entre estos ruidos, intentando encontrar algo inusual que le indicara algo aparte del miedo que se le propagaba por el cuerpo como una infeccion.
«Muy bien -se dijo-. ?Donde estara? ?En el vestibulo? No. La luz esta encendida y no conoce las costumbres de los demas vecinos. Alli no tiene donde ocultarse, a diferencia del edificio de Herman Stein. ?Dentro entonces? Si, dentro. ?Como entro? Eso es evidente: por la puerta del patio. Como hizo con Sophie. La misma cerradura gastada que cedera con la mera insinuacion de un destornillador. Y una vez dentro, ?donde?»
Repaso con la memoria su reducido piso como un general que escudrina un mapa. «No en la cocina; la luz de las farolas de la calle se refleja en el linoleo blanco, que reluce. Tampoco en el cuarto de bano: demasiado pequeno para maniobrar en el. Asi pues, el salon o el dormitorio. Uno de los dos.» Siguio dandole vueltas hasta llegar a una conclusion: «No estara en el dormitorio. Esperara que le de al interruptor al entrar, y aparte del armario pequeno y estrecho, abarrotado de ropa, cajas y demas trastos inutiles, la luz estropearia cualquier escondite. Asi que tiene que estar en el salon. Maxima sorpresa.»
Empezo a recorrer sigilosamente la parte lateral del edificio para dirigirse con cuidado, sin hacer ruido, hacia atras. Un perro pequeno ladraba en otra casa, manzana abajo. Al doblar la esquina, acelero un poco.
«Ahora no puede oirme», se dijo.
Se apretujo contra la valla trasera para esquivar la luz tenue procedente del edificio de pisos vecino y se dirigio hacia el pequeno patio embaldosado de la parte posterior del suyo. Algo se agito en un cubo de basura, cerca del callejon de atras.
«Un gato -penso-. O una rata.»
Mientras avanzaba, mantenia una conversacion imaginaria con su presa: «?Que llevaras? ?Una pistola? Puede. Algo pequeno y eficiente. Una del calibre veintidos o veinticinco; el arma de un asesino. Pero no te gustaria el ruido que haria, ?verdad? Atraeria rapidamente la atencion, por muy silenciosa que la consideraras. Esto es siempre un problema en Miami Beach y en South Beach. La gente sabe el ruido que hace un arma. Nadie dice: '?Que ha sido eso?' o '?Ha sido el petardeo de un coche?' No en el sur de Florida. Aqui saben como son los disparos. De modo que puede que lleves la pistola solo para amenazar. Pero no querras usarla, ?verdad? Preferiras utilizar las manos, como hiciste con Sophie. Es lo que te gusta. Te encanta estar cerca cuando mueren, ?no? Te gusta el sonido de la vida al abandonar un cuerpo, el olor de la muerte. Te gusta esa sensacion que te invade cuando robas ese ultimo aliento, ?no es asi? No era lo mismo cuando los veias apinados, deshechos en lagrimas, en un vagon para ganado. Eso no debia de ser ni la mitad de satisfactorio pero entonces eras mas joven, y es probable que solo empezaras a conocer el pacto que habias sellado con el asesinato. Por aquel entonces todavia estabas probando para encontrar lo que te gustaba ?verdad?»
Se detuvo.
«Pero yo soy demasiado corpulento. Si has venido a por mi, sabras que no soy menudo como un nino, como Sophie, ni estoy marchito, nervioso y atemorizado como Herman Stein e Irving Silver. No me conoces demasiado bien, ?verdad? Y eso te ha hecho recelar, de modo que actuaras deprisa y eficientemente en cuanto puedas, ?no es asi? Querras saber por que te estoy persiguiendo, tendras una docena, un centenar de preguntas, pero puestos a elegir entre obtener la informacion y eliminar la amenaza, te decantaras por lo mas facil, ?verdad? Un cuchillo.»
Asintio para si mismo.
«Es probable que opte por el cuchillo, algo lo bastante silencioso para el. No querra sangre ni lucha, porque sabra que cada segundo que pasemos juntos y que intente clavarme esa hoja en el corazon, podria estar dejando alguna prueba incriminatoria. Pero aceptara este riesgo para eliminar la amenaza que siente.»
Winter noto que por momentos se le aceleraba el pulso.
«Asi que sera un cuchillo. Clavado sin vacilar.»
Siguio acercandose al patio.
