La senora Abramowicz regreso con dos tazas de humeante te. Sonrio al colectivo gatuno, cuyos miembros empezaron a frotarse contra ella.

– Todavia no es la cena, encantos. Dentro de un minuto. Dejad que mama charle un poquito con su visita. -Se volvio hacia Hope-. No ve a su Calcetines, ?verdad?

– No -respondio ella impostando un tono triste-. Y tampoco lo vi en el pasillo.

– Intento mantener a mis pequenos fuera del pasillo. No puedo estar encima todo el tiempo, porque les gusta ir y venir, asi son los gatos, ya sabe, querida. Pero creo que el les esta haciendo algo muy malo.

– ?Que le hace pensar…?

– El no lo sabe, pero los reconozco a todos. Y cada pocos dias echo en falta uno. Me gustaria llamar a la policia, pero el tiene razon. Probablemente se los llevarian a todos, y yo no podria soportarlo. Es un hombre malo; ojala se mudara. Nunca deberia…

Se detuvo, y Hope se inclino hacia delante. La anciana suspiro, y miro alrededor.

– Me temo, querida, que si su pequeno Calcetines vino de visita, entonces ese hombre malvado puede haberlo cogido. O lastimado.

Hope asintio.

– Parece terrible.

– Lo es -dijo la senora Abramowicz-. Me da miedo y normalmente no hablo con el, excepto cuando discutimos, como hoy. Creo que tambien le da miedo a la otra gente que vive aqui, pero no dicen nada. ?Que podriamos hacer? Paga el alquiler puntualmente, no arma jaleo y no trae gente extrana al edificio, y eso es lo unico que preocupa a los propietarios.

Hope sorbio el te dulzon.

– Ojala pudiera estar segura -dijo-. Sobre Calcetines, me refiero.

La senora Abramowicz se echo hacia atras.

– Hay una manera de que pueda estarlo -dijo lentamente-. Y podria ayudar a responder a alguna de mis preguntas tambien. Soy vieja y he perdido fuerzas. Y me da miedo, pero no tengo ningun otro sitio al que ir. Pero usted, querida, parece mucho mas fuerte que yo. Mas fuerte de lo que yo era cuando tenia su edad. Y apuesto a que no se asusta de nada.

– Si -dijo Hope.

La anciana sonrio de nuevo, casi con timidez.

– En vida de mi marido nuestro apartamento era mas grande. De hecho, incluia el espacio que ahora ocupa ese O'Connell. Teniamos dos dormitorios y una salita, un estudio y un comedor formal, todo este extremo del edificio. Pero despues de que mi Alfred muriera lo dividieron. Convirtieron nuestro gran apartamento en tres. Pero fueron perezosos.

– ?Perezosos?

La senora Abramowicz bebio otro sorbo de infusion. Hope vio sus ojos destellar con ira inesperada.

– Si. Perezosos. ?No cree que es de perezosos no molestarse en cambiar la cerradura de las puertas de los nuevos apartamentos? Los apartamentos que una vez fueron mi apartamento.

Hope asintio, subitamente tensa.

– Quiero saber que les ha hecho a mis gatos ese malnacido -anadio la anciana con voz grave. Y entorno los ojos. Hope advirtio que habia algo de formidable en la anciana-. E imagino que usted quiere saber lo que le ha pasado a Calcetines. Solo hay una manera de asegurarse, y es echar un vistazo ahi dentro.

Se inclino y acerco el rostro a un palmo del de Hope.

– El no lo sabe -susurro-, pero tengo la llave de su puerta.

– Bien -dijo ella mientras una sombra se deslizaba sobre su rostro-. ?Ves ahora lo que estaba en juego?

Cualquier periodista sabe que hay una seduccion necesaria entre entrevistador y entrevistado. O tal vez es saber instintivamente como sonsacar a una fuente la historia mas dificil. De todas formas, yo sabia que ella llevaba la batuta, lo habia hecho desde el principio. Nuestras reuniones eran una entrega secreta de informacion, pero al contar la historia yo la utilizaria a ella tanto como ella me utilizaba a mi.

