pasara a toda esa gente con una vida tan extrana? Hay muchos giros y misterios que enganchan a muchos espectadores. ?No te interesan?
– Supongo que deberian, senor Moses, pero no lo se. No me parecen reales.
– Bueno, tambien hay personas jugando a cartas. Y tambien a juegos de mesa.
Francis sacudio la cabeza.
– ?Y una partida de ping-pong con Cleo?
El joven sonrio y siguio sacudiendo la cabeza.
– ?Que pasa, senor Moses? -dijo-. ?Cree que estoy tan loco como para retarla?
– No, Pajarillo. -El comentario arranco una carcajada al auxiliar-. Ni siquiera tu estas tan loco.
– ?Puedo obtener un pase para salir al aire libre? -pregunto Francis de golpe.
– Varios pacientes saldran esta tarde -contesto Negro Chico tras echar un vistazo al reloj-. Hace un dia tan bonito que podrian plantar algunas flores, dar un paseo y respirar un poco de aire fresco. Ve a ver al senor Evans y puede que te deje ir. A mi me parece bien.
Francis encontro al senor del Mal de pie en el pasillo, frente a su despacho, charlando con el doctor Tomapastillas. Los dos parecian agitados. Gesticulaban y discutian vehementemente, pero era una discusion curiosa, porque cuanto mas intensa se volvia, mas bajo hablaban, de modo que al final, cuando Francis estuvo a su lado, los dos se siseaban como un par de serpientes enfrentadas. Parecian ajenos al resto del mundo, y varios pacientes se unieron a Francis arrastrando los pies a izquierda y derecha. Francis oyo por fin como Tomapastillas decia enfadado:
– Bueno, no podemos permitirnos este tipo de fallo, ni por un momento. Espero por su bien que aparezcan pronto.
– Es evidente que se han perdido, o acaso las han robado -respondio el senor del Mal-. Eso no es culpa mia. Seguiremos buscando, es lo unico que puedo hacer.
– Hagalo. -Tomapastillas asintio, pero su rostro reflejaba rabia-. Y espero que tarde o temprano aparezcan. No deje de informar a seguridad, y pidales que le den otro juego. Pero es una violacion grave de las normas.
Y, acto seguido, el pequeno medico indio se volvio de golpe y se alejo sin prestar atencion a nadie, excepto a un hombre que se situo ante el pero fue rechazado con un gesto. Evans se giro hacia los demas, igual de irritado.
– ?Que? -espeto-. ?Que quereis?
Su tono provoco que una mujer sollozara al instante, y un anciano nego con la cabeza antes de alejarse hablando consigo mismo, mas comodo con la conversacion que podia mantener el solo que con la que habria tenido con el enfadado psicologo.
Francis, sin embargo, dudo. Sus voces le gritaban: ?Vete!?Vete enseguida! Pero no lo hizo y, pasado un instante, reunio el coraje suficiente para hablar.
– ?Podria darme un pase para salir al patio? El senor Moses va a llevar a unos cuantos pacientes al jardin esta tarde y me gustaria ir con ellos. Dijo que le parecia bien.
– ?Quieres salir?
– Si. Por favor.
– ?Por que quieres salir, Francis? ?Que hay en el exterior que te parece tan atractivo?
Francis no sabia si se estaba burlando o solo bromeaba.
– Hace buen dia. El primero desde hace mucho. Brilla el sol y hace calor. Aire fresco.
– ?Y crees que es mejor que lo que se te ofrece aqui dentro?
– Yo no he dicho eso, senor Evans. Es primavera y me gustaria salir.
– Creo que tienes intencion de escaparte, Francis. -El senor del Mal sacudio la cabeza-. De huir. Creo que piensas que, cuando el senor Moses este de espaldas, podras encaramarte por la hiedra, salvar el muro, bajar corriendo la colina mas alla de la universidad y tomar un autobus que te lleve lejos de aqui. Cualquier autobus, el que sea, porque cualquier sitio es mejor que este; eso es lo que pienso que tienes intencion de hacer -aseguro con tono tenso y agresivo.
– No, no, no replico Francis. Solo quiero salir al patio.
– Eso es lo que dices, pero ?como se que es la verdad? ?Como puedo fiarme de ti, Pajarillo? ?Que haras para convencerme de que me estas diciendo la verdad?
Francis no sabia como responder. ?Como podria demostrar nadie que una promesa hecha era sincera, a no ser que fuera cumpliendola?
