– Por favor… -suplico al fin-. Por favor, me mantendre alejado, lo prometo. La dejare en paz…

– Buen principio, gilipollas. Continua.

– Nunca tendre ningun otro contacto con ella. Me mantendre fuera de su vida para siempre, lo juro… ?Que mas quieres que diga? -O'Connell casi sollozaba. Cada frase parecia mas penosa que la anterior.

– Tendre que pensarlo, Mickey. -Bajo la mano con que se protegia y retiro el arma de la cara de O'Connell-. No te muevas. Solo echare un vistazo.

Se acerco a la mesa barata donde estaba el ordenador. Habia un punado de CD regrabables dispersos. Los cogio y se los guardo en el bolsillo. Luego se volvio hacia el joven, aun en el suelo.

– ?Es aqui donde guardas tus archivos sobre Ashley? ?Es con esto con lo que jodes a gente que es mucho mejor que tu?

O'Connell simplemente asintio, y Murphy sonrio.

– No te creo -dijo bruscamente-. Ya no. -Entonces golpeo el teclado con la culata de la pistola-. Jop, jop -dijo mientras el plastico se rompia. Dos golpes mas y la pantalla y el raton saltaron en pedazos.

O'Connell simplemente se quedo mirando, sin decir nada. Con el canon del arma, Murphy hurgo en el ordenador roto.

– Creo que estamos a punto de terminar. -Cruzo la habitacion y se alzo sobre O'Connell-. Quiero que recuerdes algo.

– ?Que cosa? -Sus ojos estaban anegados en lagrimas, como Murphy esperaba.

– Siempre podre encontrarte. Siempre podre saber donde te escondes, no importa en que pequena ratonera te metas.

El joven asintio.

Murphy lo miro con dureza, buscando en su cara algun signo de desafio, signos de cualquier cosa que no fuera obediencia. Cuando se convencio de que no habia ninguno, sonrio.

– Bien. Has aprendido mucho esta noche, Mickey. Una autentica educacion. Y no ha sido tan malo, ?verdad? He disfrutado mucho de nuestro encuentro. Ha sido divertido, ?no crees? No, probablemente no lo crees. Ah, y una ultima cosa…

Se hinco de rodillas, inmovilizando una vez mas a O'Connell contra el suelo. Con el mismo movimiento, le metio bruscamente el canon de la automatica en la boca, sintiendola chocar contra sus dientes. Vio el terror reflejado en los ojos del joven, exactamente lo que pretendia.

– Bang -dijo tranquilamente.

A continuacion le saco el arma de la boca, se levanto, le dedico una sonrisa, se dio la vuelta y se marcho.

El frio aire nocturno lo refresco y tuvo ganas de soltar una carcajada. Enfundo la pistola, se ajusto la chaqueta para quedar presentable y echo a andar por la calle, moviendose con rapidez pero sin prisa, disfrutando de la oscuridad, la ciudad y la sensacion de triunfo. Ya estaba calculando cuanto tardaria en regresar a Springfield y se preguntaba si llegaria a tiempo de cenar en algun sitio. Dio unos cuantos pasos y empezo a tararear para si. «No ha estado tan mal, ?eh?», penso. Desde luego se habia equivocado: la oportunidad de tratar con una basura como O'Connell merecia el diez por ciento de descuento que iba a hacerle a Sally Freeman-Richards. Le encanto comprobar que sus viejas habilidades se mantenian intactas, y se sintio decididamente mas joven. Lo primero que iba a hacer por la manana, penso, seria escribir un pequeno informe (sin mencionar la destacada intervencion de la automatica) y enviarselo a la abogada, acompanado de su minuta y de la garantia de que nunca mas tendria que preocuparse por Michael O'Connell. Murphy se enorgullecia de saber exactamente que tecla pulsar para causar panico a las personas debiles.

La oreja de O'Connell latia y la mejilla le picaba. Supuso que habia perdido uno o mas dientes, porque saboreaba la sangre en su boca. Estaba un poco entumecido cuando se levanto del suelo, pero se dirigio a la ventana y consiguio ver a aquel poli cabron cuando doblaba la esquina. Se paso la mano por la cara y penso: «No ha estado tan mal, ?eh?» Sabia que la forma mas sencilla de conseguir que un poli te creyese era aceptar siempre la paliza. A veces era doloroso, a veces embarazoso, sobre todo si se trataba de un tipo viejo al que podias vencer facilmente si no llevaba un arma. Sonrio, se relamio y dejo que el sabor salado lo llenara. Habia aprendido mucho esa noche, se dijo, tal como le habia dicho Matthew Murphy. Pero sobre todo habia comprobado que Ashley no estaba en ningun pais extranjero. Si estaba en Italia, a miles de kilometros de distancia, ?por que enviaba su familia a un ex poli bocazas para intimidarlo? Eso no tenia sentido, a menos que ella estuviera cerca. Mucho mas cerca de lo que habia imaginado. ?A su alcance? Eso creia. Inhalo hondo por la nariz. No sabia donde estaba, pero lo descubriria pronto, porque el tiempo ya no significaba nada para el. Solo Ashley significaba algo.

El edificio del News-Republican estaba situado en una enganosa zona del centro, junto a la estacion de ferrocarril. Tenia una deprimente vista de la carretera interestatal, solares vacios y otros lugares llenos de desechos. Era uno de esos sitios no exactamente deteriorado, sino simplemente ignorado, o quizas agotado. Montones de verjas, basura revoloteando al viento y pasos subterraneos decorados con pintadas. La sede del periodico era un edificio rectangular de cuatro plantas, un bloque de cemento y ladrillo. Parecia mas una armeria o incluso una fortaleza que un periodico. Dentro, lo que una vez se llamo sucintamente «la Morgue» era ahora una sala pequena con ordenadores.

Una vez una servicial joven me enseno como acceder a los archivos, no tarde en encontrar la noticia del ultimo dia de Matthew Murphy. O tal vez seria mas correcto decir de sus ultimos momentos.

El titular de primera plana rezaba: «Investigador privado y ex policia asesinado.» Habia otros dos titulares mas pequenos: «El cadaver fue encontrado en un callejon» y «La policia lo considera una venganza».

Llene varias paginas de mi bloc con detalles de los articulos aparecidos ese dia, y de los siguientes. La lista de sospechosos parecia interminable. Murphy habia intervenido en muchos casos importantes durante sus anos de servicio, y al retirarse habia continuado granjeandose enemigos con regularidad mientras trabajaba como investigador privado. No me cabia duda de que los detectives de Springfield que trabajaban en el caso habian dado prioridad a su muerte, y tambien Homicidios de la policia estatal. El fiscal de distrito habria presionado: los asesinatos de policias son casos importantes que pueden marcar carreras judiciales, para bien o para mal. Matar a un policia era como matar un poco de cada uno.

No obstante, los articulos iban enfriandose y no aparecio lo que deberia haber aparecido. Los detalles empezaron a repetirse. No se practico ninguna detencion. No se nombro ningun gran jurado a bombo y platillo. No se preparo ningun juicio. Era una historia donde el esperado gran final dramatico se evaporaba en la nada.

Me aparte del ordenador, contemplando el parpadeante «no hay mas entradas» que respondio a mi ultima peticion.

Alguien habia asesinado brutalmente a Murphy y tan espantoso hecho tenia que estar relacionado con el caso de Ashley. De algun modo.

Pero yo no lograba verlo.

25 Seguridad

La secretaria llamo con los nudillos a la puerta abierta del despacho de Sally. Traia un sobre en la mano.

– Acaba de llegar esto para usted -dijo-. No estoy segura del remitente. ?Quiere que lo devuelva?

– No. Se lo que es.

Sally le dio las gracias, cogio el sobre y cerro la puerta. Sonrio. Murphy era un hombre muy cauteloso, penso. Supuso que tenia un apartado de correos para la correspondencia de naturaleza reservada. Encabezados prominentes y remites eran a menudo inconvenientes para la gente que se dedicaba a su trabajo.

La habia llamado desde la carretera, al volver de Boston varias noches antes.

– Creo que su problema desaparecera a partir de ahora, abogada.

Sally estaba en casa, sentada frente a Hope. Las dos estaban leyendo, Hope inmersa en Historia de dos ciudades de Dickens, mientras ella repasaba secciones desgajadas del dominical del New York Times.

– Me encanta oirlo, senor Murphy. Pero digame: ?como ha llegado exactamente a esa conclusion? -pregunto, adoptando su tono de abogada.

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