– Seria ingenioso. Nos joderia de verdad. -Vacilo un instante y anadio-: Creo que puede tener razon.
Winter lo miro.
– Dijo que iba a ir a buscarme -solto-. ?Por que?
– Porque ultimamente ha empezado a interesarme la historia -respondio Robinson.
16 El gallina de la sala
Habia un telefono de pago frente al puesto de enfermeria del pabellon penitenciario del hospital Jackson Memorial, y Espy Martinez se detuvo ante el. Marco deprisa el numero del departamento de Homicidios de Miami Beach. Por tercera vez esa tarde, tuvo que dejar un mensaje para Walter Robinson. Colgo el auricular con un movimiento brusco de la muneca. Luego inspiro hondo y observo el pasillo que conducia a la habitacion de Leroy Jefferson.
Se pregunto si estaba cerca de la verdad o a punto de perderla de vista. A continuacion, recorrio el pasillo escuchando el repiqueteo de sus tacones en el suelo de linoleo encerado. Habia alguien llorando en una de las habitaciones frente a las que paso, pero no pudo ver quien era. Los sollozos parecian seguir el ritmo de sus pasos rapidos pasillo abajo.
El guardia de prisiones que vigilaba la reja metalica era mayor. Lo habia visto muchas veces en las salas de justicia; tenia una mata de pelo gris que llevaba cortada al uno, y unos antebrazos adornados con tatuajes intrincados. Al verla acercarse, le dirigio un breve saludo con la mano y una sonrisa torcida.
– Hola, Mike -dijo ella-. Me imagino que esto sera mas facil que transportar gente de la carcel al Palacio de Justicia, y viceversa.
– Bueno -contesto el guardia-, lo unico que tengo que hacer aqui es procurar no pillar nada y sentarme a leer el periodico.
– ?Alguna buena noticia?
– Nunca la hay.
– ?Se encuentra bien?
– Perfectamente.
– Pues me da la impresion que le va bien el turno.
– Ya lo creo, senorita Martinez.
– ?Esta Alter dentro?
– Desde hace un par de minutos. Entro con el medico.
Cuando empezaba a firmar en una hoja de registro sujeta a una tablilla, el guardia susurro:
– Creo que hoy el pobre Leroy esta teniendo problemas con el dolor, ?sabe, letrada? Se ha pasado toda la manana tocando el timbre para llamar a la enfermera. Puede que el disparo que le pego en la pierna y el hecho de no poder tomar
– Aja -asintio esta con la cabeza.
– Quiero decir que a lo mejor hoy esta algo vulnerable -prosiguio el guardia con una sonrisa enorme-. Podria presionarlo un poquito si tiene ocasion, ?sabe a que me refiero?
Espy consiguio sonreir, a pesar de tener la sensacion de que la presionada iba a ser ella y no Leroy Jefferson. Se llevo la mano a la sien para efectuar un saludo militar. Penso que los guardias de prisiones lo sabian todo y tenian la extraordinaria habilidad de notar la direccion en que soplaba cualquier viento que recorriera el sistema de justicia.
Cuando iba a entrar en la habitacion del hospital, oyo unas arcadas, seguidas de un largo y quejumbroso «jooooder». Adopto una expresion ironica, burlona e inquisitiva, y cruzo la puerta. Miro de inmediato a Jefferson, que seguia con la pierna inmovilizada en traccion, y vio que se esforzaba por incorporarse en la cama.
Una vez que lo consiguio, se volvio hacia ella y se seco los labios con el dorso de la mano.
– ?No nos encontramos bien, senor Jefferson? -pregunto al observar que el acusado tenia la frente sudada.
Jefferson fruncio el ceno, se inclino hacia delante y escupio a una papelera que habia junto a la cama.
– La puta que me disparo se interesa por mi salud -mascullo.
– Esta bien -tercio Thomas Alter tras levantarse de una silla plegable-. ?Verdad, doctor?
Habia un medico joven de pie junto a Jefferson.
– Las molestias son normales.
– Y una mierda, normales -se quejo Jefferson-. Quiero otra inyeccion.
El medico echo un vistazo a su reloj y despues a los datos clinicos del paciente, y nego
– No hasta dentro de una hora y media o dos -dijo con frialdad.
Martinez vio una oleada de dolor y nauseas reflejada en el rostro de Jefferson. Este empezo a inclinarse hacia la papelera, pero Consiguio contenerse y se dejo caer de nuevo hacia atras, como exhausto.
– No me queda nada dentro -murmuro.
El cateter que tenia en el antebrazo desde un gotero vibro. Espy aparto la mirada un momento y observo lo austera que era la habitacion. Paredes blancas; una gruesa cortina en una ventana sucia, de modo que la luz del sol parecia borrosa al colarse en la habitacion; una cama individual y una mesilla de noche; un vaso y una jarra de plastico para el agua. Tan lugubre como la celda de la carcel que lo esperaba a una manzana de distancia.
Alter miro irritado al joven medico, que dejo la tablilla del paciente a los pies de su cama.
– Tendrian que darle algo -sugirio.
El medico alzo los ojos.
– Usted es el abogado, ?verdad?
– Asi es.
– Pues cinase a las leyes -dijo en voz baja, y se dirigio a Espy-: Mi cunado es policia. -Senalo con el dedo a Jefferson-. Esta bien. La pierna le duele muchisimo y tiene sindrome de abstinencia. Asi que se encuentra muy mal, y cada vez que se mueve hacia la papelera, debe sentirse como si alguien le hurgara la rodilla con un cuchillo. Pero no es algo que vaya a matarlo. Es solo que no le hace feliz. Pero mi trabajo no consiste exactamente en hacerlo feliz, sino en mantenerlo con vida.
Y salio de la habitacion.
Leroy Jefferson habia cerrado los punos.
– Por su culpa jamas volvere a andar bien -le espeto a Martinez.
– Se me parte el alma -contesto ella sacudiendo la cabeza-. Te ordene que te detuvieras. Y tu me disparaste. Jodete.
Jefferson fruncio otra vez el ceno y empezo a hablar, pero Alter lo interrumpio.
– Esta no es la finalidad de esta reunion -dijo.
– Cierto -corroboro la ayudante del fiscal-. Su finalidad es decidir si creo o no que el acusado puede decir la verdad, lo que de momento dudo mucho.
Alter movio el brazo aparatosamente, como un actor sobreactuando en el escenario.
– De acuerdo, pues, llevalo a juicio. Haz lo que quieras, pero no obtendreis su ayuda, y tengo la impresion de que la vais a necesitar.
Espy logro controlarse, y hablo con tranquilidad.
– Mira, la prueba del poligrafo resulta convincente, pero no es concluyente.
– ?Metera a un inocente en la carcel? -pregunto Jefferson, incredulo, pero Martinez no le presto atencion.
– ?Y la huella dactilar? -quiso saber Alter-. ?Que vais a hacer con eso?
– Bueno, puede que no fueran sus manos las que rodearon el cuello de Sophie Millstein. Pero tenemos pruebas claras de que estuvo en la habitacion de Sophie y de que robo varias cosas. Asi que tal vez tenia un complice, quizas eran dos esa noche. De modo que sigue siendo culpable de homicidio preterintencional. -Miro a Jefferson-. Por si no lo sabes, en este estado la pena por homicidio preterintencional es la silla electrica.
– Mierda -mascullo Jefferson-. Yo no mate a nadie y no habia nadie conmigo.
