equilibrio-. Creo que me iria bien comer algo.
El auxiliar asintio, pero Napoleon vacilo.
– ?Quien es ese? -pregunto.
Francis y Negro Grande se volvieron y vieron a un hombre que no habia logrado levantarse. Habia pasado inadvertido debido a la atencion que Francis habia concentrado. Yacia inmovil: un bulto contrahecho en una cama de metal.
– Que cono… -exclamo el auxiliar, irritado.
Francis vio quien era.
– Oye -lo llamo Negro Grande, pero no obtuvo respuesta.
Francis inspiro hondo y cruzo el dormitorio hasta llegar junto al hombre.
Era Bailarin, el hombre mayor que habian trasladado a Amherst el dia antes. El companero de litera del retrasado mental.
Francis observo sus extremidades rigidas. Ya nunca volveria a moverse con gracia y elegancia al compas de una musica que solo el oia.
Su rostro estaba tenso y palido, como si lo hubieran maquillado para salir a escena. Tenia los ojos muy abiertos, y tambien la boca. Parecia sorprendido, incluso impresionado, o tal vez aterrado ante la muerte que habia ido a buscarlo esa noche.
24
Peter
A medida que la luz del dia se filtraba vacilante en la celda a traves de la ventanita de observacion de la puerta, Peter reflexiono sobre el apuro en que estaba. No tenia duda de que la oferta del cardenal era sincera, aunque quizas esa no fuera la palabra correcta, porque la sinceridad no parecia tener relacion con aquella situacion. La oferta se limitaba a exigirle que desapareciera, que se esfumara para iniciar una nueva existencia. Su memoria era el unico sitio donde su hogar, su familia y su pasado seguirian vivos. Una vez que hubiera aceptado la oferta no habria vuelta atras. La archidiocesis de Boston borraria todo lo ocurrido y lo sustituiria por una iglesia nueva y reluciente con unas agujas refulgentes que se elevarian hacia el cielo. En su propia familia, se constituiria en el hermano muerto en extranas circunstancias o en el tio que se marcha para no volver nunca. A medida que pasaran los anos, su familia acabaria creyendo el mito que la Iglesia contribuyera a crear, y su identidad se desintegraria.
Valoro sus alternativas: una carcel de maxima seguridad con celdas de castigo y palizas, probablemente durante gran parte del resto de su vida, porque la considerable influencia de la archidiocesis, que en ese momento estaba presionando a la fiscalia para que le permitieran desaparecer en Oregon, cambiaria radicalmente si el rechazaba el plan. Sabia que no habria mas tratos.
Peter se imagino las puertas de la carcel y el resoplido de los cerrojos hidraulicos al cerrarse. Eso le hizo sonreir, porque penso en ello de modo muy parecido a como su amigo Pajarillo tenia sus alucinaciones, solo que esta era solo suya.
Recordo como el pobre Larguirucho, lleno de miedo y delirio al ver que su reducida vida en el hospital se terminaba, se habia vuelto hacia el y Francis para suplicarles que lo ayudaran. Deseo que Lucy hubiera oido esos gritos. Le parecia que toda su vida la gente le habia gritado pidiendo ayuda y que cada vez que habia intentado acudir a su llamada, por muy buenas que hubieran sido sus intenciones, siempre habia salido algo mal.
Oyo sonidos en el pasillo, al otro lado de la puerta de la celda, y el ruido sordo de otra puerta que se abria y cerraba de golpe. No podia rechazar la oferta del cardenal. Pero tampoco podia dejar que Francis y Lucy se enfrentaran solos al angel.
Comprendio que tenia que impulsar la investigacion como fuera, y lo mas rapido posible. El tiempo ya no era su aliado.
Alzo los ojos hacia la puerta, como si esperara que alguien la abriera en ese mismo instante. Pero no ocurrio nada. Permanecio sentado intentando dominar su impaciencia, pensando que en cierto sentido la situacion en que se encontraba se parecia a toda su vida. En todos los sitios donde habia estado, era como si hubiera una puerta cerrada que le impidiera moverse con libertad.
Asi que espero a que alguien fuera a buscarlo y descendio todavia mas por un precipicio plagado de contradicciones, inseguro de poder volver a escalarlo.
– No veo indicios de que no fuera una muerte natural -aseguro el director medico con frialdad, casi con formalidad.
Gulptilil estaba junto al cadaver de Bailarin, que yacia rigido en la cama. El senor del Mal estaba a su lado, lo mismo que otros dos psiquiatras y un psicologo de otras unidades. Francis se habia enterado de que uno de ellos cumplia tambien las funciones de forense del hospital, y estaba examinando a Bailarin con atencion. Era un hombre alto y delgado, de nariz aguilena, y usaba gafas gruesas. Tenia el habito nervioso de carraspear y asentir con la cabeza antes de decir algo, de modo que su mata de pelo negro cabeceaba tanto si estaba de acuerdo como si disentia. Llevaba una tablilla con un formulario y tomaba notas con rapidez mientras Tomapastillas hablaba.
– No hay signos de golpes -indico Gulptilil-, ni de traumatismos. Ninguna herida evidente.
– Insuficiencia cardiaca repentina -diagnostico el forense asintiendo con la cabeza -. Veo en su historia clinica que fue tratado de su cardiopatia durante los dos ultimos meses.
– Mirenle las manos -intervino Lucy Jones, que estaba detras de los medicos-. Tiene las unas partidas y ensangrentadas. Podrian ser heridas defensivas.
Todos se volvieron hacia ella, pero fue el senor del Mal quien se encargo de contestar.
– Ayer se metio en una pelea, como ya sabe. En realidad, estaba alli y se vio envuelto en ella cuando dos hombres le cayeron encima. No participo voluntariamente, pero forcejeo para salir de la refriega. Imagino que asi se dano las unas.
– Supongo que dira lo mismo de esos rasgunos en los antebrazos.
– Si.
– ?Y de la sabana y la manta enredadas entre las piernas?
– Un ataque cardiaco puede ser muy doloroso y tal vez se retorcio antes de sucumbir.
Los demas medicos murmuraron su consentimiento.
– Senorita Jones -dijo Tomapastillas, con paciencia, lo que ponia de relieve lo impaciente que estaba en realidad-. La muerte no es inusual en un hospital. Este desdichado era un hombre mayor y llevaba recluido aqui muchos anos. Ya habia sufrido un ataque al corazon, y no tengo duda de que el estres emocional que le provoco el traslado de Williams a Amherst, junto con la pelea en la que se vio envuelto y el efecto debilitante de los farmacos a lo largo de los anos desgastaron todavia mas su sistema cardiovascular. Una muerte de lo mas normal, por cierto, y nada extraordinaria aqui, en el Western. De todos modos, gracias por su observacion… -Hizo una pausa que demostraba que, de hecho, no le agradecia nada, y prosiguio-: ?Pero no esta buscando usted a alguien que utiliza un cuchillo, que desfigura las manos de sus victimas en una especie de ritual y que, por lo que sabe, limita sus ataques a mujeres jovenes?
– Si -respondio Lucy-. Exacto.
– De modo que esta muerte no se ajustaria al patron que le interesa.
– Exacto otra vez, doctor.
– Entonces, permitanos que nos ocupemos de esto del modo rutinario, por favor.