Alter fulmino con la mirada a su cliente.
– Callate -ordeno-. Deja que la ayudante del fiscal y yo hablemos. ?Que quieres decir?
– Quiero decir que antes de seguir quiero saber a que te refieres cuando hablas de ayuda. Dime cual es la oferta de tu cliente.
– No sin una garantia.
– ?Que clase de garantia?
– De que le ofrecereis un trato. No ira a la carcel.
– Olvidalo.
– Pues idos al infierno. Encontrad al asesino de esa anciana sin su ayuda.
– Lo haremos.
– Claro que si. Buena suerte. ?Teneis alguna idea de quien le dejo esa huella parcial en el cuello?
– No respondere a esa clase de pregunta.
– Ya me imaginaba que no lo harias -dijo Alter con una sonrisa, relajado. Se volvio hacia su cliente-. Manten la boca cerrada, Leroy. Tratar con la fiscalia es como esperar que te inyecten un calmante. Duele, te encuentras mal, pero al final llega. Y entonces todo vuelve a estar bien.
Jefferson estaba palido. Asintio.
– Le vi -solto.
– ?A quien vio? -salto Espy.
– ?Te dije que tuvieras la bocaza cerrada! -se solivianto Alter.
Leroy Jefferson se recosto en una almohada. Unas gotas de sudor le resbalaron por la mejilla, pero dirigio una sonrisa burlona a Espy Martinez.
– Va a necesitarme, senora ayudante del fiscal -dijo-. No van a encontrar al asesino si no les enseno quien es. Le vi bien. Le vi matar a esa anciana.
– He presentado cargos en tu contra como para que te encierren mil anos en la prision de Raiford, ?sabes? - comento ella-. Diez mil anos. Toda la vida. Hasta que te pudras. Y es alli donde vas a estar.
Jefferson sacudio la cabeza y repitio:
– Van a necesitar a Leroy. Pregunteselo al inspector; el se lo dira.
Ella se volvio hacia Alter, que se encogio de hombros.
– ?Que puedo decir, Espy? Te esta diciendo lo que hay.
– ?De veras? ?Por que, entonces, me resulta dificil creer al senor Jefferson? Puede que sea porque tiene el mono y es un mentiroso que…
– Vas a tener que creerle, Espy, porque estaba alli.
– Si, con uno de sus amigos toxicomanos. El unico trato que hare con el sera el de cadena perpetua. Podra salvar el pellejo si declara en contra de ese amigo suyo que mato a Sophie Millstein.
– No era amigo mio, ya se lo dije -replico Jefferson, y su resentimiento pudo con el dolor-. Era un hombre blanco. Un viejo blanco.
– Creo que ya hemos ayudado bastante a la senorita Martinez -sonrio de nuevo el abogado.
– Estais diciendo que…
– Mi cliente estaba alli. Vio el asesinato y vio huir al asesino. ?Que mas necesitas saber, Espy? Ahi tienes tu maldita oferta.
– ?Quieres decir que este desgraciado fue testigo de un asesinato y despues robo a la victima antes de que llegaran los vecinos? ?Es eso lo que me estas diciendo? -No pudo ocultar el asombro en su voz.
– Ya lo ves -contesto Alter encogiendose de hombros-. Que cosas tiene la vida.
Hubo un tenso silencio.
– Ha sido un placer verte, letrada -dijo al fin el abogado-. Ya me diras algo, ?de acuerdo? Y ahora ya sabes como esta la cosa.
Espy lo miro con dureza hasta que el finalmente borro su sonrisa de autosuficiencia.
– ?Crees que hare un trato con este cerdo despues de que casi matara a un policia y a mi misma? ?Crees que quedara impune de esos cargos?
Alter se sento con tranquilidad exasperante en la silla, como si sopesara tanto lo que habia dicho como lo furiosa que estaba.
