Rosen, bajando un poco de tono-. Esta solo un paso mas cerca de la superficie que el gran «por que».

– Solo estoy empezando a comprenderlo -dijo Winter.

– Nadie llega a comprenderlo nunca de verdad -aseguro Rosen con frialdad-. Y menos si no estuvo alli. Las cifras eran enormes. La crueldad, habitual. La maldad, absoluta.

Simon guardo silencio. Noto que el hombre al otro lado de la linea pensaba.

– ?Y usted quiere saber algo sobre un delator? No sobre un fanatico ni sobre un nazi, sino sobre alguien similar a lo que los periodicos suelen llamar criminal psicopata. Despiadado. Implacable. ?No le parece que su primer pretexto seria argumentar que hicieron lo que hicieron para salvar sus vidas y las de sus familias?

– Seria razonable.

– Pero, naturalmente, es falso. La mayoria no salvo a nadie, ni siquiera a si mismos. Supongo que solo se salvaron los realmente inteligentes. Y es muy probable que fueran de una raza especial. Para sobrevivir, me refiero.

– Ya.

– Asi que, de entrada, ha de saber que se esta enfrentando con un monton de mentiras sistematizadas, senor Winter. Con una persona inmune al autoengano, porque solo alguien que viera con claridad lo que estaba pasando podria haber tomado las medidas necesarias para seguir con vida. Pero es alguien que se siente comodo con las tergiversaciones, alguien que adopta el engano. Aunque eso no seria todo.

– Le escucho.

– Tendria que haber algo mas que una simple conveniencia. Tambien una ferocidad, una voluntad ferrea de vivir. El delator seria alguien que jamas consideraria que la vida de nadie es, ni siquiera remotamente, tan importante como la suya. Asi que quizas este buscando tambien a un hombre con cierto ego, que cree que ha hecho cosas importantes. No sera un hombre tonto. No como el guardia corpulento y lerdo de un campo. Ni siquiera tendra la mentalidad de contable de algun burocrata de las SS que se aseguraba de que los trenes circularan segun el horario previsto. Para sobrevivir, un delator necesitaba ser un autentico genio. Tener creatividad. ?Entiende?

– Si. Pero ?como podria encontrarlo? ?Aqui, entre los supervivientes?

Rosen hizo otra pausa y, despues, solto una carcajada.

– Oh, le seria imposible, senor Winter. Como una aguja en un pajar. Entre millares, habria uno que no seria exactamente quien dice ser, pero seria un experto. Sabria todo lo que saben los supervivientes. Tendria memorizados todos sus horrores, porque participo en ellos. Tendria acceso a las mismas pesadillas, solo que no se despertaria en mitad de la noche gritando el nombre de un familiar muerto hace mucho en una camara de gas. Estaria intacto, seria completamente autentico, pero intrinsecamente erroneo. Y en algun lugar de su interior habria un odio tan violento… Seria fascinante. Fascinante.

– Tengo que encontrarlo.

– ?Es un hombre? Hubo mujeres delatoras. ?Tiene un nombre?

– Solo un nombre de guerra. Der Schattenmann.

El nombre no parecio decirle nada.

– ?Y cree que esta aqui?

– Si.

– Y quiere encontrarlo con todas sus fuerzas. -La voz de Rosen se mantuvo inalterable al hablar-. ?Por que?

– Creo que ha asesinado.

– Ah, que interesante. ?A quien ha asesinado?

– A alguien que podria haberlo reconocido.

– Tiene mucho sentido. ?Y por que esta usted implicado?

– La victima era vecina mia.

– Ah, tambien tiene sentido. ?Quiere vengarse?

– Quiero detenerlo.

Rosen volvio a quedarse callado al otro lado del telefono, y Winter creyo por un segundo o dos que deberia decir algo, pero no lo hizo, hasta que finalmente el otro hombre dijo en voz baja y pausada:

– No creo que pueda.

– ?Porque?

– Porque sin duda es un experto en muertes. En toda clase de muertes.

– Yo tambien lo soy.

– Y tambien lo es el Tiempo, senor Winter. Y el Tiempo tiene mas probabilidades que usted.

