tambien tenia una foto guardada en el cajon superior del escritorio. Era una foto suya de cuando tenia veinte anos, apenas un poco mas joven que su hija ahora. Estaba sentado en una caja de municiones, junto a un brillante monton de balas, justo detras de un canon de 125 mm. Con el casco a los pies, fumaba un cigarrillo, lo cual, dada la proximidad de tantos explosivos no parecia una buena idea. Tenia una expresion vacia y agotada. A veces pensaba que aquella foto era probablemente su unico recuerdo real de su paso por la guerra. La habia mandado enmarcar, pero nunca la habia colgado. Nunca se la habia mostrado a Sally, ni siquiera cuando estaban esperando a Ashley y creian estar enamorados. ?Alguna vez Sally le habia preguntado por su experiencia en la guerra? Scott se agito en el asiento. Pensar en su propio pasado lo ponia nervioso. Le gustaba considerar la historia de los demas, no la suya.

Se mecio adelante y atras.

Empezo a repasar mentalmente las palabras de aquella carta. Al hacerlo, tuvo una idea.

Una de sus cualidades buenas y malas era su incapacidad para deshacerse de tarjetas de visita y papeles con nombres y numeros de telefono. Una pequena obsesion como otra cualquiera. Paso casi media hora rebuscando en los cajones del escritorio y los archivadores, pero por fin encontro lo que buscaba. Rogo que el telefono movil siguiera operativo.

A la tercera senal, una voz ligeramente familiar contesto:

– ?Si?

– ?Susan Fletcher?

– Si. ?Quien lo pregunta?

– Susan, soy Scott Freeman, el padre de Ashley… ?La recuerdas de tus dos primeros anos…?

Hubo una breve vacilacion al otro lado, y luego:

– El senor Freeman, claro. Ha pasado un par de anos…

– El tiempo pasa deprisa, ?verdad?

– Y que lo diga. Cielos, ?como esta Ashley? Hace meses que no la veo…

– La verdad es que llamaba por eso.

– ?Hay algun problema?

Scott vacilo.

– Podria haberlo.

Susan Fletcher era un torbellino de mujer, siempre con media docena de ideas y proyectos entre su cabeza, su mesa y su ordenador. Era pequena, morena, concentrada hasta lo indecible e infinitamente energica. En cuanto se graduo, el First Boston Bank se puso en contacto con ella y actualmente trabajaba en la division de planificacion financiera.

Ahora se encontraba delante de la ventana de su cubiculo, viendo como un avion tras otro aterrizaba en el aeropuerto Logan. La conversacion con Scott Freeman la habia inquietado un poco, y no estaba completamente segura de como actuar, aunque le habia dicho que se haria cargo de la situacion.

Susan apreciaba a Ashley, aunque habian pasado casi dos anos desde la ultima vez que hablaron. Les toco compartir habitacion en su primer ano en la universidad, un poco sorprendidas por lo distintas que eran, pero luego se sorprendieron aun mas cuando descubrieron que se llevaban bastante bien. Estuvieron juntas un segundo ano y luego las dos se fueron a vivir fuera del campus. Esto las distancio bastante, aunque en sus esporadicos encuentros se sentian comodas y no les costaba sincerarse. Ahora tenian poco en comun: si tuviera que rellenar el test de la novia, ?habria invitado a Ashley a su boda? La respuesta era no. Pero sentia un gran afecto por su ex companera de habitacion. Al menos, eso pensaba.

Miro el telefono.

Por algun motivo, se sentia incomoda con la peticion del padre de Ashley. Al nivel mas sencillo, le parecia que iba a ser como espiar. Por otro lado, podia no ser mas que una exagerada preocupacion paterna. Podia hacer una llamada, cerciorarse, volver a llamar al senor Freeman y asunto concluido. Ademas, tendria ocasion de ponerse en contacto con una amiga, lo que nunca era una mala idea.

Si habia alguna situacion tensa, imagino que seria entre Ashley y su padre. Asi que, con un leve resquemor, cogio el telefono, contemplo una vez mas las primeras vetas de oscuridad deslizandose por la bahia, y marco el numero de Ashley.

