tratando de prever como seria investigado. Seguia usando eufemismos en su mente: «delito» o «incidente» o «hecho». Se apartaba de la palabra «asesinato».

Escribio una cuarta categoria: «Forenses.»

En eso podia trabajar, penso. Empezo a hacer la lista de las diversas formas en que podian meter la pata. Muestras de ADN (eso significaba pelo, piel, sangre) que habia que evitar. Balistica: si necesitaban usar un arma, tenian que encontrar una no rastreable, o bien deshacerse de ella de una manera que nunca pudiera ser encontrada, pero esto era dificil de conseguir. Y luego habia otras cosas. Fibra de las ropas, huellas dactilares, huellas en tierra blanda, marcas de neumaticos. Testigos que pudieran ver algo. Camaras de seguridad. Tampoco podia estar segura de que, sentados en una silla incomoda bajo una luz potente y ante un par de detectives (uno haciendo de poli bueno y el otro de poli malo), Scott, Ashley, Hope o Catherine no se traicionarian involuntariamente. Podrian intentar cenirse al guion, pero con una simple contradiccion (los policias siempre las pillaban) todos estarian hundidos. Naturalmente, si alguno de ellos acabara sentado en una sala de interrogatorios, todo se habria perdido.

Tenian que hacerlo de manera completamente anonima. Tenia que parecer, incluso para el investigador mas obstinado, que el hecho no tenia la menor relacion con Ashley.

Cuanto mas lo consideraba, mas dificil le parecia y mas se desesperaba consigo misma. Percibia que las cosas se derrumbaban a su alrededor; no solamente su trabajo en el bufete, que descuidaba, sino tambien su relacion con Hope y, en definitiva, toda su vida. Era como si la incertidumbre por la seguridad de Ashley hiciera imposible todo lo demas.

Sacudio la cabeza. Miro la libreta y de pronto recordo los examenes en la facultad de Derecho. En cierto modo, esto era igual. La unica diferencia era que esta vez el fracaso no se traducia en una nota, sino en su futuro.

Anoto: «Comprar una caja de guantes quirurgicos.» Eso limitaria al menos la exposicion al ADN y las huellas dactilares, cuando decidieran que iban a hacer. Anadio: «Comprar ropas y zapatos en la tienda del Ejercito de Salvacion.»

Sally asintio. «Puedes hacerlo -se dijo-. Sea lo que sea, lo haras.»

El hombre desagradable con el que Catherine y Ashley iban a reunirse estaba junto a su cascada furgoneta, fumando un cigarrillo y aranando la gravilla del aparcamiento con el pie derecho, como un caballo impaciente. Catherine diviso su chaleco de caza rojo y negro, y las pegatinas de la Asociacion Nacional del Rifle que adornaban la trasera del vehiculo. Era un tipo bajo, de pelo escaso, barrigudo, el clasico bebedor de cerveza y whisky, penso Catherine. Seguramente habia trabajado en una fabrica o una planta envasadora, pero habia descubierto una fuente de ingresos mas rentable.

Aparco a su lado.

– Quedate aqui y no te dejes ver demasiado -le dijo a Ashley-. Si te necesito, te hare una senal.

La chica no estaba segura de como interpretar aquello. Asintio.

Catherine bajo del todoterreno.

– ?El senor Johnson?

– Asi es. Usted debe de ser la senora Frazier.

– En efecto.

– No suelo trabajar asi. Prefiero hacer mis negocios en ferias autorizadas.

Catherine asintio sin entender, pero formaba parte de la charada.

– Agradezco que me dedique su tiempo -dijo-. No le habria llamado si la situacion no fuera delicada.

– ?Uso personal? ?Proteccion personal?

– Si. Por supuesto.

– Vera, yo soy coleccionista, no vendedor. Y normalmente solo vendo y cambio en ferias de armas autorizadas. De otro modo, tendria un permiso federal, ya entiende.

Ella asintio. El hombre hablaba en una especie de codigo para cubrirse las espaldas.