– Solo quiero salir -insistio-. No he salido desde que llegue.
– ?Crees que mereces ese privilegio? ?Que has hecho para ganartelo, Francis?
– No se. No sabia que habia que ganarselo. Solo quiero salir.
– ?Que te dicen tus voces, Pajarillo?
Francis dio un pasito hacia atras, porque sus voces le estaban gritando instrucciones y consejos, distantes pero claros, para que se alejara del psicologo rapidamente y dejara la salida al patio para otro dia, pero insistio un momento mas, lo que suponia un desafio poco habitual al alboroto de su interior.
– No oigo ninguna voz, senor Evans. Solo quiero salir. Eso es todo. No quiero escaparme. No quiero tomar ningun autobus a ninguna parte. Solo quiero respirar un poco de aire fresco.
Evans asintio con una sonrisa desdenosa.
– No te creo -sentencio, pero saco un pequeno bloc del bolsillo superior y escribio unas palabras-. Dale esto al senor Moses -indico-. Permiso para salir concedido. Pero no te retrases para nuestra sesion en grupo de la tarde.
Francis encontro a Negro Chico fumando un cigarrillo en el puesto de enfermeria, donde coqueteaba con la enfermera Caray y una nueva enfermera en practicas. La llamaban Rubita porque llevaba el cabello rubio muy corto, estilo paje, lo que contrastaba con los peinados ahuecados de las demas enfermeras, que eran mayores y estaban mas sujetas a las flaccideces y arrugas de la mediana edad. Rubita era joven, delgada y nervuda, con un fisico juvenil bajo el uniforme blanco. Tenia la piel palida, casi translucida, y parecia brillar tenuemente bajo las luces del techo. Su voz era suave, dificil de oir, y se convertia en un susurro cuando estaba nerviosa, lo que, segun veian los pacientes, pasaba a menudo. Los alborotos le provocaban ansiedad, en particular cuando el puesto de enfermeria se llenaba a las horas en que se entregaban las medicaciones. Eran siempre momentos de tension, con personas que se empujaban para acercarse a la ventanilla de la rejilla metalica, donde las pastillas se entregaban en vasitos de plastico con los nombres de los pacientes escritos. Le costaba conseguir que los pacientes hicieran cola, que se callaran y, sobre todo, tenia problemas cuando habia empujones, lo que sucedia bastante a menudo. A Rubita se le daba mejor estar sola con un paciente, cuando su voz suave y aflautada no tenia que luchar con muchas. A Francis le caia bien porque, al menos, no era demasiado mayor que el, pero sobre todo porque su voz le resultaba tranquilizadora y le recordaba a la de su madre unos anos atras, cuando le leia por la noche. Por un momento, intento recordar cuando habia dejado de hacerlo, porque la imagen le parecio de repente muy lejana, casi como si fuera historia en lugar de recuerdo.
– ?Tienes el pase, Pajarillo? -pregunto Negro Chico.
– Aqui. -Se lo entrego y, al alzar los ojos, vio a Peter el Bombero por el pasillo-. ?Peter! -llamo-. Tengo permiso para salir. ?Por que no le pides uno al senor del Mal y vienes tu tambien?
– No puedo, Pajarillo -sonrio el Bombero, y se acerco sacudiendo la cabeza-. Va contra las normas. -Miro a Negro Chico, que asintio a modo de conformidad.
– Lo siento -dijo el auxiliar-. El Bombero tiene razon. No puede.
– ?Por que no? -quiso saber Francis.
– Porque esas son las condiciones-de mi estancia. No puedo cruzar ninguna puerta cerrada con llave.
– No comprendo -comento Francis.
– Forma parte de la orden judicial que me recluye aqui-explico el Bombero con voz tenida de pesar-. Noventa dias de observacion. Evaluacion. Diagnostico psicologico. Pruebas en las que me muestran una mancha de tinta y yo tengo que decir que veo a dos personas haciendo el amor. Tomapastillas y el senor del Mal preguntan, yo contesto y ellos lo anotan, y un dia de estos el asunto vuelve al tribunal. Pero no puedo cruzar ninguna puerta cerrada con llave. Todo el mundo esta en una especie de carcel, Pajarillo. La mia es mas restrictiva que la tuya.
– No es nada del otro mundo, Pajarillo -anadio Negro Chico-. Aqui hay muchas personas que no salen nunca. Depende de lo que hiciste para que te trajeran aqui. Por supuesto, tambien hay muchos que no quieren salir,