Hizo una pausa antes de decir:

– ?Cuantas veces oyes entre tus amigos de mediana edad el deseo de cambiar las cosas? ?De ser algo distinto de lo que son? Quieren que suceda algo que vuelva sus vidas patas arriba, para no tener que enfrentarse a las aburridas y mortales rutinas cotidianas.

– Bastante a menudo -respondi.

– Pero la mayoria de la gente miente cuando dice que quiere un cambio, porque el cambio es demasiado aterrador. Lo que realmente quieren es recuperar la juventud. Cuando se es joven, todas las decisiones son aventuras. Solo cuando llegamos a la madurez empezamos a dudar de nuestras decisiones. Nos fijamos un camino, asi que tenemos que recorrerlo, ?no? Y todo se vuelve problematico: no ganamos la loteria. En cambio, el jefe nos llama para entregarnos el finiquito. Tras veinte anos de matrimonio, el o ella anuncia: «He conocido a una nueva persona y te dejo.» El medico mira los resultados de los analisis con ceno y dice: «Estos porcentajes me dan mala espina. Haremos unas pruebas adicionales.»

– ?Scott y Sally?

– Para ellos, O'Connell habia creado ese momento. O tal vez ese momento se acercaba rapidamente. ?Podrian proteger a Ashley?

De repente se llevo la mano a los labios y solto un largo suspiro. Tardo un segundo en recuperar la compostura.

– Aunque nadie lo habia expresado todavia, todos sabian que lo que esperaban conseguir tendria un precio muy alto.

35 Una sola bota

Nerviosa, Hope estaba ante la puerta de O'Connell llave en mano. Tras ella, la senora Abramowicz estaba asomada a su propia puerta, con los gatos arremolinados en torno a sus pies. Gesticulo ansiosamente para que Hope continuara.

– Yo vigilare. No pasara nada. Pero dese prisa -susurro la anciana.

Hope inspiro hondo y encajo la llave en la cerradura. No estaba segura de lo que hacia ni de que buscaba, y tampoco sabia exactamente que esperaba descubrir. Pero mientras giraba la llave con un leve chasquido, imagino a O'Connell regresando a su apartamento. Pudo sentir su aliento tras la oreja, imagino el siseo de su voz. Apreto los dientes y se dijo que lucharia con fuerza, llegado el caso.

– Rapido, querida -la apremio la senora Abramowicz-. Descubra que les ha hecho a mis gatos.

Hope abrio la puerta y entro.

No supo si cerrarla o dejarla entornada. «?Y ahora que? -penso-. Si vuelve, estare atrapada aqui. No hay puerta trasera ni escalera de incendios. No hay forma de huir.» Cerro la puerta casi del todo. Al menos contaba con que la senora Abramowicz la advirtiera si veia entrar a O'Connell, si la anciana era capaz de advertirla.

Observo el apartamento. Todo estaba sucio y descuidado. A O'Connell no le importaba su entorno inmediato. No habia posters en las paredes, ni plantas en la ventana, ni una alfombra de colores vivos. Tampoco habia televisor ni aparato de musica. Solo algunos libros de informatica en un rincon. El apartamento era decrepito y austero: el refugio de un monje. Esto inquieto a Hope; la constatacion de que toda la vida de Michael O'Connell discurria en su mente perversa. Vivia en un lugar diferente de donde dormia.

Hizo acopio de valor y se dijo: «Memoriza y recuerdalo todo.»

Saco un papel y cogio un boligrafo. Dibujo un burdo esbozo del apartamento y luego se volvio hacia la mesa. Era de madera barata y estaba apoyada en dos archivadores de metal negros. Habia una unica silla, colocada delante de un ordenador portatil. El ambiente tenia una simplicidad total: pudo imaginar a O'Connell sentado ante la pantalla, su frio resplandor banandole el rostro concentrado. El ordenador parecia nuevo. Estaba abierto y el piloto ambar encendido.

Hope presto atencion a algun sonido procedente del pasillo y luego se sento delante del ordenador. Anoto la marca y el modelo. Luego

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