Murphy le golpeo la nariz con el canon del arma. Lo suficiente para que doliera, no para romperla.

– Deberias mejorar tu vocabulario -dijo. Con la mano izquierda, le sujeto las mejillas y las apreto con fuerza-. Y yo que pensaba que ibamos a ser amigos.

O'Connell continuo mirando al ex policia, y Murphy le golpeo bruscamente la cabeza contra la pared.

– Un poco de amabilidad -pidio friamente-. ?Sabes?, la educacion hace que todo vaya mejor.

Entonces lo cogio por la chaqueta y lo levanto rudamente, manteniendo la pistola plantada en su frente. Lo dirigio hacia una butaca y lo sento de un empellon, de modo que O'Connell cayo hacia atras y el mueble se alzo sobre sus patas traseras y cayo pesadamente.

– Todavia no he sido malo, Mickey. Ni una pizca. Todavia nos estamos conociendo.

– No eres un poli, ?verdad?

– Conoces a los polis, ?eh, Mickey? Te las has visto con ellos unas cuantas veces, ?no?

O'Connell asintio.

– Bien, has acertado -dijo Murphy, sonriendo. Sabia que iba a hacerle esa pregunta-. Deberias desear que fuera un poli. Quiero decir, deberias estar rezando al Dios que creas que pueda oirte. «Por favor, Senor, que sea un poli.» Porque los polis tienen reglas, Mickey, reglas y regulaciones. Yo no. Yo soy mas problematico. Peor, mucho peor que un poli. Soy investigador privado.

O'Connell hizo una mueca, y Murphy lo abofeteo con fuerza. El sonido de su palma contra la mejilla resono en el pequeno apartamento.

Murphy sonrio.

– No tendria que explicarte estas cosas, no a alguien como tu, que piensa que se las sabe todas, Mickey. Pero, para no perdernos, te explicare un par de cosas mas. Una, fui policia. Pase mas de veinte anos tratando con tipos duros de verdad. La mayoria de ellos ahora estan a la sombra, maldiciendo mi nombre. O muertos, y no piensan mucho en mi porque probablemente tendran problemas mas acuciantes en el otro barrio. Dos, tengo licencia estatal y federal para llevar esta arma. ?Sabes que suman esas dos cosas?

El joven no respondio, y Murphy volvio a abofetearlo.

– ?Mierda! -mascullo O'Connell.

– Cuando te haga una pregunta, Mickey, por favor, responde.

Hizo ademan de abofetearlo otra vez.

– No lo se -dijo O'Connell-. ?Que suman?

Murphy sonrio.

– Pues significan que tengo amigos… Amigos de verdad, no como nosotros esta noche, Mickey, amigos de verdad que me deben muchos favores de verdad, a quienes salve el culo mas de una vez a lo largo de los anos. Estan mas que dispuestos a hacer cualquier punetera cosa por mi, y si hace falta van a creer todo lo que yo diga sobre nuestro amable encuentro aqui esta noche. Les importan un carajo los gusanos como tu. Y cuando les diga que me atacaste con la navaja que dejare en tu mano muerta y que me obligaste a volarte lo sesos, me van a creer. De hecho, Mickey, me felicitaran por limpiar un poco este mundo de mierda. Esa es la situacion en que te encuentras ahora mismo, Mickey. En otras palabras, puedo hacer lo que me salga de las narices, y tu no puedes hacer nada, ?entiendes?

O'Connell vacilo, pero asintio cuando vio que Murphy lo amenazaba con otro bofeton.

– Bien. Como dicen, la comprension es el camino de la iluminacion.

O'Connell percibio el sabor de la sangre en los labios.

– Lo repetire para que quede claro: soy libre de hacer lo que me parezca adecuado, incluyendo enviar tu puta vida al reino de los cielos, o mas probablemente al infierno. ?Lo entiendes, Mickey?

– Lo entiendo.

Murphy empezo a rodear la silla, sin apartar la automatica, golpeando de vez en cuando la cabeza de aquel cretino, o hincandola en la zona blanda entre su cuello y los hombros.

