aqui y yo digo si, y me preguntan si noto algo anormal o extrano, pero no noto nada, y me dan un numero y tengo que llamar si se algo, pero ya esta.

– Ridiculo -mascullo la mujer-. Der Schattenmann nos esta matando y la policia quiere saber si notamos algo anormal. ?Por Dios! -Sacudio la cabeza-. Quiero que nos deje entrar al piso del senor Silver.

– Senora Kroner, yo…

– Inmediatamente.

– Pero esto es…

– Jose -dijo muy erguida, con una expresion de exigencia inapelable-, ahora mismo. -Senalo con la mano al rabino-. Este hombre es rabino. No puede hacerle esperar.

Hablo con tanta autoridad que el recepcionista se levanto y saludo con la cabeza al rabino Rubinstein.

– Pero solo un minuto, senora Kroner, por favor.

El reducido piso de Irving Silver estaba inmaculado. Unos cuantos libros ordenados por altura en un estante, revistas dispuestas con cuidado en una mesita de centro, como en una exposicion, de modo que pudieran leerse los titulos con facilidad. Sobre una comoda habia las habituales fotografias de familiares lejanos. Simon Winter paso una mano por la superficie. Tras el, el rabino y la senora Kroner lo observaban expectantes, como si esperaran algun veredicto. Recorrio deprisa el reducido espacio; era un piso de un solo dormitorio, mas pequeno aun que el de Sophie Millstein o el suyo. La cama estaba meticulosamente hecha. Se detuvo junto a una barata mesa de cocina que estaba puesta para dos. Silver habia estado esperando compania. No habia ningun indicio de lucha, ni de que hubieran forzado la entrada ni de que se hubieran llevado a Silver por la fuerza. En resumen, lo que Winter vio era el piso de un hombre que podria haber salido a comprar algo a la tienda de la esquina y que podria regresar en cualquier momento.

Se volvio hacia los demas.

– ?Lo ve? -comento Frieda a la vez que senalaba los cubiertos para dos. Acto seguido, el dedo empezo a oscilarle en el aire y Simon vio como empezaba a temblarle la mandibula al pronunciar las siguientes palabras-: Irving esta muerto.

El rabino se giro y rodeo los hombros de la anciana con un brazo mientras esta sollozaba de nuevo. Pero dirigio los ojos hacia Winter y asintio.

En el pasillo, Jose, el recepcionista, se movia de un lado para otro, impaciente.

– Por favor, senora Kroner, no es necesariamente posible cierto -dijo-. Tengo que cerrar la llave, por favor.

De vuelta en el vestibulo, Winter vio que el hombre que leia delante del mural habia desaparecido. Frieda Kroner seguia llorando mientras el rabino la llevaba hacia la salida. Pero cuando llegaron a la acera, se enderezo de repente y se solto del brazo de Rubinstein. Miro con los ojos desorbitados a los dos hombres, se hizo a un lado, se volvio hacia la calle vacia y con voz fuerte, furiosa, grito en su aleman nativo:

– ?Esta vez no te saldras con la tuya! -Las palabras resonaron huecas calle abajo.

Winter trato de consolarla.

– Senora Kroner, no veo nada que sugiera que…

Ella se giro hacia el hecha un basilisco.

– ?Era detective y no puede verlo? -le reprocho.

El rabino dio una palmada de frustracion.

– Asi era entonces. ?Asi sigue siendo ahora!

– Deberiamos haberlo sabido -comento la anciana con amargura-. Nosotros mas que nadie. Si esperas, si no haces nada, si te quedas de brazos cruzados, vendran a por ti… -Vacilo y sacudio la cabeza-. No. No vendran; vendra. El vendra a por ti. Esta vez solo es el. Pero es lo mismo, detective. Si uno no hace nada…

– Morira -sentencio con frialdad el rabino-. Nada ha cambiado. Nos encontrara, y moriremos.

– Como hizo con la pobre Sophie y al senor Stein, y ahora Irving. -Estaba situada bajo la luz tenue de la entrada del hotel, observando las franjas de oscuridad que se fusionaban con el paisaje urbano-. Irving se ha ido -dijo-. La Sombra lo encontro.

– Se lo dije -anadio en voz baja el rabino Rubinstein-. Se lo dije. Tiene la intencion de matarnos a todos.

