El angel acerco la cara, de modo que los labios de ambos quedaron a pocos centimetros, como amantes.
– Estoy cerca de todo lo que me importa, Francis. Tan cerca que soy como una sombra que os pisa los talones. Soy como una fragancia que se te pega y que solo un perro percibe. Soy como la respuesta a una adivinanza demasiado complicada para la gente como tu.
– ?Que quieres que haga? -suplico Francis, como si anhelara alguna clase de tarea o trabajo que lo liberase de aquella presencia maligna.
– Nada, Francis. Salvo que recuerdes esta pequena charla cuando te dediques a lo tuyo -respondio el angel. Y, tras una breve pausa, prosiguio-: Cuenta hasta diez antes de abrir los ojos. Recuerda lo que te dije. Y, por cierto -parecia alegre y terrible a la vez-, he dejado un regalito para tu amigo el Bombero y para esa puta de la fiscal.
– ?Que?
El angel acerco mas la cara a Francis, que noto su aliento.
– Un mensaje -indico el angel-. A veces esta en lo que me llevo. Pero esta vez esta en lo que dejo.
Dicho esto, la presion en la mejilla desaparecio de golpe y Francis noto que el hombre se alejaba. Siguio conteniendo al aliento y conto despacio del uno al diez antes de abrir los ojos.
Sus ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la oscuridad. Cuando lo hicieron, levanto la cabeza y se volvio hacia la puerta. Por un instante, el angel se destaco brillante, casi luminiscente. Estaba girado de cara hacia Francis, pero este no pudo captar ninguno de sus rasgos excepto un par de ojos abrasadores y un aura blanca que lo rodeaba sobrenaturalmente. Entonces, la vision desaparecio, la puerta se cerro con un golpe apagado y, a continuacion, se oyo la llave al girar, lo que para Francis fue como si se cerrara la puerta a toda esperanza y posibilidad. Se estremecio. Le temblaba todo el cuerpo como si se hubiera sumergido en unas aguas gelidas. Se quedo en la cama, sumido en el terror y la ansiedad que habian arraigado en el y que parecian propagarse por todo su cuerpo como una infeccion. Se pregunto si podria moverse cuando la luz de la manana inundara el dormitorio. Sus voces interiores estaban calladas, como si ellas tambien temieran que Francis, situado de repente al borde de un precipicio de terror, fuera a resbalar y caer para siempre.
Se quedo quieto, sin dormir, sin moverse, toda la noche.
Respiraba con espasmos breves y superficiales. Y los dedos le temblaban.
No hizo nada salvo escuchar los sonidos que lo rodeaban y los latidos de su corazon. Al llegar la manana, no estuvo seguro de poder mover las extremidades, ni siquiera de poder desviar la mirada del punto donde estaba clavada, en el techo del dormitorio, aunque solo veia el temor que lo habia visitado en la cama. Las emociones se le agolpaban en la cabeza y se atropellaban sin orden ni concierto, deslizandose a toda velocidad, desenfrenadas, fuera de control. Ya no estaba seguro de poder refrenarlas y dominarlas, y penso que, de hecho, tal vez habia muerto esa noche, que el angel lo habia degollado como a Rubita y que todo lo que pensaba, oia y veia era solo un sueno, algun ensueno que ocupaba los ultimos segundos de su vida, que el mundo que lo rodeaba estaba a oscuras y la noche se seguia cerniendo sobre el, y que su sangre abandonaba su cuerpo con cada latido de su corazon.
– Arriba, holgazanes -oyo en la puerta-. Hora de levantarse. El desayuno os espera. -Era Negro Grande, que despertaba a los ocupantes del dormitorio del modo acostumbrado.
Los hombres empezaron a quejarse mientras se despertaban de los suenos turbulentos y pesadillas que los atormentaban, sin ser conscientes de que una pesadilla real, viva, habia estado entre ellos.
Francis permanecio rigido, como pegado a la cama. Sus extremidades se negaban a obedecerlo.
Varios hombres lo miraron al pasar a trompicones por su lado.
– Venga, Francis, vamos a desayunar -oyo a Napoleon, cuya voz se desvanecio cuando vio la expresion de Francis-. ?Francis? -No contesto-. Pajarillo, ?estas bien?
Una vez mas forcejeo interiormente. Sus voces habian empezado a hablar. Le suplicaban, lo apremiaban, le insistian una y otra vez:
No sabia si tendria la fuerza suficiente. No sabia si volveria a tenerla alguna vez.
– ?Pajarillo? ?Que pasa? -La voz de Napoleon sono mas agitada, casi lastimera.
No respondio. Siguio mirando el techo, cada vez mas convencido de que se estaba muriendo. O quiza ya lo estaba, y cada palabra que oia formaba parte de las ultimas resonancias de la vida que acompanaban los postreros latidos de su corazon.
– ?Senor Moses! ?Venga! ?Necesitamos ayuda!-Napoleon parecia al borde de las lagrimas.
Francis se sintio tironeado en dos direcciones opuestas. Una fuerza interior parecia empujarlo hacia abajo y otra insistia en que se levantase.
Negro Grande se situo a su lado. Francis lo oyo ordenar a los demas pacientes que salieran al pasillo. Se inclino hacia Francis para mirarlo a los ojos.
– Vamos, Francis. Levantate, maldita sea. ?Que tienes?
– Ayudele -rogo Napoleon.
– Lo estoy intentando. Dime, Francis, ?que pasa? -Dio una palmada con fuerza delante de la cara del joven para obtener alguna reaccion. Luego lo cogio por un hombro y lo sacudio, pero el siguio rigido en la cama.
Francis creia que ya no le quedaban palabras. Dudaba de su capacidad de hablar. Las cosas se estaban congelando en su interior, como el hielo que se forma en una laguna.
Las voces, confusas, redoblaron sus ordenes para instarle a reaccionar.
Lo unico que supero el miedo de Francis fue la idea de que, si no se movia, seguro que se moriria. Que la pesadilla se volveria realidad. Era como si ambas cosas se hubieran fundido entre si. Lo mismo que el dia y la noche ya no eran diferentes, tampoco lo eran el sueno y la vigilia. Se tambaleo de nuevo, al borde de la conciencia. Una parte de el le instaba a aislarse de todo, a retroceder y encontrar la seguridad negandose a vivir, mientras que otra parte le suplicaba que se alejara de los cantos de sirena del mundo vacio y mortal que lo atraia.
Al principio, creyo que era una de sus voces que le hablaba. Luego, se dio cuenta de que era el mismo.
Asi que reunio hasta el ultimo apice de fuerza para pronunciar con voz ronca unas palabras, algo que un instante antes habia temido no poder volver a hacer nunca.
– Estuvo aqui… -musito, como el ultimo suspiro de un agonizante, solo que, contradictoriamente, el sonido de su voz parecio vigorizarlo.
– ?Quien? -pregunto Negro Grande.
– El angel. Hablo conmigo.
El auxiliar dio un respingo.
– ?Te hizo dano?
– No. Si. No estoy seguro. -Cada palabra parecia fortalecerlo. Se sentia como un hombre a quien la fiebre baja de repente.
– ?Puedes levantarte? -quiso saber Negro Grande.
– Lo intentare -respondio Francis.
Apoyado en Negro Grande y con Napoleon delante con los brazos extendidos como para impedir cualquier caida, Francis se incorporo y puso los pies en el suelo. Se sintio mareado un segundo y por fin se levanto.
– Muy bien -susurro Negro Grande-. Te has llevado un buen susto, ?eh?
Francis no contesto. Era obvio.
– ?Estaras bien, Pajarillo?
– Eso espero.
– Sera mejor que guardemos el secreto, ?vale? Habla con la senorita Jones y con Peter cuando salga de aislamiento.
Francis asintio tembloroso. El corpulento auxiliar intuia lo cerca que habia estado de no poder salir de esa cama nunca mas. O de caer en los agujeros negros de los catatonicos, encerrados en un mundo que solo existia para ellos. Dio un paso vacilante, y otro. Noto que la sangre le recorria el cuerpo y que el riesgo de sumirse en una locura peor que la que ya tenia se disipaba. Los musculos y el corazon le funcionaban bien. Sus voces interiores vitorearon y luego se callaron, como si disfrutaran de todos sus movimientos. Exhalo despacio, como un hombre al que acaba de golpear una piedra, y por fin, logro esbozar su sonrisa habitual.
– Ya estoy bien -dijo a Napoleon, sin soltarse aun del antebrazo de Negro Grande para conservar el