chocolate, lo que fuera) era como una especie de limosna,

Cuando Jimmy cogio el guante y se marcho con el, se sintio euforico al principio. Se sintio estupendamente. Un poco mas tarde, mientras cruzaban la avenida Buckingham, noto aquella verguenza y aquella turbacion que solia experimentar cada vez que robaba algo, una furia contra cualquier cosa o persona que le hiciera obrar de ese modo. UN poco despues, mientras bajaban por la calle Crescent y se dirigian a las marismas, noto una punzada de orgullo al contemplar los bloques de tres plantas y luego el guante que llevaba en la mano.

Jimmy habia cogido el guante, y se sentia mal por ello. Sean lo echaria en falta. Jimmy cogio el guante, y estaba feliz por haberlo hecho. Sean lo echaria en falta.

Jimmy contemplo a su padre tambalearse delante de el; el viejo de mierda tenia toda la pinta de ir a desplomarse en cualquier momento y convertirse en un charco; y Jimmy odiaba a Sean.

Odiaba a Sean y habia sido lo bastante estupido para creer que podian haber sido amigos; tenia la certeza de que conservaria aquel guante durante el resto de su vida, que lo trataria con cuidado, que nunca se lo ensenaria a nadie y que jamas, ni una sola vez, usaria el maldito guante. Preferiria morir a dejar que ello sucediera.

Jimmy contemplo como las marismas se extendian ante el a medida que el y su viejo caminaban bajo las profundas sombras del ferrocarril urbano y se acercaban al lugar donde la calle Crescent tocaba fondo y los trenes de mercancias pasaban a toda velocidad junto al viejo y destartalado autocine y, a lo lejos, Penitentiary Channel; sabia, en lo mas profundo de su corazon, que nunca jamas volverian a ver a Dave Boyle. Donde Jimmy vivia, en Rester, robaban cosas continuamente. A Jimmy le robaron los patines cuando tenia cuatro anos y la bicicleta cuando tenia ocho. El coche del viejo habia desaparecido. Su madre habia empezado a colgar la ropa mojada dentro de casa despues de que se la hubieran robado un monton de veces del patio trasero. La sensacion que uno tenia cuando le robaban algo era muy diferente de la que uno sentia cuando las cosas se extraviaban. Uno sentia en su corazon que nunca lo recuperaria. Era la misma sensacion que tenia con Dave. Tal vez Sean, en aquel mismo momento, se sintiera igual respecto a su guante de beisbol, de pie junto al espacio vacio del suelo donde habia estado antes, a sabiendas, mas alla de toda logica, de que nunca jamas lo recuperaria.

Mala suerte porque Jimmy habia sentido una gran simpatia por Dave, aunque la mayoria de las veces era incapaz de saber por que. Habia algo en el, tal vez el hecho de que siempre hubiera estado alli, a pesar de que la mitad de las veces uno ni siquiera notara su presencia.

2. CUATRO DIAS

Tal y como fueron las cosas, Jimmy se equivocaba.

Dave Boyle volvio al vecindario cuatro dias despues de su desaparicion. Regreso en el asiento delantero de un coche de policia. Los dos polis que le llevaron a casa le permitieron jugar con la sirena y tocar la culata de la escopeta que estaba guardada debajo del cuadro de mandos. Le regalaron una placa honorifica y cuando lo dejaron en casa de su madre, en la calle Rester, habia periodistas graficos y de television para captar el instante. Uno de los polis, un agente llamado Eugene Kubiaki, saco a Dave en brazos del coche patrulla haciendo que las piernas del chico se balanceasen sobre la acera hasta colocarlo delante de su temblorosa madre, que reia y lloraba a la vez.

Aquel dia habia una multitud en la calle Rester: padres, ninos, un cartero, los dos hermanos regordetes propietarios de la carniceria que habia en la esquina de las calles Rester y Sydney e incluso la senorita Powell, la maestra de quinto curso de Dave y Jimmy de la escuela Lewis M. Dewey. Jimmy estaba con su madre. Esta reclinaba la nuca de su hijo contra su pecho y le pasaba la humeda palma de la mano por la frente, como si quisiera asegurarse de que no habia cogido nada de lo que Dave tuviera; Jimmy sintio una punzada de celos cuando el agente Kubiaki columpio a Dave por encima de la acera, riendose ambos como viejos amigos mientras la atractiva senorita Powell aplaudia.

Jimmy queria contar a alguien que el tambien habia estado a punto de subir a ese coche. Deseaba contarselo a la senorita Powell mas que a nadie. Era guapa y muy aseada, y cada vez que se reia se descubria uno de sus dientes superiores que estaba un poco torcido, lo que la hacia parecer aun mas bella a los ojos de Jimmy, Este se moria de ganas de explicarle que el habia estado a punto de subir al coche, para ver si le miraba de la misma manera que a Dave. Deseaba confesarle que pensaba en ella a todas horas, que en sus pensamientos el era mayor y sabia conducir un coche para llevarla a sitios donde ella le sonreiria sin parar e irian de picnic, que cualquier cosa que el le contara la haria reir y dejaria entrever aquel diente, y ella le tocaria la cara con la palma de la mano.

