Robinson quiso decir algo mas, pero no pudo. Salio del salon y se dirigio hacia la puerta. Cuando la abria, la mujer lo alcanzo.
– ?Inspector? -dijo en voz baja.
– Si.
– La detencion en la que accedio participar era suya. Usted la organizo, y casi logra que lo maten. Puede haber quedado incapacitado de por vida gracias a usted. ?Y ahora va a dejar que el desgraciado que le hizo eso salga libre? Espero que se pudra en el infierno, inspector.
Dijo «inspector», pero, por la rabia que vio en sus ojos, Robinson sospecho que tenia una palabra totalmente distinta en mente. Se pregunto por que no la habria usado.
– Salga de mi casa… -solto la mujer.
A Robinson le parecio oir una n al final de la frase, como si hubiese estado a punto de soltarle un insulto racial. Pero penso que quiza se equivocaba, a lo mejor solo estaba furiosa y no tenia intencion de insultarlo. Quiza no se habia percatado nunca de que vivia en un mundo tan segregado y tan asustado de los negros como cualquier plantacion anterior a la guerra de Secesion. Quiza, pero lo dudaba. Penso que Miami era asi; un lugar donde la gente piensa «negrata cabron» pero no lo dice en voz alta. Sintio un imperioso deseo de marcharse, de volver a su trabajo. Se limito a asentir, y dejo atras el frescor del aire acondicionado para sumergirse en el calor implacable de un mediodia de verano, sintiendose como si de algun modo hubiera llenado de pisadas un hogar inmaculado. Cuando la mujer cerro de golpe la puerta tras el, oyo el clamor del pequeno, que se habia despertado llorando.
Espy Martinez no podia soportar el regocijo que Tommy Alter era incapaz de ocultar en su voz.
– Sabia que entrariais en razon, Espy -dijo.
– No te confundas, Tommy. Es por conveniencia. No tiene nada que ver con la razon.
Los dos estaban sentados en la cafeteria del Palacio de Justicia. Un par de cafes intactos humeaban en sus tazas delante de ellos. Otros fiscales y abogados ocupaban otras mesas, rara vez mezclados, y cuando se reunian en una, generalmente era para intercambiar insultos y desafios, o para cerrar un acuerdo, como Martinez y Alter estaban haciendo. Los demas abogados los miraban de vez en cuando, pero debido a una norma tacita de la profesion, nadie se sento en las mesas mas proximas, con lo que se creo una zona de aislamiento a su alrededor.
– Bueno, como quieras llamarlo. ?Cual es la oferta?
– Tiene que cumplir condena en la carcel, Tommy. No puede disparar a un agente de policia y quedar impune.
– ?Por que no? La policia fue a detenerlo por algo que no habia hecho. Son ellos quienes le echaron la puerta abajo y entraron en su casa armados. Tuvo suerte de que no le dispararan entonces. Tuvo suerte de que tu no lo mataras por algo que no habia hecho. A mi entender, tendriais que pedirle disculpas.
– Presencio un asesinato y a continuacion robo a la victima. No se por que, pero diria que pedirle disculpas no seria muy apropiado.
– Bueno, nada de condena en la carcel; esta es nuestra postura. Aceptara un periodo de libertad condicional, si quereis. Presentad cargos menores. Allanamiento de morada o agresion. Pero no ira a la carcel. No despues de ayudaros a encontrar a un asesino. Puede que incluso a detenerlo antes de que vuelva a matar.
– ?Que quieres decir, Tommy? -Espy Martinez inspiro hondo-. ?Volver a matar? ?Que te ha contado? ?Sabes algo?
– ?He puesto el dedo en la llaga, Espy? No, no puedo decir que sepa nada con certeza. Solo estaba especulando, ?sabes? Imagina que hubiera alguna razon por la que esa anciana fue asesinada y que, quizas, esa misma razon pueda aplicarse a alguien mas. Es solo una suposicion.
Ella vacilo y Alter sonrio.
– Vais a tener lo que quereis, Espy. Un testigo presencial. Puede que no sea el mejor acuerdo del mundo, pero tampoco es el peor que se haya hecho nunca en este edificio.