«Pero no te esperaras esto. No esperaras que entre por el mismo sitio que tu. Estaras esperando en el salon, cerca de la puerta principal. Se abre hacia la derecha, de modo que, a la izquierda, hay un espacio que permanece a oscuras debido a que la puerta le tapa la luz del vestibulo al girar sobre sus goznes. Seguro que habras visto ese espacio apenas estuviste dentro, y alli es donde estaras, porque estaras pensando que entrare y me dirigire directamente hacia ti sin darme cuenta, sin verte hasta que cierre la puerta junto a mi propia muerte y sin ver el cuchillo hasta que me atraviese el plexo solar y ascienda con fuerza como te ensenaron a hacer. Eso es lo que crees que pasara; es lo que te ensenaron, ?verdad?, todos aquellos hombres de uniforme negro hace tantos anos: haz un solo movimiento y que sea letal, haz que la victima caiga sobre ti, desequilibrala de modo que se clave la hoja por su propio peso.»
Winter estaba a poca distancia de la puerta corredera de cristal y se agacho.
«Tengo la pistola en el cajon de la mesilla de noche -penso-. ?Habra entrado a buscarla? -Esto le inquieto, y se recrimino-: Eres un viejo idiota. ?Mira que dejar el arma justo donde cualquier ladron de poca monta o cualquier experto en allanamientos la buscaria primero!»
Pero, ?lo habria hecho la Sombra? ?O simplemente lo estaria esperando? Simon se percato de que era un riesgo que tenia que correr.
La puerta del patio haria mucho ruido al abrirla, pero podria cruzar la cocina de una zancada e ir directamente a buscar su arma. Por lo menos, el elemento sorpresa seria suyo. Pero acto seguido se corrigio: «A no ser que este vigilando y te vea vacilar ante la entrada», penso.
?Que haria entonces?
No quiso pensar en ello. Alargo despacio la mano hasta rozar la puerta corredera. Una pequena parte de el seguia pensando que todo eso era una locura, que no habia nadie. Pero la puerta se movio. Tiro de ella haciendo el menor ruido posible y se deslizo unos centimetros, justo para superar la cerradura, que traqueteo levemente mientras la puerta se desplazaba por su guia. En un segundo, se dio cuenta de que la cerradura estaba rota, y entonces se incorporo y descorrio la puerta de golpe. Acto seguido cruzo la cocina de un salto en direccion a la mesilla de noche y al arma que esperaba encontrar alli.
En el salon, una masa de oscuridad situada a su izquierda, se oyo una explosion de sonido, un fuerte ruido de alarma al que no presto atencion mientras se precipitaba hacia su arma. Alargo la mano hacia la mesilla de noche. Encontro el pomo, tiro para abrir el cajon y, al hacerlo, oyo como el revolver resonaba en su interior. Lo busco a tientas, deprisa, y lo empuno sin vacilar. Resbalo al girarse para enfrentarse con la noche que le habia perseguido hasta la habitacion, y se deslizo hasta quedar sentado en el suelo. Sujeto el arma con las dos manos, a la altura de los ojos en una postura de disparo mientras intentaba captar los sonidos apresurados de un ataque.
No oyo ninguno.
Su respiracion lleno la habitacion como una cacofonia de tension.
En medio de su precipitacion, habia tirado la lampara de la mesilla de noche al suelo, y la pantalla habia rodado por el suelo. Encontro la lampara con el pie, se agacho despacio hacia ella y la encendio.
El dormitorio se lleno de luz.
Como un marino que alza un farol de mano en medio de una tormenta, levanto la lampara mientras se ponia lentamente de pie. Vio como su sombra se alargaba hacia el salon. Dejo de nuevo la lampara en la mesilla de noche y avanzo con cautela, buscando los interruptores de la pared al hacerlo. Podia ver un fino rayo de luz procedente del salon. Siguio adelante, con la pared a su espalda y el arma en posicion de disparo y amartillada. Rodeo la esquina despacio, con prudencia, preparado para gritar «?Quieto!», «?Alto!», lo que fuera, recuperando su entrenamiento despues de tanto tiempo inactivo. Pero enseguida vio que no seria necesario gritar ninguna orden.
Espiro despacio con los ojos puestos en la franja de luz procedente del vestibulo. La puerta de entrada estaba abierta unos quince centimetros.
Dio un paso adelante, dispuesto a perseguir al hombre en la oscuridad de la noche, pero se detuvo; seguramente ya se habria ido.
Dejo que el aire silbara entre sus dientes.
«Asi que estabas esperando justo donde yo pensaba», se dijo. Sacudio la cabeza. «Pero no creia que fueras tan listo. Ni que pudieras moverte tan deprisa. Oiste ruido detras de ti y, en lugar de dejar que la sorpresa te paralizara, actuaste al instante y te salvaste.»
Esto impresiono al viejo policia. No hay demasiada gente que pueda actuar con el instinto de conservacion o la astucia de un animal, de modo que sepa huir al primer sonido inesperado. La gente suele ser mas torpe e