Simon se levanto de la mesa y se acerco a la ventana. El sol de ultima hora de la tarde llenaba el jardin de The Sunshine Arms. El querubin de la trompeta parecia muy contento, sumergido en el calor del final del dia, antes de que la sofocante humedad nocturna se apoderara de la ciudad. Por primera vez desde que Sophie Millstein habia llamado a su puerta, Simon tuvo una sensacion de derrota. Lo unico que le habia dicho todo el mundo era: muerte e imposibilidad. Se froto la frente con fuerza, hasta que le quedo colorada de frustracion.

«Esto me va a matar -penso-. Morire de inutilidad e impotencia.»

Esto le hizo sonreir con tristeza al percatarse de que cuando Sophie Millstein habia llamado a su puerta, se estaba preparando precisamente para eso.

Decidio dar un paseo para ver si el movimiento lograba estimularle alguna idea sobre una linea de investigacion productiva, asi que cogio su desgastada gorra de los Dolphins y, cuando tenia la mano en el pomo, sono el telefono. Se detuvo, pensando si deberia dejar que saltara el contestador automatico. Decidio que no, y cruzo rapidamente la habitacion, con lo que consiguio descolgar justo cuando la maquina empezaba a reproducir su mensaje grabado.

– No; estoy aqui, espere -dijo sobre su propia voz metalica en la cinta.

– ?Senor Winter? -Era Frieda Kroner.

– Si, senora Kroner, ?que sucede?

– Irving -contesto con crudeza-. En la caseta de socorrismo de South Point. La ultima antes del embarcadero. Nos reuniremos alli con usted.

Vio tres coches patrulla estacionados en una franja arenosa junto a la entrada de acceso a la playa. A un lado habia un pequeno parque con una pista deportiva que lo recorreria serpenteante; disponia de media docena de areas de picnic, y de una zona de columpios y balancines; era un lugar concurrido los fines de semana, ya que muchas de las familias inmigrantes que ocupaban pisos pequenos en el extremo de South Beach lo usaban como lugar de recreo. Tambien era uno de los parques favoritos de los indigentes, porque no estaba bien vigilado de noche, y tambien de los paparazzi, ya que daba al Government Cut, el ancho canal que utilizaban los cruceros para salir a mar abierto. Algunas veces, contaba con momentos teatrales, cuando algun hombre, cuyas esperanzas y cuyas ropas estaban igualmente hechas trizas, observaba hambriento como se asaban pollos y platanos, y como los ninos jugaban a pocos metros de donde una modelo que lucia un traje de noche y unas joyas que costaban miles de dolares se contoneaba y pavoneaba ante una camara.

Desde el largo embarcadero, uno podia ver kilometros de mar, o volverse para admirar el claro perfil de rascacielos de la ciudad. Al otro lado del Government Cut estaba Fisher Island, un complejo urbanistico que disponia de su propio servicio de ferry y en el que vivia la gente rica, la muy rica y la escandalosamente rica. El embarcadero era tambien muy frecuentado por los pescadores, aunque la playa recibia menos atencion que los demas puntos de South Point. Debido a que estaba en el extremo de Miami Beach, tenia el agua mas embravecida y las corrientes de retorno mas peligrosas. A algunos surfistas les gustaba. Solia advertirse a los turistas que iban a la playa que se situaran a un kilometro y medio de alli mas o menos. Habia un paseo maritimo entarimado que conducia al embarcadero. Una vez que estuvo en el, vio enseguida la solitaria caseta de socorrismo al final de la playa.

Observo que habia media docena de agentes de policia arremolinados cerca de la caseta de madera verde descolorido. Al mismo tiempo, diviso a Frieda Kroner y al rabino Rubinstein a unos cinco metros de distancia, contemplando a los policias, que no parecian saber muy bien que hacer. Un unico tecnico de la policia cientifica, de chaqueta y corbata a pesar del calor, estaba agachado en la arena, pero no podia ver que estaba examinando. Habia otro hombre trajeado, inclinado, pero estaba de espaldas a Winter, que no pudo descifrar que estaba buscando.

Вы читаете La Sombra
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату