– Si no tienes mas remedio.

– Si no tengo mas remedio.

Ambas tenian mucho que decir al respecto, pero no querian pronunciar las palabras en voz alta, ni siquiera en el silencioso anonimato del bosque.

Scott recorrio lentamente el sendero de grava y tierra que conducia a la casa de O'Connell, unos treinta metros desde la silenciosa calle. Era grande y blanca, con una vieja antena de television colgando del tejado como el ala rota de un pajaro, junto a una parabolica mas moderna. En el patio delantero habia un viejo Toyota rojo al que le faltaba una puerta, con una rueda apoyada en un bloque de cemento; grandes manchas de oxido lo salpicaban. Tambien habia una furgoneta negra mas nueva, aparcada junto a una puerta lateral bajo un tejado plano construido con laminas de plastico corrugado. Bajo el tejado habia un quitanieves rojo y un vehiculo para la nieve al que le faltaba la oruga. Al pasar junto a la furgoneta, Scott vio una escalera de aluminio, una caja de herramientas y materiales para reparar tejados diseminados por el suelo. O'Connell senalo la puerta lateral, y Scott dudo que la entrada principal se usara mucho.

– Por aqui. No se preocupe por el desorden. No esperaba visitas -mascullo O'Connell.

La puerta de aluminio daba a una cocina pequena. «Desordenada» era una descripcion adecuada. Cajas de pizza, bandejas de precocinados, latas de cerveza y una botella de Johnny Walker en la mesa.

– Pasemos a la sala. Podremos sentarnos, senor… vale, senor como se llame. ?Como debo llamarlo?

– Smith -dijo Scott-. Y si tiene problemas para pronunciarlo, Jones valdra tambien.

O'Connell dejo escapar una risita.

– Vale, senor Smith-Jones. Ahora que le he invitado a entrar, ?por que no se sienta aqui mismo donde pueda echarle un ojo y se explica rapidito y bien, para que mi bate se quede tranquilo? Y mas vale que llegue pronto a la parte en que gano dinero. ?Quiere una cerveza?

Scott entro en la sala. Habia un sofa pelado, un sillon reclinable con una nevera roja y blanca al lado que servia como mesa, frente a un televisor. Habia periodicos y revistas pornograficas por el suelo, junto con propaganda de supermercados y catalogos de tiendas de caza. En una pared habia una cabeza de ciervo disecada que miraba con sus ojos de cristal. Una camiseta colgaba de una de sus astas. Scott trato de imaginarse el lugar cuando O'Connell crecia alli, y pudo intuir cierta normalidad: quita la basura del patio, limpia el desorden de dentro, arregla el sofa, sustituye las sillas, dale una mano de pintura y cuelga un par de posters, y habria sido casi aceptable. La basura desperdigada decia mucho del padre y poco del hijo; el padre probablemente habia sustituido a su esposa muerta y su hijo ausente por parte del desorden reinante.

Scott se sento en una silla que crujio y amenazo con ceder y se volvio hacia O'Connell.

– He estado haciendo preguntas porque su hijo tiene algo que pertenece a mi jefe. Y le gustaria recuperarlo.

– ?Es usted un maldito picapleitos?

Scott se encogio de hombros.

O'Connell se sento en el sillon, con el bate en el regazo.

– ?Quien puede ser ese jefe suyo? -pregunto.

Scott nego con la cabeza.

– Los nombres son irrelevantes.

– Vale, senor Smith. Digame entonces con que se gana la vida.

Scott sonrio, una sonrisa tan maligna como fue capaz de mostrar.

– Mi jefe gana mucho dinero y es generoso.

– ?Legal o ilegalmente?

– No creo que deba responder a esa pregunta, senor O'Connell. De todos modos, le mentiria. -Scott se escuchaba, sorprendido por la facilidad con que se inventaba un personaje y una situacion, y embaucaba al viejo. «La avaricia es una droga poderosa», penso.

O'Connell sonrio.

– Asi que le gustaria hablar con mi hijo descarriado, ?eh? ?No lo puede encontrar en la ciudad?

– No. Parece que ha desaparecido.

– Y viene a fisgonear por aqui…

– Es mi trabajo.

– A mi hijo no le gusta esto…

Scott alzo la mano, interrumpiendolo.

– Vayamos al grano -dijo, cortante-. ?Puede ayudarnos a encontrar a su hijo?

– ?Cuanto?

– ?Cuanto puede ayudar?

– No estoy seguro. No hablamos mucho el y yo.

– ?Cuando lo vio por ultima vez?

– Hara un par de anos. No nos llevamos demasiado bien.

– ?Y en vacaciones?

O'Connell meneo la cabeza.

– Ya le digo que no nos llevamos demasiado bien. ?Que ha cogido?

Scott sonrio.

– Una vez mas, senor O'Connell, se trata de informacion que le pondria en una situacion, digamos, incomoda. ?Sabe lo que significa eso?

– No soy estupido. ?Cuanto de incomoda?

– Bastante.

– ?En que se ha metido? ?La clase de problemas que te buscan una paliza? ?O la clase que te mata?

Scott tomo aliento, preguntandose hasta donde seguir con la patrana.

– Digamos que aun puede reparar el dano que ha causado. Pero eso requerira cooperacion. Es un asunto delicado, senor O'Connell. Y mas retrasos podrian agravar las cosas. -Scott no se podia creer sus dotes de fabulador.

– Drogas, ?eh? ?Le ha robado drogas a alguien? ?O se trata de dinero?

Scott sonrio.

– Senor O'Connell, se lo dire de esta forma: si su hijo se pone en contacto con usted, y usted nos avisara de ello, habria una jugosa recompensa.

– ?Cuanto de jugosa?

– Eso ya lo ha preguntado -repuso Scott y se levanto de la silla; habia un estrecho pasillo que conducia a los dormitorios. Era un lugar estrecho, penso, que no permitiria muchas maniobras-. Digamos que seria un bonito regalo de cumpleanos.

– Entonces, si puedo encontrar al chico, ?como lo localizo a usted? ?Tiene un telefono?

Scott adopto la voz mas pomposa que fue capaz.

– Senor O'Connell, no me gustan los telefonos. Dejan huellas y se los puede rastrear. -Senalo el viejo ordenador que habia en la mesa-. ?Sabe usar el correo electronico?

– ?Quien no? -repuso O'Connell-. Pero tiene que prometerme una cosa, punetero senor Jones-Smith: que mi hijo no va a morir por esto.

– De acuerdo -asintio Scott-. Cuando tenga noticias de su hijo, envie un e-mail a esta direccion…

En la mesa habia una factura de telefonos y un trozo de lapiz. Invento una direccion falsa y la anoto. Le tendio el papel a O'Connell.

– No lo pierda -le dijo-. Deme su numero de telefono.

El padre recito de carrerilla el numero mientras leia la direccion.

– Muy bien -asintio-. ?Algo mas?

Scott sonrio.

– No volveremos a vernos -dijo-. Y si alguien le pregunta, esta pequena reunion nunca tuvo lugar. Y si ese alguien es su hijo, bueno, entonces nunca tuvo lugar por partida doble. ?Nos entendemos?

O'Connell miro la direccion por segunda vez, sonrio y se encogio de hombros.

– Por mi, vale -respondio.

– Bien. No se levante. Puedo encontrar la salida.

El corazon se le disparo mientras se dirigia hacia la puerta. Sabia que en algun lugar tras el estaba no solo

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