– Una vez mas, se lo agradezco.

– Vera -continuo el-, un vendedor de armas corriente tiene que rellenar un ingente papeleo para los federales. Y luego hay un periodo de espera de tres dias. Pero un coleccionista de armas puede cambiar y comerciar sin esos requisitos. Naturalmente, tengo que preguntarlo: ?no piensa hacer nada ilegal con esta arma?

– Por supuesto que no. Es para proteccion. Hoy en dia no puedes estar segura en ninguna parte. Bien, ?que tiene para mi?

El vendedor de armas abrio la puerta trasera de la furgoneta. Dentro habia una maleta de acero con combinacion que abrio rapidamente. En un lecho de corcho sintetico negro habia una muestra de armas. Catherine las miro sin enterarse de casi nada.

– No soy experta en armas -dijo.

Johnson asintio.

– El cuarenta y cinco y la nueve milimetros son probablemente mas de lo que necesita. Son estas dos las que tiene que considerar: la automatica del veinticinco y el revolver del treinta y dos. El canon corto del treinta y dos quizas es lo que mejor le ira. Poco pesado para una mujer, seis balas en la recamara. Solo ha de apuntar y disparar. Muy fiable, pequeno, cualquiera puede usarlo. Cabe en el bolso. Un arma muy popular entre las damas. La pega es que no tiene mordiente, ?entiende? Cuando mas grande la pistola, mas grande el disparo. Esto no significa que un disparo de un treinta y dos no vaya a matarte. Lo hara. Pero ?entiende lo que le digo?

– Claro -dijo Catherine-. Creo que me llevare el treinta y dos.

Johnson sonrio.

– Buena eleccion. Ahora, la ley me exige que le pregunte si piensa sacarlo del estado…

– Por supuesto que no -mintio Catherine.

– O transferirlo a otra persona.

– Desde luego que no.

– No intentara usarlo con ningun fin ilegal, ?verdad?

– Verdad.

El asintio.

– Bien, senora. -Miro a Catherine-. Si alguien, como un agente del Departamento de Justicia, viene haciendo preguntas, no me hara gracia proporcionarselas, pero tendre que hacerlo. De lo contrario me fastidiarian el negocio. ?Entiende lo que le digo? Si tiene un marido y quiere matarlo, bueno, es asunto suyo. Solo estoy diciendo que…

Catherine alzo una mano.

– Mi marido fallecio hace anos. Por favor, senor Johnson, no se preocupe. El arma solo dara proteccion a una mujer mayor que vive sola en el campo.

El sonrio.

– Cuatrocientos dolares. En metalico. Y le pondre una caja extra de balas. Encuentre algun sitio donde practicar, si sabe a lo que me refiero.

Cogio el arma y la metio en una barata funda de cuero.

– Cortesia de la casa -dijo, mientras se la tendia y ella le entregaba el dinero-. Una cosa mas: cuando decida apretar el gatillo, utilice ambas manos para reafirmarse, asuma una postura comoda, tome aire y…

– ?Si?

– Vacielo. Las seis balas. Si decide dispararle a algo, o a alguien, senora Frazier, bueno, no lo haga a medias, ya me entiende. Solo en Hollywood el bueno puede arrancarle la pistola al malo de un tiro o herirlo en el hombro. En la vida real, no. Si decide hacerlo, apunte al pecho y no vacile. Debe disparar a matar, ?entiende?

Catherine asintio.

– Sabio consejo -dijo.

La decana del departamento de Historia del Arte solo tenia unos minutos, segun me dijo. Eran sus horas de oficina, y normalmente habia una cola de estudiantes ante su puerta. Sonrio mientras resumia la serie de excusas, quejas, solicitudes y criticas que le esperaban ese dia.

– Bien -dijo, sentandose-. ?Que lo trae por aqui?

Explique, en los terminos mas vagos que pude, que era lo que me interesaba.

– ?Ashley? Si, la recuerdo. Hace unos anos, ?no? Un caso muy curioso.

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