El viejo nego violentamente con la cabeza.

– Para la Sombra no hay leyes, senorita Martinez. Para usted y para mi, si. Pero para el, no. Contesteme otra vez, senorita Martinez: ?sera usted quien lo mate?

– No. Sera el Estado.

El anciano solto una carcajada. Un sonido quebradizo en aquella pequena habitacion.

– Ya, lo mismo dijeron de nosotros.

– No es lo mismo.

El viejo volvio a reir, burlandose de ella.

– Claro que no.

Espy lo miro fijamente.

– Dijo que iba a ayudarme -le recordo tras un tenso silencio.

– No. Le dije que le hablaria de la Sombra. Llevo muchos anos esperando a que venga alguien a preguntarme por el. Sabia que iba a ocurrir antes de morir, pero no sabia quien iba a ser. A veces he pensado que a lo mejor venian judios, quiza los que todavia andan buscando a los viejos. O tal vez un periodista, un estudiante o un erudito, alguien que se dedique a estudiar estas cosas grandes y malvadas. Alguien que quiera saber acerca de la muerte. Eso es lo que pense. Lo he esperado todos los dias. Cada vez que sonaba el telefono me decia: aqui esta. Si alguien llamaba a la puerta, pensaba: por fin han dado conmigo y vienen a buscar informacion. Incluso conforme pasaban los anos, senorita Martinez, estaba cada vez mas seguro de que vendria alguien.

– ?Por que?

– Porque un hombre como la Sombra no puede existir en silencio.

– ?Le enseno usted?

Klaus Wilmschmidt le clavo la mirada. Alargo lentamente la mano hacia la mesilla de noche, abrio un cajon y extrajo una daga fina y de empunadura negra, con una calavera de la muerte como adorno en la empunadura. Movio la hoja con cautela dejando que el dedo le resbalara por el acero.

– Esto se usaba con fines ceremoniales, senorita Martinez. El cuchillo de un asesino era mas grueso y de doble filo, con una empunadura mas ancha para poder girarlo con mas facilidad. -La miro fijamente-. ?Sabe cuantas maneras hay de matar a un hombre con un cuchillo, senorita Martinez? ?Sabe que desde atras es diferente -movio despacio la daga de derecha a izquierda- que por delante? -De repente la movio hacia arriba y la giro rasgando el espacio que los separaba.

Espy no dijo nada y el viejo rio otra vez.

– ?No cree que eso haria de usted una mejor policia, senorita Martinez?

– ?El que?

– Cuanto mas sepa de la muerte, mejor se le dara detectarla. A mi me sirvio. Y tambien a otros muchos como yo. Imagino que usted conocera a varios hombres como yo, senorita Martinez. Lo que pasa es que no siempre resulta agradable admitirlo. -Y lanzo otra carcajada-. Debo de parecerle un viejo terrible -anadio y, al ver que su hija vacilaba al traducir, le lanzo un grunido haciendo gestos con el cuchillo-. Y puede que lo sea. Pero voy a contarle una historia acerca de la Sombra, y luego podra hacer con ella lo que quiera.

– Tal vez fuera mejor que yo le hiciera preguntas… -repuso Espy, pero una mirada fiera del enfermo la acallo. La hija consiguio intercalar unas palabras en aleman y despues callo tambien bruscamente.

– Ich erzahle Ihnen jetzt die Geschichte [Voy a contarle la historia] -dijo el anciano. Llevo la mano a un costado y cogio de nuevo la mascarilla, se la puso sobre la cara y aspiro profundamente.

– Corria el ano 1941 cuando fui transferido a la seccion Ciento una, y acababa de ser ascendido al rango de sargento. ?Sargento! No estaba nada mal para ser el hijo de un carbonero cuya esposa tenia que trabajar de lavandera para poder llegar a fin de mes. Mi hija no sabe nada de mis padres, porque murieron en un bombardeo aereo en el cuarenta y dos. -Miro fijamente a su hija-. Du weisst ja was Seide ist [Tu conoces la seda] -dijo con dureza-. La seda y los coches Mercedes, gracias a tu banco internacional. Conoces el dinero. ?Nosotros no conociamos nada de eso! ?Yo me crie pobre y morire pobre!

La hija no tradujo aquello, pero Schultz si, en voz baja. Espy vio que el rostro de la mujer se contraia y comprendio que estaba recreando un viejo dolor privado entre padre e hija.

