– No la dejeis sola. Se gana como equipo y se pierde como equipo. Id y recordadselo.
Las chicas echaron a correr -a saber de donde sacaban la energia- hacia su capitana. Hope se sintio muy orgullosa de todas ellas. «Ganar saca la felicidad, pero perder saca el caracter», penso. Las vio reunirse como una pina y recordo que le esperaba librar otra batalla en los dias venideros. Se estremecio de frio; el invierno ya habia llegado. Aquel partido habia acabado. Ahora llegaba el momento de jugar otro.
Aunque no lo sabia, el sitio donde Hope aparco era el mismo que Murphy habia elegido para vigilar el edificio de O'Connell. Se reclino en el asiento y se encasqueto un poco mas el gorro de lana. Luego se ajusto unas gafas de sol. Hope no estaba segura de que O'Connell no la hubiera visto nunca; antes bien, creia que los habia vigilado a todos ellos, lo mismo que ella estaba haciendo en ese momento. Llevaba vaqueros y una vieja sudadera. Hope podia sacarle quince anos a la mayoria de los estudiantes de la zona, pero podia parecer lo bastante joven para ser una de ellos. Habia escogido la ropa con la idea de fundirse con las calles de Boston, como un camaleon que adopta el tono y color del entorno, y volverse invisible.
Dedujo que, si se quedaba quieta en el coche, despues de unos minutos el la localizaria.
«Da por hecho que lo sabe todo -se recordo-. Da por hecho que sabe que aspecto tienes y ha memorizado cada detalle de tu vieja furgoneta, incluida la matricula.»
Hope permanecio quieta en el asiento, hasta que imagino que parecia tan obvia que llevar gafas seria irrelevante. Miro el informe de Murphy y echo otro largo vistazo a la foto adjunta de O'Connell, preguntandose si lograria reconocerlo. Sin saber que mas hacer, decidio apearse.
Dirigio una mirada a hurtadillas hacia el edificio de O'Connell, deseando que oscureciera lo suficiente para verlo encender la luz de su apartamento, y de pronto penso que el podia estar observandola en ese mismo instante. Se dio la vuelta y camino rapidamente hacia el final de la manzana, imaginando un par de ojos clavados en su espalda. Giro en la esquina y se detuvo. Su mision era vigilar su apartamento, ?y lo primero que hacia era alejarse de alli?
Inspiro hondo y se sintio una inepta.
«No te comportes como una chavala asustadiza -se dijo-. Vuelve, encuentra un sitio en un callejon o detras de un arbol y espera a que salga. Ten tanta paciencia como tiene el.»
Sacudio la cabeza y regreso, escrutando la manzana en busca de un sitio donde ocultarse, cuando vio a O'Connell salir del edificio. Parecia despreocupado y sonriente, rezumando una felicidad y una maldad que la enfurecio. ?Acaso se estaba burlando de ella? Pero no podia saber que ella se encontraba alli. Se puso contra una pared, evitando el contacto visual. Entonces vio a una anciana caminar manzana abajo, por la misma acera que O'Connell. En cuanto la diviso, el arrugo el entrecejo. La expresion de su rostro asusto a Hope; era como si O'Connell se hubiera transformado en una fraccion de segundo, pasando de aquella despreocupacion descarada a una furia repentina.
La anciana parecia la encarnacion de la mas absoluta indefension. Se movia con achacosa lentitud. Era baja, rechoncha y llevaba una raida rebeca negra y un sombrerito de lana multicolor. Cargaba con bolsas repletas de un supermercado. Sin embargo, los ojos de la anciana destellaron al divisar a O'Connell, y vacilo intentando cerrarle el paso.
Hope se escudo tras un arbol de la estrecha calle para ver como O'Connell y la anciana se enfrentaban.
La mujer alzo una mano trabajosamente, sujetando la bolsa de la compra, y agito un dedo en su direccion.
– ?Te conozco! -le espeto-. ?Se lo que estas haciendo!
– No sabe una mierda sobre mi -replico el, alzando tambien la voz.
– Se que te metes con mis gatos -continuo la anciana-. Se que me los robas. ?O algo peor! ?Eres un joven malvado y desagradable, y deberia denunciarte a la policia!
– No les he hecho nada a sus malditos gatos. Tal vez han encontrado a otra vieja loca que les de de comer. Seguro que no les gusta la comida que usted les deja. O han encontrado mejor alojamiento en otro sitio, vieja bruja. Ahora dejeme en paz y tenga cuidado no vaya a ser que llame al ayuntamiento, porque seguro que cogeran a todos esos malditos gatos y los mataran.
– Eres cruel y despiadado -dijo la anciana, envarada.
– Apartese de mi camino y muerase -le espeto O'Connell, mientras la empujaba y continuaba calle abajo.
– ?Se lo que haces! -repitio la anciana, gritando a su espalda.
O'Connell se volvio.
– ?De veras? -respondio friamente-. Bueno, sea lo que sea que crea que hago, tiene suerte de que no decida hacerselo a usted.
Hope vio que la anciana se quedaba boquiabierta y daba un paso atras, como espantada. O'Connell volvio a sonreir, satisfecho, giro sobre los talones y echo a andar calle abajo. Hope no sabia adonde se dirigia, pero si que debia seguirlo. Cuando miro a la anciana, todavia inmovil en la acera, tuvo una idea. Vio como O'Connell doblaba la esquina y corrio hacia la mujer.
– Perdon, senora -dijo con tono amable.
La mujer se volvio hacia ella.
– ?Si? -dijo con cautela.
– Lo siento. Estaba al otro lado de la calle y no pude evitar oir las palabras que tuvo con ese joven… Me parecio muy desagradable e irrespetuoso.
La anciana se encogio de hombros, todavia recelosa de Hope.
Esta respiro hondo y dijo:
– Mi gato. Un animal de colores preciosos, con las patas delanteras blancas… Se llama
En realidad, a Hope no le gustaban los gatos. La hacian estornudar y no le agradaba la forma en que la miraban.
– Es una moneria, y no es propio de el estar fuera tanto tiempo -anadio. Las mentiras le salian con naturalidad.
– No lo se -dijo la vieja-. Hay un par de gatos multicolores entre los mios, pero no recuerdo a ninguno nuevo. Pero claro… -Desvio la mirada hacia la esquina donde habia girado O'Connell. Siseo, casi igual que un felino-. No puedo estar segura de que el no haya hecho algo malo.
Hope adopto una expresion dolida.
– ?No le gustan los gatos? ?Que clase de persona…?
No necesito terminar. La anciana dio un paso atras y miro a Hope de arriba a abajo, midiendola.
– ?Le apetece pasar a tomar una taza de te y conocer a mis ninos?
Hope asintio y extendio la mano para ayudarla con las bolsas. «Perfecto», penso. Era como ser invitada a apostarse junto a la guarida del dragon.
Scott suspiro y contemplo la desvaida escuela de ladrillo y cemento. Supuso que la misma persona que la habia disenado probablemente disenaba tambien prisiones. Una fila de autobuses escolares amarillos aparcados delante, con los motores en marcha, llenaban el aire de olor a gasoil. La gastada bandera americana se habia enroscado en torno al mastil, enredandose con la bandera del estado de New Hampshire. Ambas se agitaban grotescamente con la cortante brisa. A un lado habia una verja oxidada. Un cartel anunciaba: «?Adelante, Warriors!» y «Examenes de selectibidad. Apuntate ahora». Nadie parecia haber advertido la falta de ortografia.
Tambien Scott llevaba una copia del informe de Murphy. Tan solo esbozaba las lineas maestras del pasado de O'Connell, y Scott estaba decidido a dar sustancia a aquellos pocos datos. El instituto al que O'Connell habia asistido era un buen lugar para empezar.
Habia pasado una manana deprimente observando el barrio donde habia crecido O'Connell. La zona costera de New Hampshire es un lugar de contradicciones; el oceano Atlantico le proporciona gran belleza, pero debido a las industrias instaladas junto a la desembocadura del rio Merrimack era monotona y sin alma, todo chimeneas humeantes y lineas ferreas, almacenes y fabricas apestosas que trabajaban contrarreloj. Era como mirar a una
Gran parte de la zona estaba destinada a astilleros de grandes barcos. Enormes gruas capaces de trasladar toneladas de acero se recortaban contra el cielo gris. Era el tipo de lugar donde la gente lleva todo el dia casco,