dijera algo, asi que lo hizo:
– Stein murio asesinado.
Robinson sacudio ligeramente la cabeza.
– ?Un suicidio a puerta cerrada?
– Lo se porque escribio mal el nombre de su mujer.
– Pero estaria tenso, deprimido, ansioso… -le interrumpio la fiscal.
Winter observo la curva de sus cejas, la forma de sus ojos, en busca de signos de otra cosa que no fuera juventud e inexperiencia.
– Si, estaba todas esas cosas.
– ?Y no le parece que podrian haberle llevado a cometer un error?
– Nunca. No ese error.
Martinez lanzo una mirada a Robinson, pero este se habia recostado en la silla y estaba cabizbajo, con aire pensativo, aunque sin dejar de observar a Simon Winter.
– ?Walter? -pregunto la joven-. ?Tu que opinas?
– Creo que la gente comete errores todo el tiempo -respondio despacio-. Pero no creo que el error en esa nota lo cometiera Herman Stein, a no ser que quisiera hacerlo.
Frieda Kroner dio una fuerte palmada en la mesa que sono como el disparo de una pistola.
– ?Se lo dije! ?Ahora se lo cree, senor joven inspector? ?Esta empezando a entender?
– Sigo aqui -comento Robinson en voz baja-. Sigo escuchando.
Pero por dentro estaba dandole vueltas a sus elucubraciones, presa de una repentina ansiedad. Intento concentrarse en los dos ancianos para ocultar la sospecha que habia surgido en su interior, pero era dificil ya que empezo a imaginarse cosas inquietantes, espantosas. Se esforzo por reprimir su preocupacion, dejarla de lado por el momento, sabiendo que pronto tendria que dedicarle su atencion.
– Se lo que esta pensando -dijo Winter con calma-. A mi tambien se me acaba de ocurrir.
Robinson se volvio hacia el ex policia y examino su rostro. Estaba seguro de que Winter tenia razon. Habian tenido la misma idea horrorosa a la vez. Robinson asintio, como si forjaran un vinculo o se estrecharan la mano, como si acabaran de cerrar un trato.
– ?De que estais hablando? -le pregunto Espy Martinez.
– Te lo explicare luego -contesto Robinson y, acto seguido, hizo un gesto hacia el rabino y Frieda Kroner-. Prosigan, por favor.
Pero Rubinstein levanto la mano.
– ?Hay algo? ?Algo distinto? -Lanzo una mirada rapida a Winter-. Acaba de pasar algo, y quiero saber de que se trata.
Hubo un silencio.
Desde algun punto de la jefatura llegaron unos gritos que superaron momentaneamente la insonorizacion. El rabino cruzo los brazos a la espera de una respuesta. Frieda Kroner volvio a dar otra palmada en la mesa.
– Senor Winter, inspector Robinson, ?que pasa? -dijo-. Puede que sea vieja, pero no soy como un nino al que se le cuentan mentiras y se le ocultan las cosas. Asi que, por favor, si esto tiene algo que ver con la pobre Sophie, con el senor Stein o con mi querido Irving, diganmelo, por favor.
– Frieda tiene razon -aseguro el rabino con dureza-. Han visto algo. ?Quizas algo de luz sobre la Sombra? Espero que…
– No. -Winter sacudio la cabeza-. Nada tan afortunado -comento, y miro a Robinson y a la fiscal, que parecia confundida.
– Walter, ?que diablos esta pasando? -pregunto la joven-. ?Me he perdido algo?
Robinson se encogio de hombros y sonrio sin alegria.
– Fue una cosa de policias. Una inspiracion, ya me entiendes. Una observacion o una preocupacion. El senor Winter y yo…
– …pensamos lo mismo a la vez -termino Simon.
– ?Y que fue lo que pensaron? -quiso saber el rabino.
El viejo inspector y el joven inspector se dirigieron una mirada rapida.
– Lo siento -se disculpo Winter-. Deberia haberlo visto desde el principio. Ya no soy tan perspicaz como antes.
