solo una noche alli, una noche truncada. Ella creia que ambos estaban borrachos y lo habia invitado. Ahora intento repasar que habia sucedido de verdad aquella noche aciaga. No logro recordar cuanto habia bebido el. ?Una copa? ?Cinco? ?Se habia contenido mientras ella bebia? La respuesta se habia perdido en su propio exceso aquella noche. Habia experimentado una desagradable sensacion de libertad, un tono de abandono que no cuadraba con ella. Se habian desnudado torpemente y luego habian copulado freneticamente. Fue rapido, nervioso, sin mucha ternura. Acabo en pocos minutos. Si hubo algun afecto real en el acto, no podia recordarlo. Para ella habia sido una liberacion explosiva y rebelde, justo en una epoca en que solia tomar malas decisiones. La resaca de una ruidosa y fea ruptura con su novio de tercer curso, relacion que habia durado hasta el ultimo ano a pesar de algunas peleas y una sensacion general de insatisfaccion. La graduacion y la incertidumbre la asaltaban a cada paso. Una sensacion de aislamiento de sus padres y de sus amigos. Todo en su vida le parecia forzado, un poco torcido, desenfocado y desafinado. Y en aquel torbellino se produjo aquella unica desafortunada noche con O'Connell. Era guapo, seductor, diferente a los estudiantes con que habia salido en la facultad, y ella habia pasado por alto aquella manera rara que tenia de mirarla desde el otro lado de la mesa, como tratando de memorizar cada centimetro de su piel, y no de una manera romantica.
Sacudio la cabeza.
Los dos se derrumbaron en el colchon al terminar. Ella agarro una almohada y, con la habitacion dandole vueltas y un sabor amargo en la boca, se quedo dormida al momento. «?Que hizo el? -se pregunto ahora-. Encendio un cigarrillo.» Por la manana, ella se levanto, sin propiciar un segundo revolcon, y lo desperto aduciendo que tenia una entrevista importante. No lo invito a desayunar ni lo beso, tan solo se metio en la ducha y se froto con frenesi bajo el agua caliente, restregando cada centimetro de piel como si estuviera cubierta de un olor asqueroso. Queria que aquel tipo se marchara de inmediato, pero el no lo hizo.
El rato que se quedo estuvo lleno de falsedades, mientras ella se distanciaba y se mostraba fria y evasiva, hasta que por fin el la miro durante un silencio incomodamente largo, sonrio asintiendo y se marcho sin mas.
«Y ahora no para de hablar de amor -penso Ashley-. ?De donde ha salido un bicho asi?»
Lo recordo marchandose con una expresion de frialdad. Eso la hizo agitarse incomoda.
Los demas hombres con los que habia intimado, aunque fuera brevemente, se habrian marchado enfadados, esperanzados o solo con arrogancia por haber conseguido echar un polvo. Pero O'Connell fue diferente. Simplemente la habia dejado helada con su silencio antes de marcharse con un gesto que sugeria que inexorablemente volverian a verse pronto.
Entonces reparo en que ella se habia dormido, y luego habia estado un rato bajo la ducha. ?Habia dejado el ordenador encendido? ?Que cosas habia esparcidas en su mesa? ?Sus recibos bancarios? ?Que numeros? ?Que claves? ?Que habia tenido el tiempo de robar?
?Que se habia llevado?
Era la pregunta obvia, pero no queria responderla.
Por un instante, la habitacion volvio a girar. Entonces Ashley se levanto y corrio al pequeno cuarto de bano. Se agacho ante la taza del inodoro y vomito violentamente.
Despues de lavarse, Ashley se envolvio en una manta y se sento en el borde de la cama, considerando que deberia hacer. Se sentia como la superviviente de un naufragio despues de varios dias a la deriva en el mar.
Pero, cuanto mas tiempo permanecia alli sentada, mas se enfurecia.
Michael O'Connell no tenia ningun derecho sobre ella. No tenia derecho a acosarla. Sus reclamos de amor eterno eran una soberana idiotez.
En general, Ashley era comprensiva, no le gustaban los enfrentamientos y evitaba la lucha casi a cualquier precio. Pero esa locura (no se le ocurria otra palabra) resultante de una noche insensata habia ido demasiado lejos.
Se despojo de la manta y se levanto.
– Maldicion -dijo-. Esto se va a acabar. Hoy mismo. Ya basta de chorradas.
Se acerco a la mesa y cogio el telefono movil. Sin pensar lo que iba a decir, marco el numero de O'Connell.
El respondio casi de inmediato.
– Hola, amor -dijo casi alegremente, con una familiaridad que la enfurecio.
– No soy tu amor.
El no respondio.
– Mira, Michael. Esto tiene que acabar.
Silencio.
– ?De acuerdo?
Silencio.
– ?Michael?
– Estoy aqui -dijo friamente.
– Se acabo.
– No te creo.
– He dicho que se acabo, ?maldita sea!
Otro silencio, y luego el dijo:
– No lo creo.
Ashley no pensaba rendirse, pero entonces el colgo sin mas.
– ?Maldito hijo de puta! -exclamo, y volvio a marcar el numero.
– Eres obstinada, ?eh? -respondio el.
Ella tomo aire.
– De acuerdo -dijo, envarada-. Si no quieres aceptarlo por las buenas, sera por las malas.
El rio.
– De acuerdo -dijo ella-. Reunete conmigo para almorzar.
– ?Donde? -pregunto el bruscamente.
Ella trato de pensar en el sitio adecuado. Tenia que ser un lugar familiar, publico, un lugar donde ella fuese conocida y el no, un lugar donde estuviera rodeada de aliados. Ese escenario le daria la fuerza necesaria para librarse de aquel capullo de una vez para siempre, penso.
– El restaurante del museo de arte -dijo-. A la una. ?De acuerdo?
Se lo imagino sonriendo al otro lado de la linea. Eso la hizo estremecerse, como si una rafaga helada se hubiera colado por la ventana. La propuesta debia de haberle resultado aceptable, comprendio Ashley, porque el habia colgado.
– Supongo que en cierto modo todo se reduce a un problema de reconocimiento -dije-. Se trataba de lograr entender que estaba pasando.
– Ya -respondio ella-. Facil de decir. Dificil de hacer.
– ?Lo es?
– Si. Sabes que nos gusta presumir de que sabemos reconocer el peligro cuando aparece en el horizonte. Cualquiera puede evitar el peligro que tiene campanas, silbatos, luces rojas y sirenas. Pero es mas dificil cuando no sabes exactamente con que estas tratando. -Penso un instante y luego se llevo a los labios el vaso de te frio.
– Ashley lo sabia -dije.
Ella nego con la cabeza.
– No. Estaba asustada y rabiosa. Y su rabia ocultaba el caracter desesperado de su situacion. En realidad, ?que sabia de Michael O'Connell? Nada. En cambio el si sabia mucho de ella. Curiosamente, aunque a distancia, Scott estaba mas cerca de comprender la verdadera naturaleza de aquello a lo que se enfrentaban, porque actuaba mas por instinto, sobre todo al principio.
– ?Y Sally? ?Y su companera, Hope?
– Todavia no conocian el miedo. Pero no por mucho tiempo.
– ?Y O'Connell?
Ella vacilo.
– No podian verlo. No todavia, al menos.
– ?Ver que?
– Que estaba empezando a disfrutar.