– ?Como cual?
– El miedo. A lo mejor fue a visitar a algun familiar…
– ?Sin decirnoslo?
Parecia poco probable.
– ?Ha tenido despistes? ?Alguna perdida temporal de memoria?
El rabino sacudio la cabeza, enfadado.
– ?No chocheamos! ?Ninguno de nosotros sufre demencia senil, gracias a Dios! ?Si Irving ha desaparecido solo puede haber una explicacion!
Simon Winter reflexiono. Todos los ancianos de South Beach eran animales de costumbres, algunos en extremo, como Irving Silver, Sophie Millstein y Herman Stein. Todos ellos habian construido sus vidas alrededor de momentos de certeza, como si la exigencia inflexible de una cita, de un horario, de un encuentro, de una comida o una medicacion impidiera que la espontaneidad de la muerte accediera a sus vidas.
«?Y quien puede ser mas vulnerable que alguien de costumbres fijas?», penso.
– Bueno, aunque estuviera aqui la Sombra -comento tras sacudir la cabeza-, a Sophie la atacaron en su casa, Herman Stein murio en su casa. La pauta parece clara…
Esta vez fue el rabino quien interrumpio negando, exasperado, con la cabeza.
– ?Todavia no lo entiende, senor Winter! ?Tiene forma una sombra? ?Tiene sustancia? ?No es algo que se mueve y cambia con cada movimiento del Sol, la Luna o la Tierra? Por eso era tan
Estas ultimas palabras restallaron en el aire humedo y enrarecido de la calle. El viejo rabino estuvo callado un instante y despues anadio ferozmente:
– Irving habria luchado. Y lo habria hecho con todas sus fuerzas y durante un buen rato. Habria mordido y aranado, y usado todo lo que tuviera a mano. Irving era fuerte, era un hombre duro. Daba paseos a diario. Levantaba pesas y nadaba en el mar los dias calurosos. Todavia tenia musculatura, y desde luego habria luchado con todas sus fuerzas, como un tigre, porque Irving amaba la vida.
– No habia senales de lucha.
– Ya. Eso significa que la Sombra se lo llevo de la calle.
– Habria sido dificil. La mayoria del tiempo este sitio esta lleno de gente. Miren el porche. Por lo general, hay decenas de personas contemplando la calle…
– Seria dificil para la mayoria de los criminales. Si, inspector, tiene razon -dijo el rabino pacientemente-. Pero debe recordar que esto es lo que hizo muchas veces durante todos los anos que duro la guerra. Terminaba con tu vida silenciosa y discretamente. Digame, senor Winter, ?no ha notado alguna vez que se le escapaba la mano mientras sujetaba una navaja de afeitar y, cuando se ha mirado en el espejo, ha visto un corte? ?Que tenia sangre en la mejilla? Pero ?habia sentido algun dolor? No, diria que no. Y esta es la clase de hombre que el es.
Frieda Kroner asintio con la cabeza.
– Tenemos que encontrarlo -gruno en voz baja y airada-. Tenemos que encontrarlo hoy, manana, esta semana o la que viene pero tenemos que encontrarlo. Si no, el nos encontrara a nosotros. Tenemos que defendernos.
– Aunque sea de una sombra -anadio el rabino.
Simon Winter asintio. Penso que ese hombre era algo diferente. Noto que su mente empezaba a trabajar, mecanicamente, analizando los distintos factores.
– ?Que fue lo que dijo la ultima vez, senora Kroner? ?Es uno de ustedes?
– Exacto. Tiene que ser tambien un superviviente.
– Pues empezare por ahi. Y ustedes tambien. Estara ahi fuera, en una sinagoga, o en el Memorial del Holocausto, o en una reunion de una comunidad de propietarios, como el senor Stein. Tiene que haber nombres, listas de nombres. De organizaciones y reuniones. Empezaremos por ahi.
– Si, si, de acuerdo -dijo el rabino-. Puedo ponerme en contacto con otros rabinos.