– Debe cooperar plenamente, hacer una declaracion completa y una descripcion. Trabajar con el dibujante. Hacer todo lo que Walter Robinson le pida que haga, y despues ir a juicio y declarar toda la verdad cuando lo llamen. ?Entendido? Cualquier incomparecencia, cualquier reticencia, cualquier declaracion falsa o enganosa, cualquier ausencia inexplicada, cualquier lapsus, y se va a prision por una temporada muy larga, ?entendido, Tommy?
– Me parece aceptable. ?Cerramos el acuerdo con un apreton de manos?
– No quiero darte la mano, Tommy.
– No se por que, pero lo imaginaba -sonrio el abogado-. Relajate, Espy. Piensa que mi cliente te ayudara a detener a tu hombre y que te convertiras en una heroina. Tenlo presente cuando comparezcamos ante el juez. Me asegurare de que este en su lista de causas de manana por la manana. Pueden ir a buscar a Jefferson temprano; acaban de pasarlo a una silla de ruedas.
– Quiero hacerlo durante su lista regular, lo mas discretamente posible. Una vista rapida y se va con el inspector.
– Claro -aseguro Alter, que sonrio y se levanto-. Me parece logico.
– Tenemos que mantener la integridad de la investigacion.
– Que bonita e importante suena esa frase. Claro que si.
– No me hagas enfadar mas de lo que ya estoy, Tommy.
– Y ?por que iba a querer hacer eso?
Sin esperar respuesta, se volvio y se marcho de la cafeteria. Espy vio como cerraba el puno y lo movia en el aire para expresar satisfaccion. Trato de recordar a los dos ancianos de South Beach y procuro convencerse de que lo que estaba haciendo era casi una medida terapeutica: los mantendria vivos.
Un adolescente larguirucho parecia tener un poco mas de velocidad e impulso, y cuando tenia la pelota, daba la impresion de moverse sin esfuerzo hacia la canasta. Desde su posicion, sentado en un banco situado delante de la valla con reja metalica, Simon Winter observaba como el adolescente dominaba el juego y superaba a jugadores mas corpulentos que el.
«Yo era asi antes», penso.
Y con una sonrisa, intento imaginar que habria hecho para detener a aquel adolescente. Dejarse llevar por esos pensamientos era como satisfacer la necesidad de golosinas de un nino; no era algo realmente necesario para vivir, pero le proporcionaba un placer efimero. Examino con atencion al adolescente. Era alto; rondaba el metro noventa y cinco, lo que seguia dando a Simon una ligera ventaja en cuanto a la altura. Se dijo que lo primero seria privarle de la pelota. Avanzaria hacia el en ese punto donde le gustaba recibir el pase y no lo dejaria volverse para intentar encestar. Haria que recibiera la pelota en la banda, donde tenia menor margen de maniobra. Lo obligaria a usar la mano izquierda, ya que parecia menos seguro con ella, y cuando tomaba impulso para saltar no se elevaba con la misma potencia. Le cerraria la linea de fondo, para que no pudiera recorrerla por la derecha. Winter concluyo que deberia presionarlo para que pudiera practicar aquel lanzamiento en suspension hacia atras. Encestaria algunas, pero fallaria la mayoria. Tendria que mover los pies y hacerle trabajar mucho cada vez que recibiera la pelota, hasta hacerle bajar el ritmo y buscar el pase, y cuando esto sucediera, sabria que habia hecho bien su trabajo.
Asintio y sonrio. Jugar mentalmente siempre daba el mismo resultado: una victoria.
En la cancha, Winter vio como el adolescente se abria paso entre dos defensas y encestaba con un movimiento suave y fluido.
«El chico sabe jugar», penso. Puede que un buen mate que deja el tablero temblando sea impresionante, pero los jugadores de verdad reconocen y admiran el movimiento que te lleva a conseguirlo, no el resultado.
– ?Es este su deporte, senor Winter?
Simon se giro en el asiento al oir la voz.
– Lo fue, inspector.
– A mi no me va -dijo Robinson tras sentarse a su lado en el banco-. No quise jugarlo nunca. Era lo que todo el mundo esperaba: eres negro y atletico, seguro que juegas al baloncesto. Pero yo jugaba al futbol americano en la secundaria, de ala en un equipo muy bueno. Ganamos el campeonato de la ciudad.
– Debio de ser estimulante.
– Es probable que fuera el mejor dia que pueda tener alguien. Diecisiete anos, a punto de cumplir dieciocho. Dejamos el campo ensangrentados, aturdidos y agotados, pero vencedores. Nunca mas he vivido nada parecido.