– Tu no te preocupes -continuo el antiguo nazi-, y asi tampoco me preocupare yo.

Aparto la vista de su hija y volvio a enfocarla en Espy.

– En aquella epoca habia transportes de continuo. Hacian redadas a diario. En ocasiones, dos veces al dia.

– ?Redadas?

– De judios. Los transportaban al Este, a los campos. -Sonrio-. Aquellos trenes siempre eran puntuales.

Espy intento poner cara de poquer.

– ?Y la Sombra?

Klaus Wilmschmidt volvio el rostro y sus ojos buscaron la ventana. Se quedo mirando el cristal.

– No veo nada -se quejo amargamente-. Estoy aqui tumbado y lo unico que puedo ver es una esquina de la casa de al lado y un trozo de cielo. No hay luz -anadio con subita agitacion y una vez mas cogio la mascarilla al sentir que le faltaba el aire.

Luego se volvio hacia Espy.

– La Sombra estaba en la oficina del mayor, quien me llamo. El mayor sabia que el era distinto. Yo solo vi a un muchacho vestido como un obrero, con botas gruesas, pantalon de lana y chaqueta. Llevaba un sombrero calado, de tal modo que costaba verle la cara. Entonces, el mayor me dijo: «Este judio nos ayudara a atrapar a otros judios», y yo lo salude. Era algo que ya me esperaba. Pero lo que vino a continuacion fue inusual, porque el mayor se giro hacia el judio y le dijo: «Willem, tu eres judio, ?no es asi?», como si estuviera de broma. Y el muchacho, que tendria unos veinte anos, hizo una mueca como si fuera una bestia del zoo. Estaba lleno de rabia y rebeldia. Y pasados unos momentos contesto: «?Si, Herr Mayor, soy judio!» Y el mayor se echo a reir y me dijo: «Willem no es muy judio, sargento, solo un poquito. ?Como de poquito, Willem?» Y el chico respondio: «Por mi abuela, la muy maldita.»

El anciano hizo una pausa y miro a Espy.

– Usted es una mujer de leyes, ?correcto?

– Asi es. Soy abogada y fiscal…

– ?Ustedes no tienen leyes como las que teniamos nosotros! ?Las leyes de la raza! -Rio-. ?Pobre Sombra! Con una abuela medio judia que renuncio a su religion al casarse antes de la guerra. Y que murio antes de que naciera el. Que terrible broma, ?no lo cree asi, senorita Martinez? Una mujer a la que el no habia llegado a conocer le puso su sangre en las venas, y por eso el tenia que morir. ?Acaso no es una broma macabra? ?No ve en ello la mano del diablo jugando con el pobre Sombra?

Hizo una pausa como si aguardara una respuesta, pero ella no contesto, asi que continuo:

– Entonces el mayor me dijo: «Willem puede sernos de gran utilidad. Nos encontrara judios. Y tambien hara otras cosas para mi. ?No es asi, Willem?» Y el muchacho contesto: «Si, Herr Mayor.» No se, pero yo sospeche que el mayor lo conocia de antes y que habia tenido relacion con el. Pero no se lo pregunte, y el mayor me ordeno que lo entrenara. En vigilancia, persecucion, armas, deteccion. Que incluso le ensenara algo de codigos. Y tambien a hacer falsificaciones, para lo cual tenia muy buena mano. «?El chico ha de aprender a ser un Gestapo!» ?Un judio! De modo que le ensene y, ?sabe?, senorita Martinez, jamas un maestro ha tenido un alumno como el.

– ?Por que?

– Porque en todo momento tenia presente que podian subirlo al siguiente transporte. Y porque sentia un odio profundo y total.

– Pero por que el mayor…

– Porque el mayor era un hombre inteligente. ?Un hombre brillante! Todavia hoy hago el saludo cuando me acuerdo de el. Su trabajo consistia en buscar judios, pero sabia que le seria muy util tener a un hombre como la Sombra, aunque tuviese rastros de sangre judia en las venas, bien entrenado y siempre dispuesto para cualquier tarea. ?Que queria robar un documento? ?Asesinar a un rival? Nadie mejor que la Sombra para cualquier trabajo sucio que necesitara el mayor. Porque, senorita Martinez, ? la Sombra ya estaba muerto! Como lo estaban todos los judios. Y sabia que debia la vida solamente a sus capacidades especiales.

El viejo nazi sonrio de nuevo.

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