– Estupendo. Eliminen a cualquiera que tenga menos de sesenta…
– Sera mayor. ?Por que no lo fijamos en sesenta y cinco? ?O sesenta y ocho?
– Si, pero todos somos mayores, y sabemos que no todo el mundo lleva los anos igual de bien. Hay quien parece mas joven y quien parece mas viejo. Creo que para cometer dos (quiza tres) asesinatos, la Sombra tendra la fuerza y el aspecto de un hombre mas joven. Tengamoslo presente.
– Como el hombre al que estan juzgando en Israel -asintio el rabino-. Hoy volvio a salir en los periodicos.
Simon recordo rapidamente la fotografia de un hombre acusado de haber sido guardia en un campo de la muerte. Habia salido en los noticiarios de television y los periodicos. Era un hombre corpulento, panzudo, ancho de hombros y con unos brazos como columnas. Se estaba quedando calvo, y tenia un aire violento que resultaba inquietante. Flanqueado por un par de policias, siempre llevaba un mono de recluso, pero no poseia ni la actitud ni el aspecto de un recluso.
– ?Ha visto a este hombre, a este Ivan
– No lo sigo.
– No es que los supervivientes seamos menos… No se muy bien como decirlo, pero permitame que le sugiera algo, detective: un verdadero superviviente lleva una marca, tan seguro como que yo llevo este tatuaje.
Levanto el brazo y se subio la manga de la camisa.
– ?Ve como se ha ido borrando con el tiempo? Pero sigue ahi, ?no? Pues no somos diferentes por dentro. Tenemos una marca que se va desvaneciendo a medida que pasan los anos. Pero sigue ahi, y jamas desaparecera del todo. Puede verlo en los hombros caidos, o quizas en la mirada. Creo que nos pasa a todos.
– ?Que quiere decirme?
– Este hombre,
– Tiene razon -afirmo Frieda Kroner. Hubo una pausa y despues prosiguio con la eficiencia de una secretaria-: Conozco todas las actividades de Irving. El club de bridge y las tertulias… Puedo conseguir las listas.
– Excelente. Y direcciones y descripciones, si puede obtenerlas. Recuerde el detalle. Cualquier pequena cosa podria decirnos lo que necesitamos saber.
– ?A que se refiere con eso del detalle? -pregunto la mujer.
– Tiempo atras fue berlines. ?Hablara con acento como usted, senora Kroner? Solo es una posibilidad. Puede que no lo haga.
– Ya lo entiendo. Tiene sentido. Y mientras tanto, ?como nos protegemos?
– Cambien su rutina. Si han estado yendo al supermercado a las tres de la tarde todos los miercoles los ultimos diez anos, no lo hagan mas. Vayan a las ocho de la manana. Empiecen a seguir rutas distintas. Si quieren ir a pasear al paseo maritimo entarimado, pueden hacerlo, pero giren y vayan dos manzanas en sentido contrario antes de volver. Si salen, llamen antes a su destino, avisen que van. Si siempre se desplazan en autobus, tomen un taxi. Encuentren a alguien que los acompane. Muevanse en grupo. Viajen de forma imprevisible. Zigzagueen. Detenganse delante de escaparates y observen la gente que tienen detras. Dense la vuelta de repente y miren la calle que acaban de recorrer. Esten atentos.
– Muy acertado -comento el rabino.
– Puede intentar acercarse a ustedes como alguien familiar: un repartidor o un cartero. No se fien de nadie. Aunque haga diez anos que van a la misma tienda y que comen la misma carne en conserva, ahora deben hacer otra cosa. No confien mas en el dependiente, aunque sea el mismo que han visto todos los dias desde que llegaron a South Beach. Piensen que nada es seguro. Cualquier cosa podria ocultar a la Sombra.
Frieda Kroner entrecerro los ojos al comprenderlo.
– ?Nos permitira esto seguir con vida? -quiso saber.