Sin embargo, la senorita Powell se sentia incomoda alli. Jimmy se dio cuenta de ello. Despues de haberle dicho unas cuantas palabras a Dave y de haberle tocado la cara y besado la mejilla (le habia besado dos veces) otros se acercaron a Dave; la senorita Powell se hizo a un lado y permanecio en la acera destrozada, observando los bloques torcidos de tres plantas y los desconchones de la capa de brea que dejaban al descubierto la madera que habia debajo. A Jimmy le parecio mas joven y mas dura a la vez, como si de repente hubiera algo monjil en su aspecto; se tocaba la cabeza para sentir el tacto del habito, movia su nariz de boton con nerviosismo y mostraba su actitud critica.

Jimmy anhelaba ir hacia ella, pero su madre seguia asiendole con fuerza, pasando por alto sus intentos de librarse de ella; luego la senorita Powell se encamino hacia la esquina de Rester y Sydney, y Jimmy vio como saludaba a alguien con desesperacion. Un tipo de aspecto hippy aparco su descapotable amarillo de apariencia igualmente hippy, con petalos descoloridos de flores purpuras pintadas sobre las puertas curtidas por el sol; la senorita Powell subio al coche y se alejaron. Jimmy se quedo pensando: «?No!».

Por fin consiguio librarse de las garras de su madre. De pie, en medio de la calle, contemplo la multitud que rodeaba a Dave, deseando haber subido al coche, aunque solo fuera para sentir la admiracion que su amigo estaba recibiendo en aquel momento y notar que todos aquellos ojos le miraban como si fuera alguien especial.

La calle Rester se convirtio en una gran fiesta, todo el mundo corria de una camara a otra con la esperanza de salir por television o en los periodicos de la manana: «Si, conozco a Dave, es mi mejor amigo, creci con el, es un chico estupendo, ?saben?, gracias a Dios que esta bien…».

Alguien abrio una boca de riego y el agua salio a chorro por la calle Rester como un suspiro de alivio; los ninos lanzaron los zapatos a la alcantarilla, se arremangaron los pantalones y empezaron a bailar entre los borbotones de agua. Aparecio el camion de los helados y a Dave le dijeron que podia escoger lo que quisiera, gratis; incluso el senor Pakinaw, un viudo viejo y desagradable que solia disparar su carabina de aire comprimido a las ardillas (ya veces tambien a los ninos, si los padres no miraban) y que se pasaba el dia gritando a la gente que se callara, abrio las ventanas, apoyo los altavoces junto a los cristales, y en un momento estabamos oyendo a Dean Martin cantar Memories Are Made of This, Volare y otras canciones igualmente horrorosas; en circunstancias normales Jimmy habria vomitado al oirlas, pero ese dia eran apropiadas. La musica flotaba por la calle Rester como relucientes serpentinas de papel crep y se mezclaba con el chorro estridente del agua al salir de la boca de riego. Algunos de los tipos que organizaban las partidas de cartas en la trastienda de la carniceria sacaron una mesa plegable y una pequena barbacoa; al poco rato, alguien acarreo unas neveras portatiles llenas de Schlitz y Narragansett, y el aire se hizo espeso por el olor de los perritos calientes y las salchichas italianas a la parrilla. El olor a humo y a carbonilla que flotaba por el aire y el olorcillo a latas de cerveza abiertas le recordo a Jimmy el Fenway Park, los domingos de verano y la profunda alegria que sentia uno en el corazon cuando los adultos daban patadas al balon y se comportaban un poco como ninos, todo el mundo riendo, con apariencia mas joven y mas ligera y felices de estar todos reunidos.

Eso era lo que, incluso desde lo mas profundo de su odio despues de que su viejo le pegara una paliza o despues de que le hubieran robado algo que le gustaba mucho, precisamente esos momentos eran lo que en verdad hacia que a Jimmy le gustara tanto vivir alli. La forma en que la gente podia olvidarse de repente de un ano de dolores y quejas, de labios agrietados, de preocupaciones laborales y de viejos rencores para dejarse ir, como si en su vida no hubiera sucedido nada malo. El dia de San Patricio, el dia de Buckingham, a veces el Cuatro de Julio, o cuando los Sox jugaban bien en el mes de septiembre o, como en aquel mismo momento, cuando se recuperaba algo colectivo que habia desaparecido (especialmente en esos momentos), la gente del vecindario era capaz de irrumpir en una especie de delirio frenetico.

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