– Vaya mierda de casa que tienes aqui, Mickey. Que pocilga. Sucia… -Murphy contemplo la habitacion, vio un ordenador portatil en una mesa y anoto mentalmente llevarse un punado de discos. Hasta ahora, las cosas iban saliendo mas o menos como habia previsto. O'Connell era tan predecible como esperaba. Podia sentir la incomodidad del joven, sabia que el arma contra su cabeza estaba provocando indecision y duda. En todos los momentos de confrontacion hay un punto en que el interrogador habil simplemente se apodera de la identidad del sujeto, controlando, guiandolo a un estado de obediencia. «Vamos por buen camino», se dijo. «Estamos haciendo progresos»-. No es una gran vida, ?eh, Mickey? Quiero decir que no veo mucho futuro aqui.

– A mi me gusta.

– Ya. Pero ?que te hace pensar que Ashley Freeman querria ser parte de todo esto?

O'Connell guardo silencio, y Murphy lo golpeo desde atras con la mano libre.

– Responde, gilipollas.

– Que la amo. Y ella me ama a mi.

Murphy volvio a abofetearlo.

– Eso no te lo crees ni tu, pedazo de capullo.

Una fina linea de sangre se dibujo bajo la oreja de O'Connell.

– Ella tiene clase, Mickey. Al contrario que tu, tiene posibilidades. Es de buena familia, tiene buena educacion y sus posibilidades son infinitas. Tu, por el contrario, vienes de la mierda… -remarco las ultimas palabras golpeando al joven- y a la mierda volveras. ?Como lo conseguiras? ?Tal vez yendo al trullo? ?O lograras librarte para que te maten en algun callejon?

– Estoy tranquilo. No he quebrantado ninguna ley.

Los bofetones repetidos estaban surtiendo efecto: la voz de O'Connell se quebro levemente y revelo un temblor tras las palabras.

– ?De verdad? ?Quieres que te investigue con mas atencion?

Murphy termino de dar la vuelta, y una vez mas le golpeo la nariz con el canon, exigiendo una respuesta.

– No.

– Eso pensaba.

Lo cogio por la barbilla y la retorcio dolorosamente. Pudo ver lagrimas en la comisura de los ojos del joven.

– Pero, Mickey, ?no crees que deberias pedirme mas amablemente que salga de tu vida?

– Por favor, sal de mi vida -dijo O'Connell lenta y suavemente.

– Bueno, me gustaria. De verdad que si. Mirandolo desde un punto de vista objetivo, ?no crees que seria bueno, bueno de verdad, que te aseguraras de no volver a verme en tu vida? ?Que este pequeno encuentro, amistoso como es, sea la ultima vez que tu y yo nos veamos…? ?Que me contestas? ?De acuerdo?

– De acuerdo. -O'Connell no sabia que pregunta contestar, pero si sabia que no queria que volvieran a golpearlo. Y aunque no creia que aquel animal fuera a dispararle, no estaba completamente seguro.

– Tienes que convencerme, ?no crees?

– Si.

Murphy sonrio y le palmeo la cabeza.

– Para que nos comprendamos de verdad, lo que estamos haciendo aqui es una negociacion privada, especial, cara a cara, nuestra orden de alejamiento temporal. Como si estuvieramos en un tribunal. Excepto que la nuestra es jodidamente permanente, ?entiendes? Seguro que sabes lo que significa permanecer alejados. Sin contacto. Pero nuestra orden es peor que las demas, porque es especial, solo entre tu y yo, Mickey. Porque no se basa en un punado de papeles firmados por un viejo juez al que no vas a hacer ni puto caso. La nuestra incluye una garantia… ?autentica!

Y con la ultima palabra, le descargo un punetazo contra la mejilla, derribandolo al suelo. Se lanzo sobre el, pistola en mano, antes de que el joven tuviera tiempo de reaccionar siquiera.

– Tal vez deberia dejarme de hacer el tonto y acabar con esto ahora mismo -dijo, y de repente solto el seguro del arma. Alzo la mano izquierda como para protegerse de la inminente lluvia de sesos y sangre-. Dame un motivo -mascullo-. El que sea, Mickey. Pero dame un motivo para tomar una decision.

O'Connell trato de esquivar el canon de la pistola, pero el peso del ex policia lo mantuvo inmovilizado.

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