Sono cinco veces antes de que lo cogieran, cuando Susan ya creia que tendria que dejar un mensaje.

– ?Si?

La voz de su amiga sono cortante, cosa que sorprendio a Susan.

– Eh, chica-libre, ?como te va?

Era el apodo de Ashley en el primer ano de universidad. El unico curso que habian compartido fue un seminario sobre la mujer en el siglo XX, y una noche acordaron, despues de un par de cervezas, que su apellido free-man, hombre libre, era machista e inadecuado, pero que free-woman o mujer libre sonaba pretencioso, mientras que aquello de chica-libre encajaba bastante bien.

Ashley esperaba en la calle ante el restaurante Yunque y Martillo, el cuello de la chaqueta subido contra el viento, el frio de la acera traspasando los zapatos. Sabia que llegaba un par de minutos antes de la hora fijada. Susan nunca llegaba tarde; no entraba en su naturaleza retrasarse. Ashley miro el reloj y en ese momento oyo un claxon a unos metros de ella.

La radiante sonrisa de Susan Fletcher penetro la noche que ya caia cuando bajo la ventanilla.

– ?Eh, chica-libre! -exclamo con entusiasmo-. No pensarias que iba a hacerte esperar, ?no? Entra y coge una mesa. Voy a aparcar.

Ashley asintio y vio como Susan continuaba calle arriba. «Un bonito coche nuevo», penso. Rojo. La vio entrar en un aparcamiento a una manzana de distancia y entonces se encamino al restaurante.

Susan subio hasta la tercera planta, donde habia menos coches, y dejo el Audi nuevo en un espacio donde era improbable que nadie aparcara al lado y le abollara la puerta. El coche solo tenia dos semanas, medio regalo de sus orgullosos padres, medio regalo a si misma, y desde luego no iba a dejar que el jaleo del centro de Boston le produjera el menor dano.

Conecto la alarma y luego se dirigio al restaurante. Se movio con rapidez, bajo por las escaleras en vez de esperar el ascensor y en unos minutos estuvo en el Yunque y Martillo. Se quito el abrigo y se acerco a la mesa donde Ashley la esperaba con dos altos vasos de cerveza.

Se abrazaron.

– Eh, compi -dijo Susan-. Nos hacemos viejas.

– Te he pedido una cerveza, pero ahora que eres toda una ejecutiva y ciudadana de Wall Street, tal vez seria mas adecuado un whisky con hielo o un martini seco -bromeo Ashley.

– Bah, esta es la noche de las cervezas. Ash, tienes muy buen aspecto.

– ?De veras? No lo creo.

– ?Te preocupa algo?

Ashley vacilo, se encogio de hombros y contemplo el restaurante. Luces elegantes, espejos. Brindis en una mesa cercana, intimidad de una pareja en otra. Un sereno murmullo de voces. Todo aquello le hizo sentir que el desagradable episodio de aquella manana habia ocurrido en un extrano universo paralelo. En ese momento se encontraba en un relajado ambito libre de toda preocupacion.

Suspiro.

– Ah, Susie, he conocido a un tio raro. Eso es todo. Me asusto un poco. Pero nada mas.

– ?Te asusto? ?Que hizo?

– Bueno, en realidad no ha hecho nada, es mas bien lo que da a entender. Dice que me ama, que soy su chica. Y de nadie mas. Que no puede vivir sin mi. Si no puede tenerme, nadie me tendra. Esa clase de chorradas, ya sabes. Solo nos enrollarnos una vez, y admito que fue un error. Le telefonee para cortar amablemente, le dije «gracias, pero no». Espere que eso fuera todo, pero hoy al salir de casa me he encontrado unas flores ante la puerta.

– Bueno, parece un gesto casi caballeroso.

– Flores muertas.

Susan arrugo el entrecejo.

– Eso no tiene gracia. ?Como sabes que fue el?

– ?Quien mas podria ser?

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