– No creo nada, Espy. Lo unico que creo es que el senor Jefferson sabe algo que necesitais saber, y que el precio de esta informacion es alto. Pero, claro, el coste del conocimiento siempre es elevado. ?Has visto? Puedo ser un filosofo cuando quiero.
– Exacto. El precio es asi de alto. ?Lo ve? Yo tambien soy un puto filosofo -se mofo Jefferson, aunque torcio el gesto debido a una punzada de dolor.
– Es mejor no valorarse por encima del mercado, Tommy -aconsejo la ayudante del fiscal.
– Por favor, cierra la puerta cuando salgas -respondio el abogado.
Como de costumbre, la nota para que fuera a la oficina de Abe Lasser estaba escrita con tinta roja para subrayar la urgencia de la peticion. Penso que todas las llamadas de Lasser eran urgentes, tanto si lo eran realmente como si no. Repaso deprisa los demas mensajes, con la esperanza de encontrar uno de Walter Robinson, pero no habia ninguno. Logro distanciarse lo suficiente para preguntarse si estaba ansiosa por tener noticias de su amante o del inspector que trabajaba en el caso. No supo responderse, pero sospechaba que cada uno de estos dos deseos vibraba como un diapason en su interior, cada uno en un tono distinto pero igual de insistente.
Cuando entro en su despacho, Lasser estaba de pie junto a la ventana contemplando la ciudad.
– ?Sabes que durante los disturbios estaba aqui, en esta misma ventana, y podia verlo todo hasta la tienda de neumaticos, la de saldos de la Vigesima Primera Avenida? Tenia unos prismaticos y vi incluso a los hombres que la incendiaron. Corrieron hacia un lado del local, amontonaron unos escombros, y vi como les vertian gasolina encima. Como una especie de grupo de malvados
Se giro hacia ella.
– Hay que joderse -prosiguio-. Esas figuras que vistas desde aqui parecian hormiguitas incendiaron el viejo almacen. El local ardio casi dos dias. Y yo, el jefe de la fiscalia, estaba aqui, viendolo todo desde mi punetera ventana sin poder hacer nada al respecto.
La joven asintio, segura de que esa historia llevaria a alguna parte.
– Fue como ver pasar un accidente, pero peor, porque esto no fue ningun accidente, fue un delito. Mucho peor. Deliberado, destructivo. No fue obra de Dios sino del hombre.
Se alejo de la ventana.
– Dejamos las obras de Dios en manos de autoridades mas elevadas, Espy. Pero las obras del hombre son, precisamente, el motivo de que estemos aqui. Constituyen nuestro trabajo. -Sonrio-. Parezco un filosofo - solto.
– Tommy Alter me dijo lo mismo hace apenas una hora.
– ?De verdad? -Su sonrisa se volvio burlona-. Supongo que es logico.
Se situo detras de su mesa. Se habia quitado la chaqueta del traje, y Martinez vio, por lo entallada que le quedaba, que la camisa blanca que llevaba tenia que estar hecha a medida. Guardo silencio mientras Lasser levantaba la copia de la prueba del poligrafo.
– No soporto estos malditos trastos -comento antes de dejarlo caer sobre la mesa como si fuera contagioso. Las paginas se agitaron un momento-. Dime, Espy, ?como te sientes cuando estas en una ventana a punto de ver cometer un crimen y no puedes hacer nada al respecto? Si ese desgraciado de Leroy Jefferson queda impune, sera un crimen. Como me llamo Abraham Lasser que sera como un incendio provocado. Sera como acercar una cerilla a un material inflamable. Puede arder sin llama y humear cierto tiempo claro. Una semana, un mes, puede que seis meses. Pero entonces ira y hara exactamente lo que esta jodida prueba dice que no hizo: matara a alguna anciana inocente. ?Lo captas, Espy?
– Si, senor.
– Has conocido al senor Jefferson. ?Que posibilidades tiene de convertirse en un miembro util a la sociedad? -Pronuncio estas ultimas palabras con un sarcasmo extremo.
– Muy pocas, senor.