Frieda Kroner suspiro hondo y asintio con la cabeza. Contuvo medio grito ahogado, medio sollozo, y Simon Winter vio que tenia los ojos enrojecidos.

– Debe de pensar que Irving no es un hombre demasiado agradable, senor Winter -comento-, pero se equivoca. Es muy amable, y una buena compania, especialmente para una vieja viuda solitaria como yo. Y ahora ya no esta. No crei que ocurriria. -Por un instante parecio tambalearse al borde del dolor, y luego emitio un grunido furioso, gutural, como de animal herido-. Pero siempre fue asi -anadio con voz aspera-. Los tenias ahi, a tu lado, y de repente, sin que te dieras cuenta, ya no estaban. Habian desaparecido. Se habian desvanecido como si se los hubiera tragado la tierra.

– Es verdad, detective -corroboro el rabino-. Pronto no quedara ninguno de nosotros y nadie recordara a la Sombra.

– Retrocedamos -pidio Simon-. Empecemos por el principio. ?Por que estan tan seguros de que el senor Silver ha desaparecido? ?A que se refieren cuando dicen que se ha ido?

– Que se ha ido significa que esta muerto -contesto Frieda Kroner con brusquedad-. Siempre fue asi.

– ?Como?

El rabino levanto la mano con gesto conciliador.

– Cuentale al senor Winter para que lo entienda, Frieda.

La mujer observo un instante al rabino antes de hablar:

– Irving era un hombre de costumbres fijas. Los lunes iba a la pescaderia, a la fruteria y, por ultimo, al supermercado. Despues llevaba las compras a casa y las guardaba. A continuacion, iba a la biblioteca a leer los periodicos y, acto seguido, daba un paseo corto por el paseo entarimado hasta que, finalmente, regresaba a casa y me telefoneaba, y a lo mejor ibamos al cine porque los lunes no hay tanta gente como los fines de semana. Los miercoles Irving asistia al club de bridge por la tarde, despues de venir a mi casa a recogerme, y a veces se quedaba ahi hasta tarde. Los jueves tenia una tertulia en la biblioteca. Los viernes hay servicio religioso por la tarde. Estas son las cosas que constituian la vida actual de Irving, lo mismo que la mia, y la del rabino tambien. No es distinta de la de muchos supervivientes, senor Winter. Vivimos con orden y disciplina. Es como si, de algun modo, los nazis nos hubieran instalado un reloj. Asi, si llego a casa de Irving y no esta ahi para asistir al bingo del centro civico, como todos los martes, se que esta en un apuro. Y solo hay tres clases de apuros para la gente como nosotros, senor Winter.

– ?Cuales, senora Kroner?

– Uno es la enfermedad. La enfermedad y la edad, senor Winter. A veces parecen lo mismo. A lo mejor Irving tuvo un ataque o un accidente…

– Pero llamamos a los hospitales, y no tienen constancia de el -tercio el rabino.

– Y otro, la violencia. A lo mejor alguno de estos jovenes que se estan apoderando de South Beach con su bullicio y sus coches rapidos lo asalto en algun callejon…

– Pero la policia no tiene constancia de ello -intervino de nuevo el rabino.

– Y despues, claro, esta Der Schattenmann.

– ?Han hablado con la policia?

– Si, por supuesto. De inmediato -respondio Rubinstein-. Nos dijeron que no puedes denunciar la desaparicion de una persona hasta pasadas veinticuatro horas, pero tuvieron la amabilidad de comprobar los accidentes y delitos para informarnos. Y nos comentaron que, de todos modos, no pueden hacer gran cosa.

– No hasta que no encuentren un cadaver. O indicios de que se haya cometido un crimen -anadio Frieda con amargura-. Una persona mayor de Miami Beach que no esta en casa a las horas habituales no les parece el crimen del siglo, detective. No lo tratan como el secuestro del hijo de Lindbergh. Son educados pero nada mas. Solo educados. -A continuacion, siseo para si misma-: ? La Sombra vive entre nosotros, y ellos son educados!

Simon Winter asintio. Conocia la situacion. A falta de una nota de secuestro, una escena del crimen con manchas de sangre u otro indicio manifiesto e inconfundible, la policia se limitaria a enviar un teletipo a las demas fuerzas del orden locales y a informar a los agentes para que estuvieran atentos, tal vez con la distribucion de una fotografia al pasar lista.

– Diganme, ?podria tener alguna otra explicacion su desaparicion?

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