– ?Que pasa, senor Winter? -insistio el rabino con un gesto de impaciencia.
– Herman Stein muere en una habitacion cerrada. Sophie Millstein muere y la policia va a buscar al toxicomano que supuestamente la mato. Irving Silver desaparece en el oceano, o eso parece. Y creemos que ustedes dos seran los siguientes. Pero al inspector Robinson se le ha ocurrido de repente, y por esta razon, senora Kroner, se remueve intranquilo en su asiento y puede que tenga algo de sudor en la nuca y un ligero nudo en el estomago, que a lo mejor, solo a lo mejor, Herman Stein no fue el primero. ?Tengo razon, inspector?
Robinson asintio despacio.
– Va muy bien -indico en voz baja.
Espy Martinez levanto una mano para taparse la boca, sin darse cuenta que habia hecho este gesto de sorpresa como cien actrices de Hollywood antes que ella.
A Frieda Kroner se le desencajo la cara.
El rabino se deslizo hacia atras en la silla, como si se alejara de la mesa, lejos de lo que Simon Winter estaba diciendo.
– Veran -prosiguio este-, lo que el inspector penso fue esto: «?Por que ha empezado a matar ahora este hombre?» Y la respuesta evidente es que no ha empezado ahora.
Winter los miro uno por uno hasta detenerse en los dos ancianos.
– ?Creen acaso que son los ultimos berlineses que conocen la existencia de la Sombra? ?O podria haber mas, que ustedes no conocen? ?Creen que pudieron haber sido veinte? ?Ciento veinte? ?Mil veinte? Cuantos sobrevivieron al sotano, al transporte en tren, a los campos, y recorrieron despues el laberinto del mundo hasta aqui. ?Cuantas personas pudieron haberlo visto un instante en un callejon, en el cuartel general de la Gestapo, en un tranvia o en un refugio durante un bombardeo? ?No creen que habra dedicado cada minuto del dia de todos los dias desde el fin de la guerra pensando en todas esas caras, temeroso de que esta o aquella persona pudiera desenmascararlo? ?Y como podria impedir que eso ocurriera?
Los demas permanecieron en silencio, incapaces de responder con palabras.
Simon se volvio hacia Robinson.
– ?He resumido mas o menos lo que penso? -quiso saber.
– Mas o menos, si. Solo que podria ser peor.
– ?Peor? -exclamo Espy Martinez-. ?Como?
– Aceptemos por un momento que este hombre, la Sombra existe y que ha matado puede que tres veces con exito. ?Cuantas mas? ?Durante cuantos anos? ?En cuantos sitios? ?Llego a Miami Beach el ano pasado? ?O hace veinticinco? ?Donde ha estado y cuanta gente ha perdido la vida? No sabemos nada, salvo quien era antes, hace cincuenta anos, en Berlin, en medio de una guerra, y aun asi no tenemos ningun nombre, ninguna identificacion, ninguna huella dactilar ni marca identificativa. Solo tenemos los recuerdos de esta gente. Recuerdos basados en el terror y en la imagen de alguien que vieron un segundo cuando apenas eran unos ninos. ?Como se puede relacionar el presente con el pasado?
Espy Martinez inspiro hondo.
– Yo se como -aseguro en voz baja.
Los demas la miraron.
– A traves del maldito Leroy Jefferson -anadio.
Frieda Kroner tardo unos instantes en reaccionar:
– Que nombre tan raro para ponerselo a una persona…
Y Espy se percato de que habia bautizado automaticamente al sospechoso sin tener en cuenta los oidos mas delicados de gente mayor que no utilizaba calificativos malsonantes con la misma frecuencia que todos los relacionados con el sistema penal.
– Perdone, senora Kroner -se disculpo-. Leroy Jefferson es el hombre al que el inspector Robinson acuso inicialmente del asesinato de Sophie Millstein. Al parecer, estaba en su piso, o justo fuera de el, y presencio como este hombre, la Sombra, entraba y cometia el crimen.
