le cubria el rostro como una mascara. Susan solo pudo verle los ojos, clavados en ella. Retrocedio hacia el fondo del ascensor, encogiendose, a punto de caer doblegada ante las ondas de energia que irradiaba aquel hombre. Era como una corriente de miedo que amenazaba con ahogarla. Quiso golpearlo, defenderse, pero su sensacion de indefension era absoluta. Era como si aquellos ojos lanzaran un rayo paralizante. Balbuceo palabras incongruentes y quiso gritar pidiendo ayuda, pero no pudo.
El hombre no se movio. Simplemente se la quedo mirando.
Susan se acurruco en el rincon, extendio debilmente una mano ante su rostro y supo que le habia llegado el fin.
Pero el siguio sin hacer nada. Tan solo la miraba, como memorizando su cara, su ropa, el panico de sus ojos. Entonces susurro:
– Ahora te conozco.
Y entonces, con la misma brusquedad, las puertas del ascensor se cerraron.
Esta vez, cuando la llame, no hubo ninguna urgencia. Ella parecia curiosamente distendida, como si ya hubiera repasado mentalmente mis preguntas y sus respuestas y yo me cinera a un guion.
– Me cuesta entender la conducta de O'Connell. Cuando creo que empiezo a pillarle el truco, entonces…
– ?Hace algo que no esperabas?
– Si. Las flores muertas es un mensaje obvio, pero…
– A veces lo que mas asusta no es lo desconocido, sino lo previsible y comprensible.
Eso era cierto. Ella hizo una pausa y agrego:
– Pero Michael no seguia las pautas mas previsibles. Dosificaba el modo en que instilaba miedo.
– Bueno, si, pero…
– Susan se sintio completamente indefensa y aterrorizada en un instante, y al siguiente vio desaparecer toda amenaza…
– ?Como puedo estar seguro de que era Michael O'Connell? -pregunte.
– No puedes. Pero si el hombre del aparcamiento hubiera querido violar o robar, ?que se lo habria impedido? Las circunstancias eran perfectas para esos dos crimenes. Pero alguien con un plan diferente se comporta de manera impredecible.
Como tarde en contestar, ella vacilo, como si considerara sus propias palabras.
– Tal vez deberias examinar no solo lo que sucedio, sino el impacto que tuvo.
– De acuerdo. Pero guiame en la direccion adecuada.
– Susan Fletcher era una joven capaz y decidida. Lista, cautelosa y experta en muchas cosas. Pero quedo profundamente herida por su miedo. El residuo del panico es igual de lacerante que el propio panico. Ese momento en el ascensor la hizo sentirse vulnerable e indefensa como nunca antes. Y por eso, toda ayuda que pudiera haberle prestado a Ashley en los dias siguientes quedo anulada.
– Ya.
– Una persona con habilidad y decision que podria haber ayudado a Ashley resulto anulada instantaneamente por una especie de inyeccion paralizante. Sencillo. Eficaz. Aterrador.
– Si…
– Pero, piensa, ?que era lo realmente peligroso que estaba ocurriendo en aquel momento? ?Que podia ser mas aterrador que todo lo que Michael hubiera hecho hasta entonces?
Pense un instante y aventure:
– ?Que el estaba aprendiendo?
Ella me miro. Pude imaginarla cogiendo el auricular con una mano, extendiendo la otra para conservar el equilibrio, mientras se enfrentaba a algo que yo aun no comprendia. Cuando finalmente respondio, fue casi un susurro, como si las palabras le supusieran un gran esfuerzo.
– Si, asi es. Estaba aprendiendo. Pero todavia no sabes lo que le sucedio a Susan.
7 Cuando las cosas empiezan a aclararse
Scott Freeman no tuvo noticias de Susan Fletcher durante dos dias, pero, cuando las recibio, casi deseo no haberlas tenido.
Habia dedicado el tiempo a sus tareas academicas: repasar el temario para el semestre de primavera, preparar varias clases, ponerse al dia en la correspondencia con asociaciones historicas y grupos de investigacion… Tampoco esperaba una respuesta rapida por parte de Susan Fletcher. Sabia que le habia pedido algo embarazoso, y en parte casi temia una llamada airada de Ashley, del tipo «?por que estas metiendo las narices en mi vida privada?»; en realidad no tenia ninguna respuesta clara para esa pregunta.
Asi que intento pasar las horas sin sentirse demasiado ansioso. «No se gana nada con ponerse nervioso», se recordaba cada vez que sus ojos se volvian hacia el telefono negro que habia en una esquina de su escritorio.
Cuando finalmente sono, se sobresalto. Al principio no reconocio la voz de Susan Fletcher.
– ?Profesor Freeman?
– ?Si?
– Soy Susan… Susan Fletcher. Me llamo usted el otro dia por lo de Ashley.
– Por supuesto, eres Susan. Vaya, no esperaba que me llamaras tan pronto. -No era cierto, claro.
Ella vacilo y se aclaro la garganta.
– ?Algo va mal? -pregunto el, y su propia voz lo traiciono levemente.
– No lo se. Tal vez. No estoy segura, pero…
– ?Ashley esta bien? -solto Scott con ansiedad, y de inmediato lamento su salida de tono.
– Ella esta bien -dijo Susan lentamente-. Al menos, parece estarlo, pero tiene un problema con un tipo, como usted se temia. Al menos, eso creo. En realidad ella no queria hablar del tema.
Las palabras sonaban temerosas, como si ella pensara que alguien podia escucharla.
– Pareces insegura -dijo Scott.
– He pasado un par de dias dificiles. De hecho desde que vi a Ashley. Esa fue la ultima cosa buena que me ocurrio. Verla.
– Pero ?que ha pasado?
– No lo se. Nada. Todo. No puedo precisarlo.
– No comprendo. ?Que quieres decir?
– Tuve un accidente.
– Oh, Dios mio. ?Te encuentras bien?
– Si. Solo un poco aturdida. Mi coche quedo hecho una birria, pero no tengo ningun hueso roto. Tal vez una pequena contusion, y un gran cardenal en el pecho. Siento como si tuviera rotas las costillas. Pero, aparte de dolorida y desorientada, estoy bien, supongo.
– Pero ?que…?
– El neumatico delantero derecho revento. Iba casi a cien… no, tal vez un poco mas, ciento veinte. El coche empezo a dar bandazos y la parte delantera a temblar, asi que pise el freno. Estaba reduciendo velocidad cuando de repente el neumatico se solto. Entonces si perdi el control del vehiculo.
– Dios mio…
– Todo daba vueltas y oia un ruido como si alguien me estuviera gritando. Fue horrible, pero tuve mucha suerte. Choque contra una de esas vallas amortiguadoras, ya sabe, las que absorben parte del impacto.
– ?Dices que la rueda se solto?
– Si. Eso me dijo la policia. La encontraron a medio kilometro carretera abajo.
– Que extrano. Nunca habia oido de un caso asi…
– Si. La policia tampoco, y menos en un Audi casi nuevo.
Hubo un momento de silencio.
– ?Crees…? -empezo Scott.
– La verdad, no se que creer.
Otro silencio, y al cabo ella dijo en voz baja: